Como si viviéramos en los últimos años del siglo pasado, la historia de la política en México parece repetirse. Después de los resultados de las distintas encuestas llevadas a cabo por Morena, para definir al candidato de ese partido rumbo a las elecciones presidenciales del próximo año, Marcelo Ebrard emula a su mentor Manuel Camacho y prepara un camino alterno al del partido que forma parte. Aunque en repetidas veces ha dicho que él no se va de Morena y que, por el contrario, quienes ayudan a decir que se marchará, son quienes lo quieren fuera, ha puesto mucha distancia de por medio entre sus dirigentes y la candidata ganadora de las encuestas, Claudia Sheinbaum, a quien llamó “esa señora” con un dejo de soberbia.
Si existen diferencias insalvables de parte del exsecretario de relaciones exteriores hacia Sheinbaum, solo su equipo más cercano y él mismo lo sabrán; por su parte, la exjefa de gobierno de la Ciudad de México llamó a Ebrard a integrarse al proyecto que plantea la continuidad con el actual sistema que se implementó a la llegada del presidente López Obrador.
Resulta destacable que, durante el proceso de selección del coordinador de los comités de defensa de la cuarta transformación, algunos simpatizantes de los distintos candidatos se radicalizaron en redes sociales y acusaron diversas maniobras a favor de unos y en contra de otros, aunque las muestras estadísticas al final del proceso demostraron con pocas variantes, quién era la verdadera ganadora, sin dejar lugar a dudas de ello.
De los seis contendientes que plantaron cara, solo el ahora quejoso Ebrard no reconoció los resultados y amagó desde ese momento una ruptura con el partido. Ahora, después de unos días, lanza una nueva asociación, que en lo fundamental pretende seguir los pasos de lo que hoy es Morena y bajo la que emprenderá una gira nacional por los estados del país.
Es de llamar la atención que piense que su movimiento pueda tener una fuerza tal que lo impulse de manera independiente a hacer frente a la candidatura de Claudia Sheinbaum, al grado de pensar en la oportunidad de ganar las próximas elecciones federales en 2024, porque si el exjefe de gobierno se propone hacer esta gira y escindir el movimiento de la izquierda, es porque sospecha que tiene la posibilidad de ser presidente de México, sino, ¿con qué otro fin se prepararía para competir por cuenta propia?, ¿acaso él tiene otros datos de lo que quedó registrado el pasado 6 de septiembre?
De no ser así entonces, ¿quién es la mano que mece la cuna y le aconseja que él puede con todos y con todo? ¿qué pretende sino dividir a la izquierda hoy unificada a una voz bajo el mando de Claudia? Y sus seguidores, ¿bajo qué causa o razón pretenderían votar por un proyecto alternativo de izquierda que a la postre puede no ser triunfador o por el candidato a quien, en cualquier caso, ven como víctima de un proceso? Es decir, ¿qué va a pasar con las convicciones de los seguidores de Marcelo, si es que al final este opta por dejarse cobijar bajo las siglas y colores de un partido de la oposición, como es Movimiento Ciudadano?, ¿aún en ese caso votarían por él o cambiarían de repente su decisión y declinarían en favor de Sheinbaum, dado que ella representa la opción que, después de todo, concuerda con sus ideologías políticas?
Esperemos que la novela Ebrardista se defina a tiempo para que las aguas se calmen entre sus fieles y los de Claudia Sheinbaum, que el excanciller haga oídos sordos al canto de las sirenas y quepa la prudencia en él y de paso, entendamos todos que la izquierda, el movimiento y el país necesitan hoy más que nunca, la unión de sus fuerzas para continuar el proceso de transformación que empezó en 2018.
- Twitter: @Pablo_OcampoEsc
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