La semana pasada decía aquí que el margallate chilango electoral no se encuentra en la oposición, porque del lado prianista todo está claro: el conservadurismo no tiene ninguna posibilidad —y ahora que se le ocurrió levantar la mano a la señora Zavala, esposa del autoexiliado Calderón, pues al vacío le cayó mucha mucha nada—. Decía también que el margallate chilango electoral se halla del lado de Morena, porque si los reaccionarios no tienen ni con qué —propuesta, proyecto— ni con quién competir, el partido en el poder tiene con qué —nada más representa a la 4T en la capital— y con quién.
Morena lanzó al ruedo tres precandidatos ganadores: cualquiera de ellos, Clara Marina Brugada Molina (DF, 1963), Omar Hamid García Harfuch (Cuernavaca, 1982) o Hugo López-Gatell Ramírez (DF, 1969), abanderando a Morena sin dificultades ganaría en las urnas la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Finalmente, además apuntaba en mi columna anterior que el margallate se ubica entonces en la base obradorista, en donde no se tiene del todo claro cuál es la mejor vía, la que más conviene a la CDMX, al movimiento, a la 4T, aunque, acotaba, el lío es en realidad una disyuntiva, esto es, una alternativa entre dos opciones, por una de las cuales hay que optar.
¿Y a quién dejaba fuera? Al ex secretario de Seguridad Ciudadana del gobierno de la CDMX. En primer lugar, sostengo que lo que más nos conviene para gobernar la CDMX no es el perfil profesional de un buen policía —luego, uno o dos días después de que apareció mi columna, en algunos sitios públicos, como andenes del metro y postes en la vía pública, comenzaron a aparecer unas pegatinas que resumen muy bien la cuestión: Utopía / Policía —. En segundo lugar, no creo que la guapura de un aspirante deba ser un factor decisivo —podríamos completar el juego de pegatinas: Galeno / Galán —. Por lo demás, a lo largo de la semana muchas voces y liderazgos importantes del movimiento se han manifestado ya en el mismo sentido: sería un despropósito que, teniendo un par espléndido de opciones, Clara Brugada y Hugo López-Gatell, Morena presentara como su candidato una persona apenas incorporada a sus filas —y justo para competir en este proceso—, sin experiencia de gobierno y sin trabajo político previo. Hay que agregar que, justo porque García Harfuch hizo bien su chamba en el gobierno que encabezó la doctora Claudia Sheinbaum, la seguridad pública ya no es el principal reto que la CDMX enfrenta y enfrentará en el futuro inmediato —en cambio, si me apuran, a nivel nacional todavía hay muchas plazas en donde quedan un montón de fuegos que apagar, así que la formación especializada y experiencia de García-Harfuch serían mucho más útiles en la atención de otras encomiendas—.
Así que, dicho lo anterior, queda un albur. Albur no en el sentido de juego lascivo de palabras, tampoco en cuanto a que sean sólo la contingencia o el azar en lo que haya que fiarse para lograr el mejor resultado. No, más bien con albur me refiero al juego de baraja en el que se enfrentan dos jugadores con las mismas posibilidades de ganar, apostando cada uno a una carta. ¿Clara o Hugo, Hugo o Clara?
No le doy vueltas a mi respuesta, la ofrezco primero y la argumento enseguida: pensando en que a la CDMX y al país le conviene seguir avanzando en la consolidación de la 4T la ruta es clara: conviene que la jefatura de gobierno de la capital la gane la licenciada en Economía por la UAM Clara Brugada.
No me cabe la menor duda de que el doctor Hugo López-Gatell tiene los méritos y las capacidades suficientes, los tiene tanto para ganar la contienda electoral como para gobernar la CDMX conforme a los principios del humanismo mexicano. ¿Entonces? Tengo la certeza de que más allá de los líos de coyuntura, de los trompicones con la oposición —cada vez más insignificantes, cada día más ridículos—, de los desafíos que a la dinámica geopolítica se le ocurra depararnos, estamos enfrentando, México y Occidente, una policrisis, un combo de situaciones límite: el riesgo real de una confrontación bélica nuclear de la cual no saldría bien librada la Humanidad entera, el cambio climático, los estertores del capitalismo financiero, la conmutación drástica de la dinámica demográfica…, y además, un asqueroso y deprimente muégano de síntomas en toda la gente causados por la cultura tóxica en la que malvivimos.
De 2018 para acá, con todo y pandemia, no ha sido poco lo que ha hecho el gobierno de AMLO para tratar de enfrentar esto, y en ello el trabajo de López-Gatell ha sido fundamental. Pero falta mucho por hacer y los problemas se van a agudizar —diabetes, hipertensión, obesidad, adicciones, depresión y ansiedad, consumismo, etcétera—. Y a lo anterior hay que sumar los enormes esfuerzos que hay que dirigir al apuntalamiento del sistema IMSS Bienestar. En suma, el secretario de Salud del próximo gobierno federal es un encargo clave. Y si no es desde esa trinchera, en el Poder Legislativo hay demasiado por hacer para incidir en los hábitos y costumbres tóxicos de la población. De verdad, la situación no está como para prescindir de los servicios de un gran galeno humanista, de izquierda y experto en políticas de salud pública.
- @gcastroibarra
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