¿Reforma político-judicial?

El gran tema de discusión en México es la Reforma Judicial. Su relevancia es alta porque implica la transformación de uno de los tres Poderes de la Unión y la idea es cambiar para bien la vida pública de México.

Desde la filosofía del derecho, siempre se ha discutido cuál es el poder de los poderes. En tiempos del PRI hegemónico era el Ejecutivo y la palabra del presidente era la última en grandes temas de política nacional. Paradójicamente, antes sí había mesías tropicales en palabras de Krause. Durante la “transición democrática”, que no fue otra cosa que una gran simulación, se quería hacer pensar que había pluralidad cuando en realidad había un gran contubernio entra dos grandes mafias: el PRI y el PAN.

En regímenes presidencialistas, el Ejecutivo y el Legislativo siempre han estado sometidos al escarnio público, no así el Judicial, que siempre ha sido un poder oculto, y según ellos mismos, objetivos y alejados de la política. Nada más falso y alejado de la realidad.

La estrategia del conservadurismo y los oligarcas para mantener sus intereses, beneficiar sus negocios y evadir impuestos, ha sido cabildear, sobornar y someter altos mandos del Poder Judicial para poner jueces a modo, y lo han logrado. El caso más famoso es el de Salinas Pliego y cuya deuda asciende al equivalente al presupuesto completo de Estados de la Federación como Guerrero y Oaxaca.

Desde criminales hasta políticos, todos los chicos malos entendieron y se dieron cuenta que la impunidad estaba al alcance de una chequera en blanco, por ello, la reforma judicial es absolutamente indispensable.

Ahora bien, algunos críticos de izquierda han cuestionado si realmente la reforma propuesta es lo efectiva que se propone y logrará su objetivo, sin embargo, es importante señalar que el objetivo principal de la reforma no tiene como bandera los aspectos más técnicos y finos que deberían estar en manos de juristas, sino que es una reforma política que pretende darle una gran sacudida al Poder Judicial, democratizarlo igual que los otros poderes y deshacer las mafias enquistadas que impiden que realmente se imparta justicia. El presidente López Obrador, cuando hizo la reforma, pensó realmente en esto en el fondo para sacar de la zona de confort histórica en la que ha estado este Poder y que ha llevado a su cooptación por los grandes poderes económicos, criminales y políticos. Se trata de quitarle el poder a los mafiosos. Él sabe que más allá de formas, el fondo tiene que ver con voluntad política que, de momento, no defiende la justicia ni a la democracia, y que mientras esto no cambie, las iniciativas de la 4T no trascenderán como se pretende porque siempre serán rechazadas en los juzgados con argumentos leguleyos.

La reforma también deja una gran pregunta, ¿es legítimo que el Poder Judicial sea el poder de los poderes y tenga la última palabra en un país democrático donde se supone que mandan las grandes mayorías?

El tiempo y la evolución del movimiento de transformación dictará si la forma de gobierno actual seguirá siendo como la conocemos al día de hoy, o se generará una mejor en la que realmente haya democracia y se respete la voluntad popular. México tiene una oportunidad única de cambiar para bien su forma de gobierno y aspirar a tener un mejor país.

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