Etiqueta: Crisis climática

  • Derechos en llamas

    Derechos en llamas

    La crisis climática ya no es una amenaza del futuro, sino una realidad que golpea con fuerza a nuestro continente. Sequías prolongadas, huracanes devastadores, olas de calor letales e incendios que consumen selvas y bosques son parte de un escenario que amenaza no solo a la naturaleza, sino también a los derechos humanos más básicos.

    El deterioro ambiental ha roto los equilibrios que sostienen la vida en el planeta. Los sistemas biofísicos —como el clima y la biodiversidad— han superado límites seguros, poniendo en riesgo la salud de los ecosistemas y, con ello, el bienestar y la dignidad de las personas. Si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen en aumento, la temperatura global podría superar los 2°C, exponiendo a millones de personas a inseguridad alimentaria, enfermedades, desplazamientos forzados y muertes evitables.

    Los impactos de la crisis climática no son iguales para todos. Los sectores más golpeados son precisamente los más vulnerables: mujeres, niños, pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, campesinos, migrantes y quienes viven en asentamientos precarios. A pesar de haber contribuido muy poco a las emisiones contaminantes, son ellos quienes cargan con la peor parte de esta crisis. Ejemplos recientes, como los incendios en la Amazonía y el Chaco, mostraron cómo comunidades enteras sufrieron pérdidas irreparables en sus territorios, medios de vida y cultura.

    Frente a este panorama, los gobiernos tienen la responsabilidad de actuar con decisión: reducir las emisiones con la mayor ambición posible, garantizar la participación de la sociedad en las políticas ambientales y proteger a quienes defienden la tierra y la naturaleza, muchas veces perseguidos o incluso asesinados por su labor. El derecho a un ambiente sano debe ser entendido como un derecho humano fundamental, indivisible de otros como la salud, la vida y la integridad.

    El sector privado también tiene un papel crucial. Las empresas, en especial aquellas vinculadas a los combustibles fósiles y la ganadería industrial, deben transformar sus operaciones, reducir sus emisiones, transparentar sus impactos y reparar los daños ocasionados. La sostenibilidad no puede quedarse en discursos: requiere compromisos reales y verificables.

    Además, resulta urgente replantear la economía hacia una transición justa: reducir subsidios a los combustibles fósiles, invertir en energías renovables, generar empleos verdes que respeten los derechos laborales y crear programas sociales que protejan a quienes se vean más afectados por los cambios productivos.

    La conclusión es clara: defender los derechos humanos y enfrentar la crisis climática son luchas inseparables. Sin un entorno sano no existe posibilidad de vida digna. El futuro depende de que gobiernos, empresas y ciudadanía actúen con solidaridad y responsabilidad, poniendo en el centro la justicia ambiental y la dignidad humana.

    El mensaje es simple y profundo: cuidar del planeta es cuidar de nosotros mismos. El mañana de nuestras sociedades dependerá de lo que decidamos hacer hoy.

  • LA EMERGENCIA POR LA CRISIS CLIMÁTICA EN MÉXICO

    LA EMERGENCIA POR LA CRISIS CLIMÁTICA EN MÉXICO

    1.- SAQUE

    El neoliberalismo plantea el gobierno de los intereses de las empresas y corporaciones capitalistas. Su objetivo es generar las mejores condiciones políticas, sociales, regulatorias. No importa si en el camino dejan pobreza, corrupción, violencia, inseguridad y desgarramiento social.

    Hemos visto las consecuencias que esto ha tenido cuando hay teorías económicas que solapan el despojo al bienestar del pueblo: La justificación de que se mantengan salarios de miseria, el nulo interés por atender las demandas de la sociedad bajo la premisa de que “no hay que darles recursos, mejor les enseñamos a como conseguirlos”, la creencia mágica de que el mercado resolverá “por sí solo” el problema de la desigualdad económica”.

    Una versión extrema de estas teorías que se convierten en políticas públicas es que el estado se “minimice”. Es decir, que regule sólo lo necesario mientras le da manga ancha a las corporaciones para que las leyes sean cambiadas a su conveniencia.

