“Tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles y los hombres débiles crean tiempos difíciles”.
Proverbio oriental.
No, no éramos Suiza, ni ahora somos Venezuela (con respeto a nuestros hermanos de Sudamérica), no era México un paraíso, un lugar con excelentes servicios de educación y salud; no, no era así; así como lo describen algunos críticos de la derecha que insisten en decir que el idílico país en el que vivían se echó a perder cuando arribó este gobierno. Reviran constantemente en sus publicaciones: “estábamos mejor cuando estábamos peor”; dudo que hayan conocido de cerca ese “peor”, ¿qué puede conocer aquel que ha vivido en la sombra del privilegio?, por supuesto, no pueden ver más allá de sus narices, y hasta eso puede parecer comprensible.
La mayoría de la población no estaba mejor, por eso vencieron las masas en el 2018 y casi lo consiguen en 2012, en 2006, y en elecciones anteriores, por el hartazgo. Cuando parecía imposible, poco probable, ganaron quienes creyeron en que era alcanzable un México diferente.
El problema, como en la Revolución Mexicana fue que “esas masas” pensaron crédulamente que bastaba con salir a votar; porque así nos educaron durante décadas, ejercer la democracia solo se trataba de salir a las urnas y validar nombres, apellidos (a veces los mismos de siempre); por eso muchos creyeron que la tarea estaba hecha y se sentaron a esperar la transformación del país. Tristemente esa transformación no ha llegado a muchos rincones, porque ante la ausencia de cuadros y liderazgos, volvieron a ocupar los escaños, las presidencias o curules los mismo de siempre, bastó que cambiaran de color su playera, como un cambio de equipo, aunque a diferencia de un deporte, la política tiene motivos profundos, ideologías que no se pueden intercambiar con tal indiferencia.
A esta revolución, como a las anteriores, le hace falta mayor ímpetu, certeza, le hacen falta liderazgos.
No hay otra manera.
Constantemente, el presidente repite una frase: “La política no es cosa de los políticos, no, la política es asunto de todos”. Eso es lo que los mexicanos debemos entender, necesitamos involucrarnos para conseguir un cambio verdadero; no dejar más en manos de una clase, cuyos apellidos se repiten sexenio tras sexenio, los asuntos de todos. No, en la política como en todos los temas del país deben coexistir personas de todas las ideologías, de todos los colores, eso es la democracia. No se reduce a ejercer un voto. Nuevas facciones surgen con los diferentes nombres: México Libre, Va por México, ahora Mexicolectivo. Diferentes nombres, pero mismos personajes que sin dudarlo, traen las mismas prácticas corruptas.
Se dice que México está más politizado que nunca, pero ese “nunca”, es aún insuficiente. La nueva marcha en “defensa” del INE, se vende como una convocatoria en defensa de la democracia; no es, sino una marcha en defensa de los privilegios de una clase política que se niega a ceder poder y recursos económicos. Que se manifiesten, ¡qué bueno que estén tan incómodos! También se harán escuchar las voces de quienes estamos hartos de que la situación en el país no cambie porque siguen obstaculizando todo atisbo de transición; así son las revoluciones, dinámicas y vivas.
A nadie le sirven las quejas y críticas o reacciones de disgusto desde un dispositivo móvil, una reunión, si no hacemos algo por mejorar el país en el que vivimos. Hay tanta tarea pendiente en este país con tantos problemas por resolver. ¿Por qué no comenzar con algo pequeño? Mi colonia, mi calle, mi ciudad; salgamos a las contagiar el espíritu de revolución, que nunca se callen nuestras voces, ahora que podemos salir libremente a manifestarnos, nos veremos en las marchas.
“El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisoteen.”
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.