Pues si le faltaba algo de emoción al debate presidencial, nada mejor que el debate previo generado por la designación del moderador que recayó en la figura de Manuel López San Martín, personaje a quien MORENA solicita su inmediata remoción, dado que, en el punto de vista del morenismo, este no garantiza ni la imparcialidad ni la neutralidad que exige el ejercicio a partir de sus dichos vulgares en contra de Hugo López Gatell quien recientemente se incorporó al gobierno federal como asesor en materia de salud.
En primer lugar, es cierto que un ejercicio de tal trascendencia obliga al INE a examinar a detalle los perfiles de las personas propuestas y, evidentemente, el primer elemento a valorar es la completa neutralidad de quien puede ser considerado como moderador, pero aquí cabe una pregunta apelando a la sensatez: ¿Quién en este momento cubriría tal perfil cuando es por demás evidente que casi la mayoría de los comunicadores se manifiestan abiertamente a favor de un candidato?
Es decir, dicho cuestionamiento para nada sugiere que no exista alguien en ese noble oficio completamente neutral o imparcial, sin que eso signifique desconocer o rechazar su libertad de expresión, pero de que pocas opciones existen, es completamente innegable. Aquí valdría la pena reflexionar sobre las motivaciones que tuvo el INE para pronunciarse por López San Martín a sabiendas de que ese hecho, imprudente por decir lo menos, generaría una reacción obvia en contra por parte de la Coalición Seguiremos Haciendo Historia. Lo más sano evidentemente sería apelar a varios factores al momento de hacer una propuesta para moderar tal evento como la trayectoria, la conducta irreprensible en el ejercicio periodístico o, cuando menos, la actitud crítica tanto para un lado como para el otro.
Pero a como están las cosas en el INE heredado por Lorenzo Córdova, una designación de esa naturaleza hasta parece plan con maña, misma que, de echarse para atrás, poco se dudaría en la narrativa acartonada que le seguirá acompañada de un “dadas las circunstancias actuales” tratando de afirmar una especie de veto desde palacio nacional o atentado contra la libertad de expresión.
Sin embargo, en algo acierta el periodista al afirmar que el debate es entre los candidatos porque así es, la función del moderador en este caso, poca relevancia tendrá cuando la expectativa está centrada en las marcadas diferencias entre Sheinbaum y Xóchitl Gálvez a la hora de plantear sus propuestas y cómo se pueden materializar. Así que, los morenistas poco caso deberían hacer a este tema pues lo verdaderamente importante será que los espectadores logren constatar que la figura de Xóchitl Gálvez no representa oponente alguno para debatir contra Claudia Sheinbaum. Quizá ahora será más importante dejar en claro que frente a las propuestas viables que ha venido planteando la ex jefa de gobierno, no existen contra propuestas serias por parte del bloque opositor más allá de la diatriba y la descalificación per se.
En eso radica la importancia del debate, en que la fuerza de las ideas de Sheinbaum radica en el respaldo de los votantes que saldrán a las urnas a refrendar el por qué su identidad con la Cuarta Transformación, así que, tanto el debate cómo la contienda, sin ánimo de menosprecio a cualquier ejercicio democrático, terminará siendo un trámite para llegar a lo que es inevitable: en junio los mexicanos tendremos la primer mujer presidenta de este país y será, sin duda, Claudia Sheinbaum Pardo.
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