A partir del incremento del uso de redes sociales, cada vez es más común encontrar fotografías en las que políticos, famosos, influencers y usuarios comunes, quienes su estilo de vida no es precisamente de voluntariado, realizan viajes a zonas en guerra o donde impera la miseria, bailan con migrantes sudamericanos, alimentan a madres que buscan a sus hijos, filman el día perfecto de un niño sin padres, todo ello, no con la finalidad de ayudar realmente, sino con la finalidad de obtener la foto o el video que después será posteado en redes sociales.
Existen múltiples intereses personales detrás de esos actos de aparente empatía solidaria, por ello, debemos mantenernos alerta en este mundo cada vez más narcisista e individualista. Ha surgido la generación del yo y solo yo. Gritan desesperadamente ¡Eh, aquí estoy, dame un like!
Tal vez te preguntes ¿qué puede haber de malo en una inocente foto o un video? Pues bien, el falso altruismo es una obra desesperada por aparentar ser lo que no se es, convirtiéndose en una de las hipocresías más dañinas y comunes de nuestros días, de esta manera, se normaliza y romantiza la pobreza. Esto, representa un peligro desde un enfoque de derechos humanos.
Cuando existe una romantización de la pobreza, se estigmatiza a las personas en esa condición y son vistas como producto de la decisión o voluntad propia y que puede llegar a ser, incluso, aspirable el desprenderse de todo lo material suavizando la precariedad. Algunos ejemplos incluyen decir que quienes están en situación de pobreza son afortunados, por ser capaces de ser felices con tan poco, por la capacidad de disfrutar las pequeñas cosas y que son personas que tienen el beneficio de no distraerse con lo material.
Por otro lado, se generan posturas que romantizan el esfuerzo, asociándolo con visiones más meritocráticas de la pobreza. En consecuencia, podría establecerse una medición moral de la pobreza, incluso, culpar a las personas en tal situación, por no lograr cambiar esa posición. Como ejemplo, encontramos encontrar frases como: “solo eres pobre porque no trabajas lo suficiente” o “eres pobre porque quieres” De este modo, la romantización, también va de la mano con la estigmatización de estas personas, llegando a crear en la mente de las personas una solución mágica a la pobreza, se piensa que, solo hay que modificar las conductas y creencias para revertirla.
Contrario a lo anterior, la pobreza no es una cuestión de actitud o esfuerzo, es un fenómeno que impacta y atraviesa cada ámbito de la vida de las personas en esta condición y es determinante en las oportunidades futuras. Debemos preocuparnos por reeducarnos y educar a las futuras generaciones desde la empatía, para entender que la pobreza no es una decisión propia, sino, un fenómeno que involucra la vulneración a los derechos de las personas. Evitar la romantización de la pobreza nos permite darnos cuenta de que son situaciones que deben cambiar y garantizar que se cumpla el derecho de todas las personas a vivir en condiciones dignas.
En nuestro país, existe una cultura muy arraigada del privilegio que ocasiona la negación del otro, la reproducción y naturalización de las desigualdades. Por ello, es necesario destacar que las atribuciones que damos a la pobreza o riqueza y las ideas que planteamos, tienen una repercusión palpable en la realidad de las personas con desventajas. Podría decirse que, al convertirla en un fenómeno individual que depende de la voluntad o del esfuerzo individual, se libera, al menos en la narrativa, al Estado de sus obligaciones por cerrar brechas, evitar la desigualdad y generar oportunidades para todos.
Por último, la romantización de la pobreza hace daño porque nos ciega de la realidad, que es la violación de derechos humanos. Es un tema que nos compete como sociedad y como Estado, que implica el reconocimiento de las personas y de la dignidad humana, que incluye no solo el respetar a las personas, sino establecer condiciones para que tengan igualdad de oportunidades.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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