Las últimas semanas se han dado a conocer los amagos que el presidente de Estado Unidos ha hecho a distintos países, y el mundo ha respondido de distintas maneras. Trascendió a nivel mundial la negociación de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien tuvo un desempeño espectacular. Debo de confesar que cuando la Dra. Sheinbaum ganó las elecciones presidenciales el año pasado me llenaba de estrés saber que era probable que tuviera que lidiar con Trump, sobre todo por esa vena misógina con la que suele expresarse. Su política antimigrantes ha generado que empresas lo apoyen entregando a sus trabajadores; compañías como Walmart o Coca-Cola han visto disminuidas sus ventas tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica.
Hay que reconocer que ya estábamos experimentando una revaloración de lo hecho en México, sobre todo en el ámbito de los textiles, que además de ser preciosos, expresan elementos distintivos de la vida cotidiana de los pueblos originarios. Era visible en las guayaberas de los varones que se usaban desde el presidente Andrés Manuel López Obrador y en las mujeres que portaban blusas con bordados típicos, pero ahora se muestra cada vez más, incluso hay ocasiones en las que, desde la presidenta, las secretarias y buena parte de las mujeres del gabinete portan huipiles a modo de una vestimenta formal, de gala. Hago este énfasis porque no forma parte de nuestro imaginario social, siempre se porta una blusa típica con unos jeans, como si sólo fuera una indumentaria dominguera. He visto hermosos collares huicholes hechos de chaquira lucir tan preciosos que se equiparan a una joya.
Digamos que esto es lo que se nos viene a la mente cuando hablamos de arte hecho en México, textiles, zapatos, bisutería, elementos que contienen características autóctonas que comienzan a dejar de ser exclusivas del 15 de septiembre y se incorporan al ámbito cotidiano. Pero hay otras producciones artísticas que necesitamos voltear a ver. Primero porque no es arte comercial y segundo para apoyar a sus creadores. Está por un lado lo viral, que sube como espuma y se paga, pero deberíamos observar que rumbo toma; por ejemplo, Johanne Sacreblu, que surge como cine de protesta ante una película que tiene problemas de muchos tipos y que para muchos mexicanos es ofensiva. Varios analistas dedicados al cine ven esta producción hecha en dos semanas como el nacimiento de un nuevo género cinematográfico. El cortometraje es ingenioso, satírico y bueno porque cumple con su objetivo de protesta al ridiculizar al director de Emilia Pérez.
Enseguida está Macario Martínez, un joven que se hizo viral por promocionar una de sus canciones, en el marco de una actividad cotidiana pero no común, es un barrendero de la CDMX con quien las personas han empatizado y comparten para que su música llegue a escucharse de forma masiva. Este suceso ha desatado un movimiento donde los creadores, principalmente jóvenes, usan el tema de Macario como fondo musical para completar la frase “la vida me pide mucho y yo sólo quiero…”. Han mostrado sus dibujos, canciones, o promocionando libros, que forman parte de su trabajo y creatividad. Esto nos muestra que los mexicanos somos inquietos, no sólo nos enfocamos en una actividad.
Pero no sólo hablamos de esos creadores independientes, hay otros que han llegado a la pantalla grande, pero que cuentan con un aparato publicitario reducido y no llegan a despuntar, tal es el caso de Corina, una película mexicana de Úrsula Barba Hopfner cuya historia es muy buena porque habla de una condición que se soluciona gracias a la valentía de la protagonista para resolver un error dentro del ámbito laboral. Una historia buena, con un nivel de comedia sutil y muy serio, si se puede hablar de eso dentro de este género. Porque lo que te hace reír no es la burla o ridiculización de los personajes, sino circunstancias cotidianas. Nada que ver con la comedia televisiva que nos venden las grandes empresas de entretenimiento.
El final es lo mejor, el trauma que vuelve a la protagonista una mujer retraída es superado por la pasión, donde el amor se llena de significados múltiples y no se encapsula en lo erótico. Una disculpa a los lectores por arruinar el final, aunque yo creo que no. Es una historia que me remite al movimiento donde la vida nos pide mucho, pero uno sólo quiere sucumbir ante lo que nos apasiona; sin dejar de lado nuestras obligaciones.
Todo esto es una actividad creadora, producto del arte que se cultiva en nuestras narices, a un lado de nosotros. En la UAM Xochimilco tenemos una frase hecha para esto: la realidad está a la vuelta de la esquina. Caminemos apoyando a nuestros artistas, que ponen a trabajar su ingenio para que lo que nos apasiona nos permita tener un ingreso extra, para que la voracidad del trabajo no nos abrume. El arte es un escape de relajación, esparcimiento y desarrollo personal, tenemos que sucumbir a ello para hacernos más humanos cada vez porque México se llena de arte cuando echamos a volar nuestro ingenio.

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