No son pocas las voces valientes, temerarias, sin miedo a Dios, que se han levantado para aplaudir el actuar del gobierno de Ecuador, encabezado por Daniel Noboa, al allanar la embajada de México en Quito para rescatar de sí mismo y de las perniciosas manos comunistas progresistas del gobierno cuatrotero a Jorge Glass, y para sostener que es una sorpresa que México no se haya visto envuelto en más problemas diplomáticos dada la terrible actuación de Andrés Manuel López Obrador y sus terribles aliados a cargo de la cancillería. El que Daniel Noboa sea empresario e hijo del hombre más rico de Ecuador, y lleve, según su madre un segundo nombre que significa “Rey servidor de Cristo”, no significa que Daniel Noboa sea un sujeto privilegiado e insensible a la problemática realidad social de la gente de a píe en Latinoamérica, tampoco que sea un fanático conservador cegado por esa extraña revoltura ideológica propia del conservadurismo latinoamericano que permite defender al mismo tiempo la doctrina de la Iglesia e impulsar políticas neoliberales. No.
Al contrario de los contrarios. Significa que Daniel Noboa es un sujeto privilegiado e insensible a la problemática realidad social de la gente de a píe en Latinoamérica, y que es un fanático conservador cegado por esa extraña revoltura ideológica propia del conservadurismo latinoamericano que permite defender al mismo tiempo la doctrina de la Iglesia e impulsar políticas neoliberales. Y, en todo caso, ser hijo del hombre más rico de Ecuador y un rey servidor de Cristo, sólo indica que es el indicado para hacer frente a la maldad que atenta en contra de las clases privilegiadas de la región.
En ese sentido, y gracias al quehacer político no ideologizado e inmaculado de Noboa, se vislumbra la posibilidad de que las fuerzas del autoritarismo democrático libertalista den un golpe en la mesa y pongan orden frente al desorden que representa la irrupción de gobiernos progresistas en la región. Un golpe que, frente a la molesta aparición de gobiernos que han tenido el atrevimiento de plantear una forma distinta de gobernar y hacer política, ponga fin al libertinaje que les ha permitido establecer una postura clara frente al embate protector que no busca aniquilar el derecho de los ciudadanos a determinar su propio destino, sino que busca proteger a los ciudadanos de la ciudadanía misma, a los sujetos de sus decisiones. Protegerlos de políticas que selectivamente buscan el bienestar generalizado, políticas con una ideología no aprobada por las clases privilegiadas, que confronta a los muchos de abajo con los pocos de arriba al evidenciar lo muchos que los de arriba se benefician de los de abajo, y lo poco que los de abajo obtienen del beneficio de los beneficios que obtienen los de arriba. Libertinaje porque la libertad pertenece a quienes saben ejercerla para el enriquecimiento de unos cuantos, libertinaje que provoca conflictos, disensos y disrupciones, ahí donde debería haber sumisión frente a la desigualdad, la simulación democrática y la injusticia.
Actuar con convicción ideológica, como lo ha hecho el gobierno cuatroatero es ―como humildemente sostienen los humildes conservadores― una acción infantil y estúpida. El pragmatismo debe privar sobre todas las cosas. Y, cuando esto no sucede, se debe imponer sobre todas las cosas. El gobierno ecuatoriano ha puesto el ejemplo y ha emocionado a los nobles espíritus reaccionarios de nuestro país, permitiéndoles fantasear con una realidad donde México pierda sus embajadas como inicio de una perdida territorial que se traduzca en la perdida de su soberanía. Soberanía que podría y debería ser subastada al mejor postor, lejos de elecciones que amenazan con fortalecer esa bravuconería de quienes creen que tienen derecho a decidir sobre si mismos. Soberanía que sólo estorba para la libre explotación de los recursos naturales y humanos que México tiene para ofrecer al gran capital que, sacrificándolo todo, está dispuesto a sacrificar a los mexicanos en nombre de la generación de riquezas y el mito del crecimiento infinito.
Entrados en gastos
Lo que menos importa es la Convención de Viena sobre derecho internacional ¿Qué derecho puede estar por encima del derecho de preservar los privilegios de la clase privilegiada? No hay norma, acuerdo, reglamento, ley o convención que deba ser puesta por delante de la libre libertad de aplastar a quien piensa diferente y perseguirlo hasta garantizar que no pueda seguir pensando de forma diferente. Si algo ha hecho el gobierno de Noboa es demostrar que el uso de la violencia nunca debe ser subestimado, que si es necesaria para resolver diferendos se debe recurrir a ella; que si ayuda a eliminar el problema de que existan quienes se han atrevido a levantar la voz y señalar que el neoliberalismo y los gobiernos serviles al interés delas empresas trasnacionales no han resuelto los problemas de la región sino que los han profundizado, se debe recurrir a ella; que sí un gobierno legítimamente electo intenta rescatar de la persecución política a un individuo que ya fue juzgado y que se quiere utilizar como chivo expiatorio para armar un circo con fines electorales, se debe ―sin duda alguna― recurrir democráticamente al uso de la violencia.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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