Cualquier análisis mínimamente serio sobre el proceso de selección de quien sucederá a Andrés Manuel López Obrador —esto es, en principio quien obtenga la candidatura de Morena en septiembre próximo— debe partir del hecho de que el señor que ejerce la Presidencia de la República desde diciembre de 2018 es insustituible. La condición humana nos hace a todos y a todas iguales: únicos e irrepetibles. Entre las dos personas más parecidas entre sí que puedan existir, pensemos en los llamados gemelos idénticos o monocigóticos, existen siempre diferencias sustanciales. Así que el carácter de irremplazable al que me refiero en relación a AMLO es otro y es específico: su capacidad de liderazgo.
Claro, al respecto podríamos abundar y comenzar ya a verter mucha tinta a los caudalosos ríos que la historia del siglo XXI mexicano, con toda seguridad, dedicará a Andrés Manuel: visión, carisma, contacto con la gente, conocimiento directo y abstracto de la dimensión espacial de México, sapiencia y conciencia históricas, historia personal, persistencia, habilidad discursiva, encanto, fuerza persuasiva, valentía y prudencia, suerte, tino, congruencia, formación humanista, tablas…, en fin, podríamos seguir y seguir. Por lo demás, si bien una de las características indiscutibles del liderazgo de AMLO es su enorme facultad de innovación, es indispensable tener en mente que el formidable reto que enfrentará la persona que encabece a partir de 2024 el Poder Ejecutivo se puede sintetizar muy fácilmente: consolidación y continuidad de la Cuarta Transformación de la vida pública de México. Así que, aunque pudiera surgir un perfil semejante al del hombre que llegó desde el sur profundo, resulta que lo que ahora precisa la 4T no es innovación en el sentido de golpes de timón. La dirección está ya determinada.
Así las cosas, a ninguna corcholata se le puede pedir que llene los zapatos de AMLO, sin embargo a todas se les debe exigir que se apeguen a los principios de la 4T. Considerando esto queda escandalosamente evidenciado que quien más conviene que suceda a López Obrador no es quien más desee hacerlo, ni siquiera quien más lo merezca, sino quien represente mejor al obradorismo. El apego al proyecto debe ser la característica definitoria.
Si del proceso que lleva ya meses ocurriendo y sin embargo inició formalmente apenas el viernes 16 resulta candidato o candidata quien, desde la perspectiva mayoritaria de la base social que apoya al obradorismo, asegure el mayor apego a los principios de la regeneración nacional que impulsa la 4T, en septiembre estará definida la Presidencia de México para el próximo sexenio. Si no es así, si las encuestas que está organizando Morena no logran decantar patentemente a la persona adecuada, no la más parecida a AMLO sino la más obradorista, la sucesión presidencial se complicaría de manera innecesaria, imprevisible y muy peligrosa. Porque por ahora no hay misterio alguno: la oposición conservadora es un fantasma, un espectro despixelado, un espantapájaros que no espanta a nadie, un atajo de personajes insustanciales. Lo anterior es tan evidente que, hasta ahora, sin ninguna propuesta concreta, sin críticas de fondo a la gestión del presidente López Obrador, sin nadie que pueda encabezarlos de forma siquiera verosímil, la marabunta de querientes desesperados de la derecha y toda su opinocracia se han volcado a hablar (mal) del proceso de selección de Morena. La irrelevancia a gritos.
Si lo dicho hasta aquí es certero, ¿quién debe pues relevar al insustituible? Para dar respuesta a la interrogante, de entrada, me parece que por puro procedimiento lógico conviene que descontemos a quienes no pueden, es decir, a quienes no cuentan con el respaldo suficiente de acuerdo a todas las encuestas: de los seis quedan entonces ya nada más tres. Ahora, de los tres que quedan, los tres punteros de acuerdo a todas las encuestas realizadas hasta ahora, ¿quién representa mejor al movimiento? Ciertamente, es difícil pero no imposible que alguien que se declare radicalmente obradorista luego cambie de postura y traicione los principios de la 4T, pero es mucho más probable que lo haga quien, de entrada, pretende desmarcarse en alguna medida del proyecto para ganarse las simpatías de quienes detestan al obradorismo. López Obrador ha dicho varias veces que la transformación de este país debe ser radical y que no es tiempo de zigzaguear. ¿Dicho lo anterior es necesario poner nombres para decir que de los tres punteros en realidad cada día que pasa se evidencia que sólo quedan dos?
- @gcastroibarra
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