Violencia, golpe avisa

El nado sincronizado de los medios en México tiene una sola alarma que de tan reiterada muestra su rostro de consigna que intenta desestabilizar la tranquilidad social de manera artificial: México se incendia, es la frase que los convencionales, acostumbrados a percibir la realidad con una simpleza que raya en la ingenuidad, repiten y les crea preocupación irracional.

La primera línea de ataque que encabeza al golpe blando la conforman en México los medios de información, los comentaristas que acostumbraban extorsionar sobornar a políticos y funcionarios, son lo que primero dispararon contra la actual administración. Los medios son esenciales en la ofensiva contra el presidente de la república, para nadie es un secreto.

De ahí su queja permanente de que son reprimidos y castigados por el Jefe del Ejecutivo en las conferencias matutinas.  El otro medio que han privilegiado los opositores son las redes sociales, en las cuales, de manera individual o, en “granjas” o “bots”, multiplican automáticamente los mensajes negativos, las noticias falsas y demás, que rápidamente se “viralizan”.

Una de las partes esenciales del golpe blando es el que se llama el calentamiento de la calle, con el tema de la inseguridad y la violencia. precedido por arengas como la cantidad de las muertes ocurridas por la pandemia, o la adjudicación de responsabilidades penales en accidentes.

La operación conjunta del golpe blando en México inició con el Pacto por México firmado por los líderes de los partidos que ahora integran la alianza opositora, a invitación de Enrique Peña Nieto, quien sabía que la hegemonía de su partido estaba prendida de alfileres y la legitimidad de su liderazgo se derrumbaba.

Los golpes blandos en América Latina, organizados desde Estados Unidos a través de la CIA, han tenido tantas victorias como derrotas, la complejidad de sus victorias tiene que ver con la popularidad del Presidente a quien se quiera descarrilar, por lo que es alarmante que en una semana López Obrador haya perdido un punto en su popularidad, lo cual nunca había sucedido. Ahora, en lugar de tener 61 por ciento de aceptación tiene 60, que es un buen margen pero no debe desdeñarse la pérdida de un millón de simpatías por causas baladíes.

Es un lugar común afirmar, sin miedo a equivocarse, que la palabra comunismo ha servido más a la derecha que a la izquierda. Su evocación mueve a una alusión casi sacra en el discurso político que tiene que ver con el infierno. La amenaza, que nunca llega ni llegará, del acecho del comunismo va a cumplir un siglo. El miedo al comunismo sigue siendo un arma para desestabilizar gobiernos, principalmente en América Latina, que se asienta como precedente para realizar tareas golpistas y destituir gobiernos democráticamente electos.

La etapa que tiene que ver con el imaginario “país incendiado”, en alusión a la campaña de violencia que deriva en interpretación ficticia de inseguridad social, y que se vive actualmente en México, ha servido para culpar a López Obrador de pasivo, ante la lucha contra la delincuencia y rescatan una frase tomada regularmente fuera de contexto de abrazos no balazos, a la que le han otorgado un significado casi teológico. Intentan convertir la lucha contra la delincuencia en un apostolado obradorista.

La inseguridad es un problema que se ha magnificado desde el inicio del sexenio, sea cual fuere su respuesta y/o resultados reales.

La toma de calles por la derecha se convirtió en una característica del actual sexenio. Las manifestaciones callejeras son ahora protagonizadas por los ricos y anteriormente eran un bastión de los pobres que exigían justicia, ahora blanden la espada de la defensa de la corrupta Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Demandas ecológicas absurdas, feminismo de laboratorio, la toma de la CNDH, de la Presa La Boquilla, la defensa irracional del INE, el plantón de Frena, la coalición electoral de tres partidos de oposición, forma parte de la conformación de un golpe de Estado amplio. Así, la violencia será un tema no sólo recurrente en las campañas de la derecha sino obsesivo.

La violencia es el tema favorito para tratar de desestabilizar un gobierno porque tiene que ver con el terror que se infunde en la población, y esta situación, con el apoyo de los medios, arroja un vacío de poder, una especia de fractura institucional que en realidad es lo que el golpe blando busca al declarar estado fallido un régimen legal.

La violencia en las calles y carreteras es provocada con fines de desestabilización y, por lo tanto, políticos. Desde el asalto a la joyería en Plaza Antara, de Polanco, hasta la balacera en Río Bravo, Tamaulipas, pasando por asaltos en la Autopista de Michoacán y los incendios de Pemex, es parte dela estrategia para calentar las calles, impedir que la gente salga y manipular desde los medios electrónicas en la comodidad de su hogar.

La actual violencia en México no representa una falta de control sino que el objetivo es que la población hable siempre de la violencia, para lo cual deben repetir incidentes, prefabricados en diferentes puntos de la vida política del país, incluyendo las oficinas de partidos de oposición.

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