Se dice que si un periodista es mencionado continuamente para ser desmentido es un acoso, es más bien, un caso similar al de un delincuente que es agarrado in fraganti muchas veces; pero no lo castigan, simplemente lo exhiben como ratero. En ambos casos estamos hablando de impunidad.
La libertad de expresión no tiene implícita a la mentira; sin embargo, los medios inestables y los comunicadores mercenarios, la consideran parte de los insumos de su trabajo. Lo cierto es que el gobierno no ha querido demandar penalmente a los mediocres comunicadores que mienten, o, por lo menos obligarlos a desmentirse.
La tolerancia del actual gobierno ha sido benévola con los periodistas mentirosos, quienes afirman que hay acoso, que se limita la libertad de expresión, cuando los verdaderos agresores de la verdad son ellos. Los reporteros que siguen viviendo en el pasado defendiendo intereses y privilegios de una minoría, son delincuentes que gozan de impunidad hasta el momento.
El gobierno, por su parte, evita que las quejas salgan del ámbito de los medios que fabrican su propia realidad, pero también se trata de persuadir de que vuelvan a ser profesionales, pero en lugar de acatar las reglas esenciales del periodismo, se quejan de acoso más allá de las fronteras, buscando no sólo que haya un desconocimiento internacional del actual gobierno sino provocar una invasión en nombre de la violación a la libertad de expresión, que dicen defender los enemigos de la verdad.
La carta Mundial de Ética periodística dice en su primer artículo: “Respetar la verdad de los hechos y el derecho del público a conocerla constituye el deber primordial del periodista”.
De ahí que deban echar mano a su permanente nostalgia por el pasado, y su malinchismo para seguir medrando con sus espacios de alquiler en los medios convencionales y lograr que todo vuelva a ser como antes, es decir que haya dinero destinado a la salud, a los hospitales, a la educación desviado hacia sus bolsillos.
Con esto el gobierno mitigaba los sueldos de hambre de los diferentes medios, cuyos salarios eran guardados como una bolsa navideña y pasaban a cobrarla cada año a la caja de la empresa periodística, porque vivían holgadamente con lo que el gobierno les daba a cambio de escribir y publicar lo que convenía a una alta burocracia corrupta.
Ante las diferentes negativas de seguir subsidiando a empresas, los medios y sus escribanos se radicalizan, aprovechando los tiempos de campaña, que permiten un discurso más fuerte y violento.
Los analistas improvisados desconocen los tiempos electorales y la intensidad de las críticas se las atribuyen a que la gente está cansada del actual gobierno en general y, del presidente, en particular, cuando lo que sucede, como ocurre cada seis años, que las fuerzas quieren acomodarse y mientras más débiles son más violento es su discurso y sus consignas que disfrazan de mentiras en los medios.
La insistencia del acoso desde las conferencias matutinas del presidente se ha convertido en consignas. Los periodistas están acostumbrados a escribir a la ligera. Tenían permiso de mentir de las más altas autoridades de México, incluyendo a los presidentes. Puede afirmarse que ese mundo de instituciones elitistas y estabilidades sociales falsas, se construyeron a bases de mentiras de los políticos que difundieron los periodistas que hoy lloran por más dinero.
Los periodistas que hoy claman libertad y alto al acoso del gobierno, nunca protestaron por la represión a los medios independientes ni a los periodistas libres que criticaban la política de Peña, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas, De la Madrid. Callaron silencio cómplice.
A José Gutiérrez Vivó, se fue a Estados Unidos, Aristegui tuvo que cambiar de bando, muchos abandonaron su práctica periodística para preservar su vida y la de su familia. Pero los que hoy denuncian acostó están difundiendo sus mentiras a nivel nacional y nunca se les ha amonestado siquiera.
Los periodistas acostumbrados a difamar y mentir le llaman acoso a los desmentidos porque se hicieron millonarios en la impunidad que tenía como principales cómplices a los funcionarios públicos. Los mexicanos tienen derecho a la verdad y ellos mienten violentando un servicio que desde hace muchos años dejó de ser honesto en los medios convencionales que contrataron mercenarios como comunicadores, porque escriben según los intereses del mejor postor, aunque sean mentiras.
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