Una “Generación Perdida” a la mexicana

Opinión de León Fernando Alvarado

La 4T vino a terminar con los desvaríos neoliberales ascendidos a la categoría de dogmas. Que el aumento a los salarios era un factor que disparaba la inflación. Falso. Que a estas fechas, el dólar estaría por las nubes debido al erróneo manejo de la economía. Falso. Que ya no teníamos petróleo y había que vender a Pemex como chatarra. Falso. Que los ‘ninis’ eran un montón de haraganes reunidos en las esquinas. Falso también.

Y que intelectuales, artistas, académicos, científicos, universitarios y periodistas eran seres aparte de la humanidad, sobrios en sus juicios, ecuánimes en sus dictámenes, objetivos en sus análisis, incorruptibles en sus funciones, insospechables de comprar el pan de sus hijos con dinero producto de la corrupción y la lambisconería. Nada más falso.

De esta generación de artistas y académicos, una generación perdida en y por la marea neoliberal, se esperaba una contribución intelectual a la altura de sus estudios de doctorado, una sensibilidad artística que ayudara a comprender el momento actual del país. Y nos quedamos esperando.

A cambio de esa ausencia, entregaron lo más triste, ruin y mezquino de su pensamiento y de sus personas. Enseñaron el cobre, pues.

Uno de ellos, por ejemplo, el feroz cabecilla del grupo, atribuyó al mortal Enrique Alfaro las cualidades de Mariano Otero 1, jurista que se distinguió por “la defensa de los derechos y garantías de los ciudadanos ante la autoridad” 2. Igualitos Otero y Alfaro, como dos gotas de agua.

Para elevar el nivel de debate, el jefe de los insurrectos que viste casaca de izquierdista (autor de la novela La guerra de Galio, una calca muy trompuda de Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa) llamó “pendejo” 3 a López Obrador. Para mayor escarnio, es el autor intelectual del bárbaro mazacote electoral que responde al nombre de PRIANRD.

La lista podría hacerse muy larga y aburrida, pero no estaría completa si no se consignara al “poeta” “cristiano” que, honrando su corazón desbordante de amor al prójimo, comparó al presidente López Obrador con Hitler 4. Sería injusto este recuento si pasara por alto a los majaderos entreguistas que, como peregrinos que adeudaran una manda al Santo Niño de Atocha, acudieron de rodillas ante el embajador norteamericano en México, Ken Salazar, a pedirle sanciones al dictador. No los echaron a patadas de la oficina porque Salazar tiene el amor propio que a los disminuidos ilustrados echan en falta.

¿Cómo se dio este abandono de la inteligencia? ¿Por qué renunciaron los doctores al ejercicio del talento? ¿Qué los hizo aborregarse en torno a sus dos pastores como ya no lo hacen ni los obreros cetemistas más desposeídos? ¿Por qué nunca una protesta, una actitud independiente que los desmarcara de sus líderes y les devolviera su autonomía?

Porque no hay duda de que si los instructores lo ordenaran, poetas, intelectuales, científicos y académicos desfilarían por Reforma rumbo al Zócalo con mantas de apoyo a Nexos, o a Letras Libres, o a X. González, o a Reyna Haydee. Ya lo hicieron firmando manifiestos y entre eso y una marcha no hay mucha diferencia. Pero por lo pronto, si no hay mantas, que por lo menos haya tuits.

La respuesta a las anteriores preguntas se encuentra en el aforismo puesto de moda por AMLO: Lo que no suena lógico, suena a metálico. 

Ya instalados en la paradoja, se ha vuelto contra los intelectuales de derecha el lodo que alegremente arrojaron contra el gobierno. Así, el “ogro filantrópico” de Octavio Paz ya no habita en Palacio Nacional porque se mudó a las oficinas de Krauze y Aguilar Camín, nuevos ogros filantrópicos que dan y quitan prestigio y abren puertas. El “progreso improductivo” de Gabriel Zaid dejó su puesto en las obras del gobierno echeverrista para subirse a la literatura promovida por los iluminados gurús, la cual se publica en acreditadas editoriales sin acercarse a la obra de Revueltas, de José Agustín, de Sainz, de Leñero.

Previa manita de puerco al genial poema de José Emilio Pacheco, “ya son todo  aquello contra lo que lucharon a los veinte años”. Son los académicos, intelectuales y periodistas bien informados que no vieron el saqueo o que si lo vieron se quedaron callados. Eso no suena lógico. Suena metálico.

En alguna parte de La vuelta al día en ochenta mundos, JulioCortázar afirma: “(…) entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia.”5 Interpretaciones aparte, sugiere una vinculación estrecha entre decir y hacer porque se es lo que se escribe y se escribe como se es. Esta Generación Perdida mexicana, perdida en el mar de las complicidades, ha quedado a deber una obra sólida y contundente que se aleje de las excentricidades y que contribuya a explicar este momento de transformación del país. 

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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