Por Ricardo Sevilla y Neri Torres
La relación entre Televisa y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha sido históricamente estrecha.
Y esos vínculos se agudizaron especialmente durante los años de la hegemonía priista.
A cambio de las concesiones y la protección gubernamental, la televisora se alineó incondicionalmente al régimen.
Televisa (y su antecesora, Telesistema Mexicano) se desarrolló con el apoyo del Estado, y sus fundadores, como Emilio Azcárraga Vidaurreta, mantuvieron lazos cercanos con los presidentes en turno.
Pero pongamos ejemplos:
El hijo del expresidente Miguel Alemán Valdés, Miguel Alemán Velasco, tenía cargos que articulaban la complicidad: vicepresidente de noticias de Telesistema Mexicano, responsable de imagen televisiva de la presidencia y un puesto en la secretaría de prensa y propaganda del PRI.

Pero pongamos casos muy concretos e información muy contundente para ilustrar la fusión de élites que pretendía llevar a cabo el PRI con Televisa.
Miguel Alemán Velasco, por órdenes presidenciales, se desempeñó como vicepresidente de Noticias de Telesistema Mexicano. Es decir, tenía el control editorial.
Alemán Velasco también fungía como Secretario de Prensa y Propaganda del PRI, lo cual le daba calidad de operador político partidista, pero también como estratega de Televisa.
Al mismo tiempo, el priista también era responsable de Imagen Televisiva de la Presidencia de la República. ¿O sea? Controlaba el manejo de la narrativa oficial, desde su oficina en Televisa.

Esta triada eliminaba la línea divisoria entre el medio, el partido y el gobierno, asegurando que la única voz dominante fuera la oficialista, un fenómeno que se extendió a lo largo de la hegemonía priista (1929-2000).
Esto propiciaba que la cobertura informativa tendiera a ser, obscenamente, favorable al PRI y al presidente, minimizando e ignorando las críticas y a la oposición.
De hecho, los noticieros se enfocaban en el culto a la personalidad del presidente en turno, presentando cada acción de la administración como un éxito inobjetable.
En los ochenta, cuando el PRI se tambaleaba entre crisis económicas y una naciente oposición, Televisa se puso la camiseta tricolor. Presidentes como Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari fueron moldeados y defendidos por el aparato televisivo.

Los noticieros se transformaron en publirreportajes, los programas de comedia satirizaban a los opositores, y la narrativa oficial del progreso y la mano dura priista se transmitía a millones de hogares a diario. Fue el modelo de “televisión oficialista” perfeccionado.
No por nada, Televisa fue concebida y considerada, por muchas generaciones, como un “aparato ideológico del Estado”. Algunas voces críticas sostenían que la empresa de comunicación había sido un factor clave en la “tiranía invisible” que caracterizó al régimen priista.
El noticiero estelar (conducido por figuras como Jacobo Zabludovsky, Guillermo Ortega, Joaquín López-Dóriga, Carlos Loret de Mola) operaba como una oficina de prensa virtual, recibiendo la línea política directamente desde la Presidencia de la República.

Debido a su papel como principal difusor de información y constructor de imágenes, Televisa fue fundamental para el PRI en la promoción de todos los presidentes que gobernaron durante su hegemonía (1929-2000).
Ahora bien, el caso más citado fue el de Enrique Peña Nieto.
Es más, el regreso del PRI a Los Pinos en 2012 se considera la cumbre de esta alianza en la era moderna.
La imagen de este personaje fue construida y proyectada masivamente a través de Televisa.
La televisora le preparó, a modo, reportajes y entrevistas a modo, y menciones favorables. De hecho, su matrimonio con la actriz de la cadena, Angélica Rivera, tenía el objetivo de apuntalar su carrera.
Con la estrella de telenovelas, Televisa no solo le dio al candidato un rostro de galán, sino también una “primera dama” que el pueblo ya conocía y quería.

Y estas afirmaciones tienen sustento.
Cabe recordar que, en 2012, la publicación de documentos por el diario The Guardian reveló que una unidad secreta de Televisa había realizado videos para desacreditar a rivales del entonces candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, y promocionar su imagen, especialmente desde su cargo como gobernador del Estado de México.
Es importante enfatizar que en los años 80 y 90, Televisa concentraba más del 70% de la audiencia televisiva nacional, siendo la principal o única fuente de información para millones de mexicanos, especialmente en zonas rurales o de bajos ingresos.
En México, un país con altos índices de analfabetismo, la televisión se consolidó como el medio de comunicación más potente e influyente, lo cual permitió al PRI y a Televisa moldear a su antojo las percepciones ciudadanas sin que existiera realmente un contrapeso mediático.
Una y otra vez, el periodismo mexicano fue herido de muerte en los estudios de San Ángel y Chapultepec. Y justo esta deleznable complicidad corporativa (que se dedicaba a escribir los guiones y los libretos) fue la que garantizó la dictadura perfecta. Pero hoy, tramposa y convenientemente, quiere olvidarlo Televisa.
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