Quizá no lo habíamos notado, pero “las mañaneras nos hacen daño, nos caen mal, nos indigestan, nos dejan un mal sabor de boca, nos ponen nerviosos, y son un ataque en contra de la democracia. Ahora ─gracias a eminentes eminencias de la estatura de Doña Denise Dresser─ lo sabemos y podemos nombrarlo; las mañaneras son un espacio donde alevosamente se estigmatiza a quienes se dedican a estigmatizar, se presenta información no validada por los medios tradicionales que solo validan la información que valida su actuar y beneficia sus intereses, deshumaniza a quienes se han dedicado a cosificar al sujeto, divide y polariza a una sociedad que estaba dividida y polarizada desde antes de “las mañaneras” pero no hablaba de ellos, y ─ esto es lo más grave─ visibiliza a quienes disfrutaban del poder desde la sombra, desde la comodidad de su despacho (público o privado), donde determinan el futuro de personas cuya realidad desconocen.
Frente a ello, no faltará quienes defiendan “las mañaneras” como un espacio informativo y de libertad de expresión ¡Por vida de Dios! ¿Quién les dijo que las clases no privilegiadas tenían derecho a estar informados? ¿En qué momento asumieron que podían expresarse y que el Poder Ejecutivo debía representarlos? Una cosa es que se les permita salir a votar, que puedan manifestar su simpatía por algún candidato, y otra ─muy, pero muy, diferente─ es que ese candidato, convertido en representante popular, deba representarlos.
“Las mañaneras” son una prevención de la perversión del poder, son un sinsentido que complican ─al determinar la agenda pública de propios y extraños─ el ejercicio del poder para el beneficio de unos cuantos. Al usurpar la tribuna pública, usurpada hace varias décadas por los medios de comunicación y los intereses corporativos, López Obrador impone un discurso que no es el que buscan los intereses corporativos y los medios de comunicación, un discurso que no solo incomoda a quienes no saben lo que es la incomodidad porque siempre han vivido rodeados de algodones, sino que los exhibe de cuerpo entero, atentando no solo en contra de la estética y el buen gusto, sino contra el privilegio de ocupar el púlpito y desde ahí condenar a los más a vivir como los menos consideran conveniente ¿Conveniente para quién? Para los menos ─desde luego.
Pero el malestar causado por estos “espacios informativos y de libertad de expresión” no se reducen a la exhibición de esos intereses que prefieren no ser nombrados. No. Si así fuera no sería tan molesta la indigestión que provoca entre opositores, comentócratas al servicio de los opositores y la clase privilegiada que durante años se ha beneficiado de la sana distancia que debe existir entre gobierno y gobernados ─la cual, mientras más distantes es más sana. El malestar de “las mañaneras” se profundiza y agrava por que exhibe, nombre y visibiliza a esos personajes que antes se mantenían a la sombra y desde la sombra velaban por la preservación de intereses ajenos al interés del grueso de la población.
Doña Dresser lo dice con todas sus letras, tomando de ejemplo a la, siempre noble y de actuar nunca sospechoso, ministra Norma Piña; “hace apenas unos meses, ella era desconocida para la mayor parte de los mexicanos; hoy es tachada como corrupta y enemiga del pueblo, porque el Presidente del país comenzó a pintarla de ese modo… en la mañanera.” Y no me salgan con que el actuar de la ministra Piña y del Poder Judicial tienen que ver con que sea tachada como corrupta. No. El descongelar las cuentas de Garcia Luna, el cancelar la orden de aprehensión en contra de Cabeza de Vaca, el ratificar el amparo de Inés Gómez Mont, etc. no tendrían ningún efecto en la opinión pública si no se expusieran a la opinión pública. Ojos que no ven, corazón que no siente… pero Andrés Manuel insiste en hacer enojar a la gente difundiendo elementos que deberían permanecer en la oscuridad, que no deberían ser nombrados, que pertenecen a una esfera inaccesible para la ciudadanía.
Entrados en gastos
El ejercicio de “las mañaneras” ponen en riesgo la estabilidad política de quienes se benefician de la estabilidad política del país. Ponen en riesgo los intereses de quienes tienen intereses ajenos a los intereses del grueso de la población. Atenta en contra de la supervivencia de sujetos que antes podían actuar como les diera la gana y salir a la calle sin miedo alguno, y hoy en día son fácilmente identificables por una enorme mayoría. No importa que “las mañaneras” sean vistas por un porcentaje insignificante de la población, como se repiten debajo de sus sabanas los opositores a la CuatroTe, lo que importa es que todos los días, a primera hora, ponen sobre la mesa temas, nombres y problemas, de los que la clase dominante preferiría que no se hable, que no se difundan y que sean desconocidos por ese enorme porcentaje insignificante de la población.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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