En días recientes, William Barr, abogado y ex fiscal general durante la administración de Donald Trump, afirmó en un artículo publicado por el Wall Street Journal, que durante el sexenio de Felipe Calderón “fue el único que ha enfrentado al narcotráfico en México”. Por otro lado, el presidente Andrés Manuel López Obrador cuestionó las razones de esta postura en el contexto del juicio contra Genaro García Luna, el brazo derecho de Calderón y protector del Cartel de Sinaloa.
Durante su conferencia matutina se preguntó: “¿no será que como ya está de nuevo en su despacho le va a llevar el caso a Calderón, lo van a contratar de abogado de Calderón o de quienes resulten arriba, aquí y allá responsables, porque puede hablar todavía García Luna?” ¿A qué obedece llevar a cabo intervención armada estadounidense en nuestro país? ¿Sería la solución al problema de la adicción al fentanilo?
No es la primera vez que los estadounidenses llevan a cabo incursiones armadas a México. A mediados del siglo XIX, la naciente Unión Norteamericana buscó expandir su influencia política hacia el Sur, el océano Pacífico y el Golfo de México y acceder a importantes recursos naturales. Reconociendo la superioridad militar de su ejército profesional, su rápido crecimiento económico y su fuerte confianza en su superioridad como civilización, fueron capaces de invadir territorio mexicano en una larga y sangrienta guerra (1846-1848). Como consecuencia, la Unión Americana reclamó y obtuvo los territorios de Texas, Alta California, Nuevo México, Utah, Colorado y Wyoming. México perdió más de 2.4 millones de kilómetros cuadrados de territorio nacional firmados en los Tratados Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848.
Durante la Revolución mexicana, Francisco Villa y sus seguidores saquearon el rancho de Chihuahua de William Randolph Heast, magnate de los medios periodísticos estadounidense, quien poseía millones de dólares en petróleo, minería, madera, chicle y propiedades descritas “del tamaño de Maryland y Delaware combinadas”. Los hombres de Villa se llevaron 60,000 cabezas de ganado y fueron distribuidas a los peones. Como consecuencia, Hearst instruyó a los editores de sus periódicos lanzar un ataque informativo a gran escala sobre México, presentándolo como un enemigo potencial de los Estados Unidos e instando al gobierno a enviar tropas para restaurar el orden. En respuesta a un ataque de las fuerzas villistas a Colombus (Nuevo México), ocurrido el 9 de marzo de 1916, el presidente Woodrow Wilson confió una fuerza expedicionaria al mando del general John J. Pershing y el primer teniente George Patton, quien tendría fama en el futuro como general de las fuerzas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
El 14 de marzo de 1916, la llamada “expedición punitiva”, con más de 10,000 soldados, equipada con armamento y un escuadrón aéreo, se internó en Chihuahua, con el único fin de “capturar a Francisco Villa y a su banda”. Pershing ordenó a sus fuerzas no atacar a las tropas constitucionalistas y esforzarse en convencer a los mexicanos de que sólo buscaban capturar a Villa y a sus hombres. Por once meses, los persiguió de manera infructuosa. El jefe revolucionario permaneció oculto en la cueva del Coscomate, una caverna ubicada en la cima de un cerro en la región central del estado y desde allí organizó el combate de guerrillas en contra del invasor estadounidense. La expedición fracasó, la población mexicana enfrentó a las tropas estadounidenses con palos y piedras, Carranza llevó a cabo una serie de negociaciones diplomáticas para negociar la salida de las fuerzas estadounidenses y se vieron obligados a salir de México para combatir en la Primera Guerra Mundial en 1917.
Con respecto al fentanilo, este narcótico es usado como analgésico y es un opiáceo es 50 veces más potente que la heroína. Es producido en los laboratorios clandestinos, a diferencia de un laboratorio farmacéutico. Su potencia y sus efectos inmediatos están detrás de la adicción que genera. Puede ser inyectable, pero aplicable también en parches y tomarse en pastillas. Se calcula, que el 95% del fentanilo pasa a los Estados Unidos por el sur, burlando todas las barreras puestas por la DEA y ha inundado el mercado al punto que el fentanilo confiscado en 2022, es decir, 379 millones de dosis, sería suficiente para matar a la población estadounidense.
Por otro lado, detrás de las afirmaciones del ex fiscal Barr está el legislador republicano de Texas Daniel Crenshaw. Hace dos meses, presentó una iniciativa en el Congreso estadounidense para facultar al gobierno federal la autorización de las fuerzas armadas para combatir el tráfico de fentanilo. En otras palabras, busca legalizar una invasión. Carlos Pérez Ricart, profesor e investigador del CIDE, afirma que los planteamientos de Crenshaw y Barr “pueden convertirse en la matriz de una campaña electoral del Partido Republicano estadounidense para las elecciones presidenciales del 2024, disgustados por las políticas del presidente Biden”.
Para concluir, retomó las palabras del cineasta estadounidense William Friedkin, director de Contacto en Francia (1971) y El Exorcista (1973) “Cuando veo a mi país provocando o amenazando a otro país siento vergüenza. Sólo se necesita un hombre loco para que ponga fin al mundo tal como lo conocemos”, agregó el cineasta. Llevar a cabo una incursión militar, en el nombre de “cruzada contra el terrorismo internacional”, implicaría no solo una violación a la soberanía mexicana, sino enfrentarse al pueblo mexicano dispuesto a repeler a los estadounidenses, de la misma forma que se hizo en la intervención estadounidense (1846-1848) y la expedición punitiva (1916).
Estados Unidos cree tener la autoridad para ser la policía del mundo. Lo que debe de hacer, es administrar el problema de las drogas, legalizarlo con el fin de ejercer un estricto control sobre las drogas. De una manera similar a la derogación de la Ley Seca en 1933, evitando que las bandas criminales siguieran tomando el control de la venta ilegal del alcohol.
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