Las ideas discriminatorias, segregacionistas y excluyentes, como el racismo, clasismo, sexismo, capacitismo y edadismo, han persistido por medio de distintos mecanismos socioculturales a lo largo de la historia. No enunciarlos, no reconocerlos y negarlos quizá hayan sido los más efectivos. Sin embargo, este ocultamiento sólo ha servido para que estas ideas perfeccionen su efectividad en lo implícito, en lo no nombrado y, por lo tanto, no cuestionado y, mucho menos, denunciado. En el mismo tenor, construir e institucionalizar ideas jerarquizadas sobre los grupos sociales permite y justifica la dominación económica, política y cultural, de las y los de “arriba” hacia las y los de “abajo”.
En México, particularmente, la invasión española y todo el proceso de colonización fueron imponiendo un orden social donde el hombre blanco europeo era el eje a partir del cual se median todos los demás grupos sociales. Durante esta etapa, la idea de raza fue privilegiada para justificar la dominación del colonizador sobre los pobladores originarios de nuestro territorio, así como sobre los esclavos de origen africano que fueron trayendo durante la colonia. Sin embargo, después de nuestra etapa independentista, en el siglo XIX, las élites mexicanas fueron construyendo, de manera cada vez más nítida, ideas sobre distintas clases sociales. Estas ideas clasistas, sin embargo, no dejaban atrás las ideas racistas, sino que las iban incorporando de manera orgánica. Clase y raza servían para distinguir entre grupos sociales. Así, la población mexicana ya no era clasificada solamente de manera racista, sino que, además, se sumaban clasificaciones más complejas que, de una u otra forma, median el poder económico y el nivel de “cultura”, la cual refería a los conocimientos y prácticas de las elites occidentales.
Por otro lado, durante todo ese proceso también se establecieron ideas esencialistas sobre el sexo y el género, las cuales prescribían -y aún prescriben- roles y comportamientos diferenciados para hombres y mujeres. Como es más o menos reconocido ahora, el problema con las ideas del sexo y el género es que las mujeres y todo lo asociado a lo femenino fueron construidas socioculturalmente en posiciones desiguales y subordinadas con respecto al hombre y lo masculino, lo cual ha permitido y justificado, hasta nuestros días, el trato desigual, la discriminación, la exclusión y la violencia hacia las mujeres.
En lo político, hasta la llegada del presidente López Obrador, el no nombrar estos problemas sociales había sido el mecanismo predilecto. Esto, porque nombrar implicaba hacerse cargo, por medio de políticas públicas, de tales problemáticas.
Además, cómo pretender una voluntad política para la atención de estos problemas si las acciones y discursos de los políticos neoliberales denotaban un alto grado de racismo, clasismo, sexismo, edadismo, capacitismo. Sobre esto, hemos sido testigos de manifestaciones explícitas, como cuando Fox llamó “lavadoras de dos patas” a las mujeres mexicanas; o cuando Peña Nieto dijo que él “no era la señora de la casa” y por eso no sabía cuánto costaba el kilo de tortillas; o cuando Córdova, siendo presidente del INE, se burló de los pueblos indígenas y su experiencia “marciana” al tratar con ellos.
Pero, no puedo estar más de acuerdo con López Obrador cuando señala que estas formas explícitas, directas, son menos dañinas que las maneras veladas, implícitas, “hipócritas” con las que los políticos conservadores han operado. Sólo por poner un ejemplo paradigmático, no olvidemos que, fue apenas, en el 2019, cuando se reconoció constitucionalmente a los pueblos afrodescendientes como parte de nuestra composición pluricultural. Antes de eso, las comunidades afromexicanas habían sido invisibilizadas y excluidas de políticas públicas que atendieran el rezago y marginación de las que sufren desde la época colonial.
Como mencioné en el artículo anterior, el presidente López Obrador, ha entendido y atendido estos problemas desde la forma y, sobre todo, desde el fondo. Actualmente, todos los programas sociales atienden de manera preferencial a las comunidades indígenas y afrodescendientes, a las personas pobres, a las mujeres, a las y los adultos mayores y a las personas con discapacidad. A esto, se suma un orden paritario que se ha instalado en las instituciones del Estado Mexicano, dando como resultado histórico, el primer gabinete federal y la primera legislación paritarias, donde mujeres y hombres participan en igual número.
Más allá de estos avances formales, lo que personalmente considero más valioso del proceso de transformación, es que, el presidente López Obrador, por convicción propia y su consecuente voluntad política, ha aprovechado cada oportunidad, en eventos políticos y en las conferencias mañaneras, para hacer visible las ideas discriminantes y excluyentes que operan en el pensamiento y actuar neoliberal. Nombrar estas ideas, como lo ha hecho el presidente, implica hacerlas visibles, denunciarlas y, entre todos, hacernos cargo de ellas, deconstruirlas, pues. Para que no sigan operando en el futuro.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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