El 11 de Septiembre de 1973 en Chile se instauró un régimen de terror, una vez destituido el gobierno de la Unidad Popular y tras la muerte del Presidente Salvador Allende, quien prefirió suicidarse en el Palacio de la Moneda antes de rendirse, miles de chilenos enfrentaron una grave crisis política y sufrieron en carne propia la tiranía de la Junta Militar encabezada por el General Augusto Pinochet y apoyada por los grupos de ultraderecha.
Las calles de Santiago de Chile estaban plagadas de militares y tanques, una vez que los golpistas sacaron del Palacio de Gobierno el cuerpo del destituido Presidente Salvador Allende se apuraron en darle pronta sepultura en una tumba anónima, sin ningún tipo de ceremonia fúnebre, en un ataúd sellado y al entierro, celebrado las primeras horas de la mañana del 12 de Septiembre, solamente permitieron la presencia de su viuda Hortensia Bussi Soto y de un primo suyo, quienes no pudieron asegurarse que estaban enterrando a Salvador Allende porque no se les permitió identificarlo, ni siquiera sabían con certeza en qué cementerio se encontraban.
Hortensia Bussi y su primo regresaron a la capital y entre el shock de lo que acababan de vivir no estaban seguros de lo que vendría, la familia Allende Bussi se encontraba dispersa, Carmen Paz, sus dos hijos, su hermana Isabel y también con sus dos hijos, fueron auxiliados por el Embajador Mexicano Gonzalo Martínez Corbalá, quien también estaba dispuesto a trasladar a la Ciudad de México a doña Hortensia Bussi, quien al principio se negó a abandonar su casa en Guardia Vieja pero finalmente fue convencida de trasladarse a la Embajada de México en Chile, ya que corrían el riesgo de ser detenidas y hasta ejecutadas, era urgente brindar apoyo y sacarlas del país.
Beatriz “Tati” Allende, su esposo y su hija Maya Fernández salieron rumbo a La Habana, el marido de ella era cubano y gracias a la intervención de Fidel Castro, pudieron volar a Cuba el 13 de Septiembre de 1973, con ellos viajaron también algunos compatriotas. Beatriz “Tati” Allende era sumamente cercana a su padre Salvador, a quien llamaba cariñosamente “El Chicho”, ella lo acompañó en muchas de sus actividades políticas, compartiendo incluso la profesión de la medicina y los ideales revolucionarios, ella estuvo presente en el Palacio de la Moneda pero su padre, le exigió que saliera, junto a otras mujeres que ahí se congregaron, porque Tati estaba embarazada, tenía siete meses cuando ocurrió el Golpe de Estado y él no iba a arriesgar la vida de sus hijas.
El hijo de Beatriz, a quien llamaron Alejandro Salvador Fernández Allende, nacería en La Habana dos meses después, este pequeño fue muy querido por Fidel Castro, quien brindó todo el apoyo a la familia de Salvador Allende, incluso años después, también acogerá a Laura Allende Gossens, la hermana del presidente.
Las noticias del golpe de Estado y la muerte del Presidente Allende llenaban los titulares de los periódicos en todo el mundo, pero también prevalecía la confusión, el Presidente Luis Echeverría Álvarez era muy cercano tanto a su homólogo chileno como a su familia y giró instrucciones para poder salvaguardar sus vidas, curiosamente, una semana antes de los funestos acontecimientos en la capital chilena, la Primera Dama Hortensia Bussi estuvo en México brindando apoyo solidario a los damnificados por el terremoto de Orizaba, acaecido a finales de Agosto y que dejó múltiples daños, principalmente en Puebla y Veracruz, nadie iba a imaginar que justamente el 16 de Septiembre de 1973, ella junto a sus dos hijas y sus cuatro nietos llegarían a nuestro país ahora en calidad de asilados.
El Presidente Echeverría instruyó a los funcionarios de la Secretaria de Relaciones Exteriores, al Embajador Gonzalo Martínez Corbalá que hicieran las gestiones necesarias para rescatar a la familia Allende, a los empleados de la Embajada de México y sus familias y a todo aquel ciudadano chileno o extranjero que necesitará ayuda para salir de Chile, mandó un avión de Aeroméxico para que los trasladaran a nuestro país y literalmente con lo que traían puesto, arribaron a la Ciudad de México el 16 de Septiembre de 1973 los primeros chilenos, quienes jamás imaginaron que en México encontrarían una segunda patria.
La Embajada de México en Chile, después del golpe de Estado se convirtió en la esperanza de vida de cientos de hombres , mujeres y niños chilenos, ahí se congregaron cientos de personas a lo largo de dos años, fue un campamento y la gente ocupaba tanto las habitaciones como los jardines, las condiciones de vida eran precarias pero el estar ahí era la tabla de salvación, hubo incluso fusilamientos en la calle pues los militares impedían que llegaran más personas a la embajada.
No todos los que llegaron ahí obtuvieron sus salvoconductos para poder abandonar su país pues los miembros de la Junta Militar no les permitió salir de Chile, muchas personas fueron desaparecidas o encarceladas, hubo varios vuelos cientos de exiliados que se establecieron en México que fue el ejemplo de solidaridad y fraternidad al país sudamericano, desde septiembre de 1973 hasta 1974 brindó apoyo a los chilenos, hasta que se rompieron las relaciones diplomáticas con el gobierno de Augusto Pinochet por diferencias irreconciliables.
La familia de Salvador Allende, dirigida por Hortensia Bussi se convirtió en la voz de los chilenos en el mundo, desde México el grito de la Resistencia expresaría al mundo las atrocidades de la dictadura y enaltecieron la memoria del Presidente Salvador Allende, estableciendo también la Casa de Chile en México y desde ahí se harían múltiples actividades culturales y políticas.
México fue la Luz de esperanza cuando la penumbra de la Dictadura asoló a Chile, muchos exiliados jamás volvieron a su patria, algunos sí regresaron, los hijos y nietos volvieron también cuando el plesbicito decidió que el pueblo chileno no iba a permitir que el General Augusto Pinochet siguiera en el poder, incluso doña Hortensia Bussi y sus hijas volvieron a Chile e hicieron, por fin, un funeral de Estado para Salvador Allende y trasladaron sus restos a la capilla familiar.
Fueron recibidos con gran ovación, sin embargo nada podría compensar el sufrimiento del exilio, pero al menos, se recuperaría la dignidad.
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