Uno, dos, tres José María Morelos, es la consigna

Opinión de René González

Desde sus primeras campañas militares la fama de generalísimo José María Morelos y Pavón traspaso las fronteras coloniales españolas. Dicen que cuando Napoleón Bonaparte organizaba la invasión a Rusia y supo de las proezas de Morelos exclamó: “Si tuviera cinco hombres como Morelos, conquistaría el mundo”. 

Otras fuentes dicen que dijo “dos Morelos”, y algunas más aseguran que dijo “con diez Morelos”, algunos más dicen que no hay certeza de que el emperador francés haya nunca dicho eso; lo cierto es que la capacidad organizativa que caracterizó a José María Morelos era ya legendaria en la segunda década de siglo XIX, y reconocida allende las fronteras de la Nueva España -en tiempos de la revuelta insurgente donde el humilde cura con raíces afro se convirtió en el genio militar que con un ejército popular compuesto por campesinos indígenas del altiplano y por negros y mulatos de la costa; mantuvo a raya al ejercito realista compuesto por contingentes de militares profesionales, siempre emancipando nunca conquistando, a extensas regiones del sur.

Esta experiencia en campaña le proporcionó a Morelos una amplia visión organizativa, que dio fortaleza a sus ideas y base social a sus iniciativas políticas, fundadas en la esencia de contraponer la representación popular a un régimen vertical, opresor, colonialista, despótico y extranjero; la horizontalidad en la toma de decisiones ante la explotación y la esclavitud. El anhelo de construir un lugar más justo entre iguales, dio pie a la liberación de pueblos y regiones, que comprendieron el derecho a decidir sobre su destino. Como señaló Patricia Galeana: “El líder insurgente marcó el surgimiento del Estado mexicano con la creación de la provincia de Tecpan (1811), origen del actual estado de Guerrero. En esta provincia se eligió al primer representante popular, para el primer congreso nacional, José Manuel de Herrera.” (Galeana, 2015)

Morelos defiende y organiza la idea de una República en sustitución del virreinato, sueña con un modelo de gobierno que integre a los dirigentes de la revolución -emanados y representativos justamente de las provincias-, en contraposición a la idea de un “Protectorado Nacional” como pensaba Ignacio López Rayón, a quién arrebató el liderazgo de la Independencia, rebasándolo con una visión radical del estado de los asuntos públicos. Una República construida desde abajo, surgida como él aseveró, de la “fuente pura del pueblo”:  es la aportación de Morelos como hombre de palabra y acción.

“Fue en septiembre de 1813, cuando Morelos dominaba desde Oaxaca hasta Acapulco y de ahí a Orizaba, que convocó al Congreso de Anáhuac para elaborar el Decreto constitucional para la Libertad de la América Mexicana. Carlos María de Bustamante había querido que el Congreso se reuniera en Oaxaca, pero Morelos prefirió que fuera en sus dominios originales. Creó la provincia de Tecpan, que corresponde a los actuales límites del actual estado de Guerrero, y dio a Chilpancingo rango de ciudad capital, para que fuera la sede de la representación nacional. Hubo diputados electos por Tecpan y Oaxaca y se designó a representantes de todas las provincias en poder de los realistas. Por la parte independiente de México, se eligió a José Manuel Herrera, representante por Tecpan, y a José María Murguía, que representó a Oaxaca. Por la parte “oprimida de la nación” fueron electos: Ignacio López Rayón, por Guadalajara; José Sixto Verdusco, por Michoacán; José María Liceaga, por Guanajuato; Carlos María Bustamante, por México; Andrés Quintana Roo, por Puebla, y el doctor José María Cos, por Veracruz.” (Galeana, 2015)

Con el ideal de la representatividad popular como fundamento para la abolición del antiguo régimen, en un célebre documento de 23 puntos, Morelos presentó su proyecto de Constitución con el nombre de Sentimientos de la Nación, en la apertura del Congreso de Chilpancingo, el 14 de septiembre de 1813. De esos puntos, en función de su perspectiva de transformar la realidad desde las bases del pueblo, Morelos expresó: 

Así, la Independencia de México se radicalizó por el papel de José María Morelos, como señala Ernesto Lemoine: “Porque los pueblos respondieron al llamado de su caudillo, y en aquellos en que pudieron efectuarse comicios para la designación de electores, los humildes votantes, habituados durante siglos a vivir bajo un sistema de opresión, de tiranía y de servidumbre, despertaron de pronto ante una realidad que nunca hubieran imaginado: el rescate de su libre albedrío”. (Lemoine, 2015).

Por la obra del Generalísimo Morelos, la Independencia culminó en la primera Constitución, el pacto fundacional del nuevo régimen. El 22 de octubre de 1814 once constituyentes signaron la Constitución de Apatzingán, que estableció un régimen republicano, semiparlamentario, pues el poder Legislativo, es decir la representación directa del pueblo, tenía prevalencia sobre los poderes Ejecutivo y Judicial, aunado a que el Ejecutivo era un cuerpo colegiado.

La Constitución de 1814 en su exposición de motivos declaró que se sustituía “el despotismo de la monarquía de España”, por diputados emanados del poder del pueblo, que con ello se preservaba la Patria, “de la tiranía doméstica”. Comprender que no hay transformación profunda de régimen sin tener su raíz en la participación y representación del pueblo, es una de las premisas del legado del Siervo de la Nación, como el mismo quiso llamarse. 

¿Por qué admirar el genio militar de Napoleón si nosotros tenemos nuestro Morelos? Entre un insurgente y un conquistador nuestras simpatías se decantan por quien supo ponerse al lado de los humildes y oprimidos. El hombre sencillo que puso lo mejor de sí para acabar con el antiguo régimen donde él mismo fue discriminado y sus semejantes esclavizados. Su nombre, que pasó a la inmortalidad con el rompimiento del sitio de Cuautla, también tiene que ser considerado en los anales del pensamiento libertario como intérprete del sentir de las masas que lo acompañaron hasta su cruel condena. Morelos es un verdadero intelectual y pensador de avanzada, que terminó por definir los rasgos de una República sin distinciones que seguimos construyendo todos los días, a pesar de la reacción.

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