Rabia, coraje, desesperación, son apenas algunos de los sentimientos que acompañan al bloque opositor en nuestro país y no es para menos, a pesar de las estrategias que realizan y la cantidad de recursos utilizados para confrontar el proyecto lópezobradorista, poca mella le hacen. Y no, para nada se trata de señalar aquí que hay un lado absolutamente bueno frente a un lado absolutamente malo, o que uno es perfecto y el otro no, aquí de lo que se trata es de identificar que hay dos proyectos de nación: el que por muchos años nos fue impuesto y que dejó en claro el impacto negativo de la corrupción y, el otro, por el que votó la gente en 2018 que plantea una nueva forma de gobernar.
Esos dos proyectos que aquí se mencionan deben examinarse con rigurosa objetividad, pues plantear que sólo por el simple hecho de que AMLO no sea corrupto, en consecuencia, nadie de su gobierno lo es, sería tanto como asegurar que, por avistar una golondrina, ya está en su cenit el verano. Por supuesto que en este gobierno hay errores y también corrupción, pero, sin soslayar en lo denigrable de dicha práctica y el combate diario en contra de esta, lo cierto es que existen avances significativos, si no suficientes para erradicarla, sí lo bastante suficientes para evidenciarla, denunciarla, investigarla y castigarla.
Para muestra un botón llamado SEGALMEX. Este caso, por cierto, el de SEGALMEX puede servir de ejemplo para ahondar en los enojos de la oposición, ¿Hubo actos de corrupción? ¡Claro!, ahí están, denunciados, investigados, etc. Luego entonces, es clara la determinación de la oposición de no señalar a fondo ese caso de corrupción porque de hacerlo, obligadamente tendría que reconocer que se ha actuado de manera transparente y tajante sin cubrir a nadie por cometer dichos actos.
Evidentemente no lo harán, pues para ellos vale más la descalificación, la mentira o la calumnia por más vulgar que sea, porque es lo que más vende y, como hasta ahora no avanzan con buenos resultados en el terreno político electoral con todo y su más reciente apuesta encarnada en doña Xóchitl Gálvez, pues se ven obligados a emprender una nueva apuesta: alentar el miedo.
Precisamente en la figura de Xóchitl Gálvez, los jefes de la derecha decimonónica y sus voceros ven la oportunidad de alentar el miedo en la población, sugiriendo que puede presentarse un atentado en contra de su persona como sucedió con Colosio en la primera mitad de los años 90. Pero esta narrativa no es nueva, forma parte del conjunto de intrigas que buscan infundir temor de manera estratégica tomándolo como eje del discurso político, no sólo de los principales actores, sino a través de los medios de comunicación y los famosos intelectuales y/o periodistas tipo Riva Palacio. Sin embargo, por más que pretendan extender un clima de miedo y preocupación en torno a la integridad física de la figura que hoy ensalzan como su posible abanderada, lo cierto es que la posibilidad es nula e inexistente, salvo la que va más allá de sus propias confabulaciones. Además, por fortuna, siguen pensando que la desinformación a través de las redes sociales es capaz de permear en la sociedad cuando en realidad ya no es así. Por más recursos que destinen a sembrar miedo, no lograrán su cometido pues hoy contamos con una sociedad más informada que, a la par que cuestiona a los actores políticos, al mismo tiempo dejó de ser manipulada por los medios de comunicación.
Sin embargo, hay un cuestionamiento en particular que debe ser analizado profundamente por quienes conducen la cuarta transformación, incluido Andrés Manuel, pero no a partir de los que tienen un interés particular en mantenerse en los cargos, sino de los que realmente conciben un nuevo modelo de nación: ¿Quién de los aspirantes puede equilibrar las pasiones (hasta el momento desbordadas) de los morenistas, ajustándose a los preceptos de la cuarta transformación? En lo personal sostengo que Adán Augusto López aporta ese equilibrio al movimiento, pues en este proceso, no sólo se trata de la popularidad o de la confianza de AMLO, se requiere que la militancia en conjunto (no solamente la tribal) legitime al personaje. Incluso, más allá de la propia militancia, es fundamental la legitimidad de esa parte del pueblo que se identifica con el movimiento aunque no milite en él precisamente.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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