    Uno de los aspectos más perjudicados por este nocivo comportamiento ha sido la naturaleza y el medio ambiente  Sin embargo, la naturaleza no puede protestar por la agresión a la que ha sido sometida por el capitalismo, es por ello que su defensa no tiene en México la convocatoria masiva para defenderla. Sin embargo, no podemos ser ciegos ante sus efectos devastadores y el costo en vidas que ha causado su defensa.

     2.- A FONDO

    El clima es regulado básicamente por la capa de ozono, que permite que el planeta se mantenga con una temperatura cálida, lo cual a su vez permite que exista la vida y su reproducción. Aunque es cierto que en la historia del planeta han ocurrido fases de calentamiento y glaciación debido a efectos naturales, esta última fase de calentamiento se debe básicamente al efecto de las actividades económicas desarrolladas por las sociedades capitalistas.

    El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) ha reconocido que la emisión de gases de efecto invernadero, producto de las actividades de producción que utilizan el consumo de carbón y petróleo, comenzó a generarse de manera masiva a partir de la revolución industrial en Europa. El problema con estos gases es que al aumentarse de esta manera, van generando que el planeta entero se esté calentando aún más, a partir del periodo comprendido entre 1850 y 1900.

    Ello tiene múltiples repercusiones. Un clima más cálido hace que los hielos polares se derritan, generando con ello mayores niveles en el mar. Esto a su vez, implica que regiones costeras del país corran peligro de desaparecer producto de la elevación en el nivel del mar. Otro efecto es que estos cambios en los océanos producen tormentas y ciclones cada vez más potentes y con efectos destructivos de infraestructura, recursos naturales y vidas humanas cada vez mayores. Sumado a esto, las etapas de calor y sequía extrema son cada vez más prolongados y presentes en los territorios.

    Imagine por un momento lo que esto implica para la agricultura de un país: por un lado tenemos temporadas de calor extremo con escasez de agua y por el otro tormentas devastadoras que impactan millones de hectáreas de cultivo. Es entonces cuando vemos que la vida de la civilización está en peligro.

    La ONU y otros organismos han estado impulsando que los países se preparen para estos escenarios, al mismo tiempo que se invita a los países más desarrollados para que adopten políticas de reducción de sus gases de efecto invernadero y que paguen el costo de los efectos de su desarrollo a países menos desarrollados que soportan el costo de los desastres climáticos. Se han generado compromisos tales como el Protocolo de Kyoto o Los Acuerdos de París, pero hasta ahora, ningún acuerdo ha permitido que se reduzca la emisión de esos gases.

    EEUU incluso, durante el gobierno de Donald Trump, no reconoció el cambio climático y se salió de cualquier compromiso internacional por limitar sus emisiones. Esto habla mucho de que los principales países desarrollados están más interesados en su producción económica y acumulación capitalista que en la sostenibilidad del planeta y sus civilizaciones.

    3.- REMATE

    El cambio climático es un asunto de injusticia ambiental, puesto que el 1% más rico es responsable del 15 % de las emisiones. Lo que significa que los más privilegiados son los que contaminan afectando a los más pobres, porque ellos tienen que soportar los efectos más devastadores del cambio climático. Piense en la injusticia mayor, porque esos países tienen el monopolio de la riqueza y del acceso a alimentos y a recursos que les permiten la adaptación a este desastre que ya está sucediendo. Piense que la producción de alimentos, la escasez de agua, las inundaciones y la propia seguridad de la población de México son riesgos que enfrentamos de manera acelerada.

    La situación de México es preocupante: En el país la temperatura promedio fue de 22 grados centígrados en 2021, 1.2 grados centígrados por arriba del promedio del clima entre 1981 y 2010, hay estados que podrían perder entre el 5 y el 80% de sus rendimientos en cultivos básicos.

    Es necesario enfrentar el reto que tenemos como país. Seguiré abordando el tema en la próxima columna.