Como si no fuera suficiente con la embestida que desde el Poder Ejecutivo se lleva a cabo en contra de los humildes, incuestionables y sacrosantos derechos de la clase privilegiada y sus vasallos, que tienen la dicha de pagar su existencia a meses sin intereses, desde el INE se ha establecido que los partidos políticos —esas asociaciones humanitarias encargadas de velar por los derechos del gran capital—tengan que postular, por lo menos menos, a un diputado(a) en situación de pobreza como parte de las cuotas de acción afirmativa
¡Por vida de Dios! ¡En qué cabeza cabe una idea de tan perversa naturaleza! ¿No están satisfechos con que existan cuotas de género? ¿No les parece suficiente que las minorías identitarias estén representadas? Los pobres tienen derecho al voto, nadie les exige que sean propietarios o que tengan una cantidad respetable de dinero en su cuenta bancaria para marcar la boleta electoral y y que esta sea considerada en el recuento de los votos ¿No es eso suficiente? ¿De verdad creen que desde su pobreza podrán afrontar el entramado sociopoliticocultural, cuyo entendimiento demanda todo puesto de representación popular en el cual se garantice que popularmente se representen los intereses privados? ¿Qué sigue? ¿Qué se otorgue a los pobres los mismos derechos que a los privilegiados? ¿Qué mundo le vamos a heredar a nuestros hijos?
A nadie sorprende que no faltaran quienes aplaudieron la medida de este INE que traiciona los principios de aquel otro INE, el INE por el que la noble marea rosa inundo las calles dispuesta a sacrificar un par de horas para defenderlo, ese INE que era bienintencionado y trabajaba en pos de conservar el status quo, las buenas costumbres y el enriquecimiento de los consejeros que sabiamente ponían a trabajar el dinero publico —que cuando se utiliza para lo público es pero que tirarlo a la basura— en fideicomisos de usufructo privado. A nadie sorprende que no faltaran quienes ven en la inclusión de cuotas de pobreza en las candidaturas de los partidos políticos una importante medida para disminuir la desigualdad de nuestro país. A todos ello, los invito a reflexionar, los invito a que se pregunten ¿Qué incentivo le queda al pobre —que como, bien reza el catecismo echaleganista de la clase media aspiracionista, es pobre porque quiere— para dejar de ser pobre, si siendo pobre puede participar por un puesto de representación popular en el que ganará mensualmente lo que no ganaba toda su familia con un año de trabajo ¿Para que va a quererse esforzar, sacrificar, entregar su vida, tiempo y voluntad a la explotación del hombre por el hombre, si bien puede afiliarse a un partido político y esperar a que le toque una candidatura? La representación popular no debe ser un camino para la superación personal. No. La representación popular debe ser una camino para que las clases privilegiadas, que sin lugar a dudas son superiores al resto de nosotros, de lo contrario no serían privilegiadas, expandan su superioridad y sean recompensadas por ello con recursos públicos casi ilimitados.
La cantaleta de que el pobre legislará a favor del pobre y verá por los intereses de las clases oprimidas no solo es un absurdo, es un peligro. A todas luces carece de fundamento, que así suceda en otros países no quieres decir que sucederá igual en el nuestro. Si no me creen vean todas esas películas de Luis Estrada que rayando en la caricaturización de mal gusto y proyectando un burdo desprecio clasista, nos han enseñado que el pobre, cuando se le presenta la oportunidad, se alinea con la clase explotadora y busca mantener al pobre en la pobreza. Sin embargo, si fuera cierto que el pobre legisla a favor del pobre ¿Para que los queremos legislando? Imaginen legisladores que sigan aumentando el salario mínimo, que garanticen mejores condiciones laborales para la clase obrera, que busquen transformar la cotidianidad de los más que son los que menos tienen, que no antepongan los derecho de la clase privilegiada ni las empresas a las que sirven, que busquen acabar genuinamente con la desigualdad ¡Acabar genuinamente con la desigualdad! ¿Se dan cuenta de lo que eso significa? ¡Quieren que todas seamos iguales! ¡Homogeneizarnos y que el poder de consumo no nos haga diferente, que nada nos distinga del otro! ¡Que todos tengan la posibilidad de vivir dignamente! ¡El horror comunista!
Entrados en gastos
Lo que se necesita es robustecer los candados que mantienen el orden en orden. Establecer mecanismos que garanticen que solo pueden ser electos quienes tengan más de tres propiedades, si una de ellas es en el extranjero mejor aún, ahorros superiores a los quinientos mil pesos, lo cual es nada para la clase alta del decil más alto de la ciudadania, que cambien de coche cada año, sean católicos, blancos o de tes clara (rubios de preferencia), hombres, heterosexuales, por lo menos en publico, devotos del heteropatriarcado, formados en universidades extranjeras, por favor, cuando digo universidades extranjeras, hablo de universidades en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, con ganas de se plurales podemos permitir que quienes se formaron en universidades en Canada, España o Francia, participen, pero no alguien que estudió en algún país extranjero que no sea parte del primer mundo.
Debemos garantizar que solo quienes entienden que las políticas públicas deben realizarse para el beneficio privado de unos cuantos, accedan a los puestos de representación popular. No abrir las puertas de par en par para que cualquiera pueda determinar el destino de las clases privilegiadas, a quienes tanto trabajo les ha costado despertar todas las mañanas, no hacer nada y preservar sus privilegios. En el peor de los casos, si el INE insiste en que tengamos diputados en situación de pobreza, como parte de las cuotas de acción afirmativa, debemos demandar que esos diputados cobren un sueldo que no les permita salir de la pobreza, de lo contrario, estaremos poniendo en riego las entrañas mismas de nuestro sistema de desigualdad social.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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