No hay nada más patético que apelar al pueblo, pero nada más dientes para afuera; se insiste en el discurso una y otra vez de forma machacona, que el pueblo decide y participa, que la democracia se sustenta en el poder del pueblo, para enseguida hacer de los tres órdenes de gobierno, de la representación en el poder legislativo, federal y locales, así como de los cargos de dirigentes partidistas, nacional, estatales y municipales, el eje de la oligarquía morenista.
Una cuestión central del estatuto de Morena es en realidad letra muerta: “un cambio verdadero supone el auténtico ejercicio de la democracia… que la representación ciudadana se transforme en una actividad de servicio a la colectividad, vigilada, acompañada y supervisada por el conjunto de la sociedad”.
¿Quiénes son los consejeros electos de Morena?
El secretario de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres Guadarrama, el director del Instituto de Formación Política de Morena, el caricaturista Rafael Barajas “El fisgón”, la diputada federal Andrea Chávez y tantas otras personalidades de la Cuarta Transformación que son funcionarios, legisladores y dirigentes partidistas.
Estos compadres y comadres quieren ser todo: Funcionarios y legisladores, dirigentes partidistas y a la vez consejeros del Congreso Nacional de Morena; carecen de la más mínima cultura política para abstenerse de participar para un cargo honorífico y darle paso a la militancia de base.
Uno supondría que un partido como Morena tendería a ampliar la base de participación de su militancia, y que impulse una democracia horizontal, una democracia no discursiva, que en un órgano como es el Congreso Nacional se dé cabida a los morenistas de a pie, a “unos completos desconocidos” que no formen parte de las estructuras de poder, que no sean afines a ninguna figura política morenista, para que representen de mejor manera, los ideales de la cuarta transformación y vayan haciendo a un lado la ya tan absurda práctica de incorporar ex priistas, panistas, pvemistas y demás lacras del viejo régimen.
¿Cuál es el método democrático por excelencia para una conformación plural entre iguales?
Ya algunas veces lo probó Morena y no se equivocó; el método democrático por excelencia es el sorteo, el cual se remonta a la Grecia antigua, que de forma libre y secreta todo militante de Morena, entonces sí todos, cúpula y militancia, se registren y puedan acceder a un cargo tan digno, honorario, en el máximo órgano de dirección como es el Congreso Nacional, y asuman representación legitima, no facciosa, que respete a cabalidad los documentos básicos de Morena, al pie de la letra.
Las estructuras de poder morenistas han dado muestra una vez más de que la construcción de una nueva cultura democrática está cuesta arriba, es sumamente difícil contravenir el enorme postulado del sociólogo Robert Michels, quien con meridiana claridad ha marcado el derrotero histórico por el que atraviesan los partidos políticos de cualquier latitud; tarde o temprano todo partido concentra el poder en una oligarquía partidista.
Con los datos presentes, las alianzas con sectores de la otrora mafia del poder, con la violación artera de los estatutos de Morena, con la incorporación de impresentables al gobierno de la Cuarta Transformación, se está acelerando la degradación del joven partido Morena, hegemónico para rato, sí, pero por una ruta poco atractiva para quienes quieren ver una transformación pulcra, no pragmática, con principios.
Un proyecto partidista que no sea discursivo, como el que han adoptado la oligarquía morenista y el propio presidente de la República, que se justifican frente al espejo, argumentando lo más impresentables que son el PRI, PAN y PRD, en lo que tienen toda la razón, pero que no alcanza para sustentar un ideal de rompimiento con el antiguo régimen de corrupción.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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