Teñirse de verde y de rojo

Opinión de Carlos Mendoza

Sin duda, uno de los momentos más cruentos del movimiento estudiantil-popular de 1968 se da con el inicio de la intervención del ejército mexicano para reprimir a las y los estudiantes que protestaban y luchaban por un mejor país. De los hechos ocurridos esa madrugada del 30 de julio de ese año “olímpico” hablaremos en el presente texto.

Contexto

La década de los 60´s nos trajo varias movilizaciones en el mundo, principalmente de estudiantes, que demostraban su rebeldía y deseos de una sociedad mejor. Desde Checoslovaquia, pasando por Alemania, Argentina, China, el Mayo Francés (quizás el más importante), hasta nuestro país que demostraron ese “espíritu” rebelde y por momentos hasta revolucionario. La lucha de clases se nos mostraba con una animosidad importante.

Eran tiempos de profundización de la Guerra Fría entre los bloques capitalista (liderado por los Estados Unidos de América) y el socialista (liderado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Lo cual marcaba un contexto interesante, pues la lucha por la Revolución Mundial y la búsqueda por detenerla estaban en todo momento.

La Revolución Cubana de 1959 daba nuevos aires a la Revolución Socialista en el mundo, principalmente se sintió su influencia en América Latina. Así, florecieron movimientos armados antiimperialistas a lo largo del continente, su diversidad era importante, pero su objetivo principal coincidía.

Con todo ese ambiente revolucionario, la lucha de clases en nuestro país se mantenía muy activa debido a la crisis económica del desarrollo estabilizador y la endeble legitimidad del régimen político del PRI, además de la organización que demostraban tener algunas clases sociales. Por ello, vimos a campesinos, ferrocarrileros, electricistas, médicos, maestros y estudiantes protestando y siendo agredidos por los policías para contener sus movilizaciones.

Narración de los hechos

Justo en ese contexto ocurren los hechos de 1968, año que México sería anfitrión de las olimpiadas del mundo. Lo cual también produjo mayor presión del gobierno a lo ocurrido con ese movimiento estudiantil-popular que irá creciendo a pesar de la ola represiva y del Terrorismo de Estado que implementará el régimen.

Primero, el 22 de julio se registra una pelea entre estudiantes preparatorianos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en la cual el general Luis Cueto Ramírez (jefe de la policía preventiva del Distrito Federal) manda a los granaderos que golpean parejo a todos los inmiscuidos en el conflicto, mismos que se unen para repeler la agresión policial.

Vuelve el conflicto cuando el 26 de julio se realiza una marcha estudiantil en conmemoración y solidaridad con la Revolución Cubana, la cual en la Avenida Madero son emboscados y atacados por los policías y granaderos que buscan desarticular la manifestación y mantener el ambiente de miedo. 

Las y los estudiantes se acuartelan en el Colegio de San Ildefonso (que eran de sus instalaciones universitarias) con piedras, varillas y todo lo que pudiera servir de arma casera y sencilla para poder resistir. Se hacen toma de camiones  y se incendian algunos en protesta. Los enfrentamientos en la zona duran varios días.

Así llega la noche del 29 de julio, policías y granaderos atacan pero los estudiantes resisten y parece que van ganando. Entonces, Luis Echeverría Álvarez (Secretario de Gobernación) solicita la intervención del Ejército a las 12:30 A.M. ya del 30 de julio y el Secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán da la orden: un convoy de tanques ligeros, jeeps equipados con bazucas y cañones de 101 milímetros, y camiones de transporte de tropas de la Primera Zona Militar sale del Campo Militar número 1 hacia el centro de la ciudad.

Avanza en la oscuridad por el Periférico hasta la glorieta de Petróleos, sigue por Reforma. Desde ahí, los soldados marchan hasta las cercanías del Zócalo. En Seminario y Argentina, 650 soldados del Batallón de Fusileros y Paracaidistas, con el refuerzo de la Policía Militar, se parapetan frente a San Ildefonso y apuntan la bazuca hacia la puerta principal del edificio.

A las 12:45 A.M. llegan las fuerzas aerotransportadas al mando del general José Hernández Toledo y, también, siete vehículos powers y cinco camiones Dina. Los elementos de aerotransportación se distribuyen en las calles de Moneda y Seminario, y de Argentina y Guatemala.

Dan ultimátum a las y los estudiantes atrincherados a la 01:05 A.M., al escuchar la negativa un fusilero paracaidista aprieta el gatillo de su bazuca y destruirá el portón de madera labrada de la preparatoria 1, una construcción del barroco colonial del siglo XVIII que había sobrevivido a las guerras de Independencia, Reforma y Revolución.

La enfermería del plantel se pinta de sangre, los militares entran a bayoneta calada y golpean desmesuradamente a las y los estudiantes que se encontraban ahí; incluso, los hacen rodar por las escaleras. Toman además los otros edificios cercanos que se encontraban en posesión de la comunidad estudiantil en protesta. Se documentan al menos 400 heridos y más de mil detenidos.

¡Ni perdón ni olvido!

Este suceso que parecía increíble hasta cierto punto en el momento en que se da marca un antes y un después en el movimiento estudiantil-popular de 1968. A partir de ahora, la respuesta del gobierno sería que las cosas debían teñirse del verde militar y teñirse del rojo de la sangre estudiantil.

Las siguientes represiones (que son consumadas con la masacre del 2 de octubre) nos mostrarán la cara dura del régimen y lo que estaban dispuestos a hacer para mantener sus posiciones privilegiadas. Rememorar estas cosas es de suma importancia en la construcción de la memoria histórica para que no se vuelvan a repetir.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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