Censurables y borrables

Las personas exigen libertad de expresión
como compensación por la libertad de pensamiento
que rara vez usan.

Søren Kierkegaard, La época presente.

Esta semana tuve que ir a CU, y salí de ahí abatido. 

Hacía como diez años que no me apersonaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en cuyas aulas, hace casi ya cuarenta años, estudié la licenciatura. La última vez que había visitado mi escuela, tal vez en 2012, ya era perceptible el deterioro, pero no al grado en el que hoy día cunde. En principio, las descomunales rejas de metal que pusieron estragan todo: ahora, para quienes llegan por el circuito Mario de la Cueva, la Facultad parece un centro penitenciario. Horroroso. El ascenso a la explanada y los edificios se siente como una inmersión en un sitio fortificado. Lo primero que me hizo detener el paso fue un mural pintado en uno de los primeros edificios con que uno se topa. Dos enormes monigotes, evidentemente jóvenes. Uno está leyendo un pequeño libro que sostiene frente a sí con la mano derecha, el otro mira hacia el horizonte. El primero está encadenado a una modesta pila de volúmenes: Dogma, Poder…, Historia Universal, El Capital, Dinero y… El otro personaje parece tener las manos esposadas a la espalda. Hay un tercer rostro en el otro extremo, con los ojos cerrados y una expresión de sufrimiento. El caso es que cada uno de los tres individuos aparece con una cinta negra cubriéndole la boca, en todas con sendos letreros: CENSURA. Un mensaje no censurado: un mural paradójico. Y conforme uno se aproxima a la explanada, la explosión: todas las paredes están plagadas de pintas y con papeles pegoteados… Más allá de lo sucio e indecoroso, más allá del salvaje aspecto que ofrece la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, lo que realmente me entristeció fue el contenido de los mensajes. Enseguida una muestra…

Seis palabras en dos líneas, y entre ambas, la ilustración de una silla blanca de plástico. En el respaldo de la silla la marca de una cerveza: Corona. El mensaje: seis palabras y una falta ortográfica:

Pa que descanses de
tú ansiedad

En una de las escaleras del edificio A, una declaratoria que resulta difícil de considerar como política y en cambio sí, por el pronombre, como importada:

Nunca quise
tanto a nadie
como a vos

En otro piso, este sí un clásico, con todo y su hoz y martillo, tan repetido y repetido que, me temo, ya no dice nada: 

Luchar
Crear
Poder
Popular

Me hallé también montones de grafitis que ni de cerca alcanzan el piso mínimo del planteamiento de una postura política. Tonterías que ni a memes llegan. Pintas que hace que uno tenga que dudar respecto a la edad mental de quienes las realizaron: un ente parecido a un oso amarillo, alado, bocón y con cola, acompañado únicamente de una palabra: ¡Libérate! Y a la entrada de un salón de clases, de un salón de clases universitario, de un salón de clases de la Máxima Casa de Estudios del país, algunos monitos minimalistas más o menos bien dibujados: un gato con casco de astronauta parado sobre un planeta de su tamaño, un cohete espacial, un alienígena con gorra, un pequeño astronauta… El gato dice: No estoy bien. El extraterrestre afirma: No estamos solos. El astronauta por su parte informa: Me siento solo. Y en el colmo, esta sí, neta, degradación de valores, échense este tropo a la uña:

Sexo,
Drogas y
José José

En un aula, de extremo a extremo del pizarrón, con plumón de tinta indeleble, pude leer el mensaje mejor redactado y, además, indiscutible:

El fútbol no es el único deporte.

Pero no todo lo que vi fue bobería y la estulticia exhibicionistas, también, desgraciadamente, me topé con mensajes estos sí muy censurables; muestro uno:

No votes lucha

El peor de todos, la puntilla, el que me dejó un mal sabor de boca que no se me ha quitado todavía, estaba pintarrajeado muy cerca de las ventanillas de servicios escolares —en donde, por cierto, en la señalética correspondiente alguien tachó “servicios” y arriba escribió “acosos”—:

No le debo
nada a este
país X 
por nacer aquí.

Independientemente de la incorreción gramatical, aceptemos que resulta un espanto encontrar esta moción en las paredes de Ciudad Universitaria, más en Ciencias Políticas y Sociales. De entrada, el o la mozalbete que pintarrajeó ese aserto seguramente no tiene ni la más remota idea del gran privilegio que supone que esté ahí inscrito. Quien apuntó tal afrenta es quien menos me preocupa porque en última instancia fue uno: quienes realmente me desconciertan y me llenan de tristeza es el montonal de alumnos y profesores que no lo pintaron y tampoco lo han borrado.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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