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  • Asesinan al periodista Víctor Morales, director del medio de comunicación Realidades, en el estado de Chiapas; fue hallado en la autopista Ocozocuautla-Arriaga, con impactos de bala

    Asesinan al periodista Víctor Morales, director del medio de comunicación Realidades, en el estado de Chiapas; fue hallado en la autopista Ocozocuautla-Arriaga, con impactos de bala

    El director del medio de comunicación Realidades, Víctor Morales, fue hallado sin vida la mañana de este viernes en la autopista Ocozocoautla-Arriaga, en el municipio de Jiquipilas, Chiapas.

    De acuerdo con diversos reportes, fue hallado atado de manos, con el rostro cubierto y con impactos de bala en la cabeza. El comunicador escribía en Realidades Periodismo de Verdad, en el municipio de Cintalapa.

    Al término de esta redacción, las autoridades de la Fiscalía General de Estado de Chiapas, así como las autoridades estatales de la entidad no se han pronunciado al respecto   

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  • Veinticuatro años de ventaja

    Veinticuatro años de ventaja

    «En el 2000 Marta es una lombriz», cantaba Natalia Lafourcade en todas las radios de la Ciudad de México. En aquel año yo tenía apenas 16. Fui un niño de periferia que creció en una familia de clase media baja. Aunque mi hermano y una de mis hermanas estaban politizados gracias a La Jornada y a los círculos sociales de sus respectivas escuelas, en general mi entorno funcionaba dentro de la normalidad, o sea; el dominio de las masas por parte de la cultura televisiva. En ocasiones anteriores, los medios corporativos no habían hecho grandes esfuerzos porque la gente se interesara por la política. De hecho, se cumplía con la ley entonces vigente al condensar propuestas y entrevistas de los diferentes actores políticos en un espacio televisivo llamado Partidos Políticos, que convenientemente se transmitía en el canal 5 de Televisa a las 6:00 pm de lunes a viernes, antes de que comenzara El show de Tommy y Jerry. Evidentemente se trataba de un plan con maña y no interesaba si dicha producción lograba tener algo de rating.

    Una combinación entre la incipiente recuperación económica tras la crisis de la década pasada y el abaratamiento de costos permitió que la televisión por cable fuera más accesible para muchas familias de la periferia, cuyos hijos que cursaron la universidad en los 90 ya comenzaban a traer dinero a la casa materna, sin prisa por independizarse. Así pues, muchos niños pudimos crecer viendo contenidos de Cartoon Network o Nickelodeon. Eso empezaba también a romper la hegemonía de Televisa en el segmento de la televisión infantil, pues en los canales de paga no nos recetaban un programa sobre Rincón Gallardo o el “jefe” Diego en medio de nuestras caricaturas favoritas. Igualmente, por los mismos factores, había cada vez más computadoras personales en los hogares, por lo que algunos comenzábamos a descubrir las bondades de la llamada ‘red de redes’. Comenzábamos a bajar música con Napster, a chatear con amigos por MSN Messenger, a bajar juegos y emuladores, así como también libros gratuitos en formato de Word.

    Muchos niños fuimos presas del marketing invasivo de marcas como Nike y Pepsi que explotaba la pléyade de virtuosos que militaban en las mejores ligas de fútbol europeas. Tal vez ya no queríamos ser futbolistas, pero sí salíamos a la calle con nuestros flamantes tenis de fútbol con suela de goma comprados en el tianguis para tratar de imitar las proezas de aquellos cracks extranjeros y de alguno que otro mexicano a quienes Televisa y TV Azteca mantenían a flote. Sonaban en la radio éxitos absurdos de Maná, Tam Tam Go, Café Tacuba, Ricky Martin y demás productos cutres que la industria cultural elevaba a rango divino y nos obligaba a escuchar en mercados, taquerías, y en la radio de casa mientras las hermanas hacían su quehacer.

    Cuando yo hacía el mío seguía poniendo a los Beatles. Con ellos sobreviví a la secundaria sin escuchar a Molotov. Dos años más tarde, las descargas gratuitas de música pirata me permitieron descubrir a Bob Dylan.

    Como lo dije antes, mucho de lo que se hablaba, se pensaba y con lo que se soñaba, tenía que ver con la televisión. Jóvenes y adultos estaban totalmente dominados por las infames producciones de Televisa como Big Brother y Otro Rollo. Aunque el fútbol, los noticiarios y telenovelas mantenían la hegemonía de siempre, fueron estos programas los que marcaron la identidad de esa generación, con una falsa noción de irreverencia y libertad, que se vio reflejada en la concesión que Gobernación, censor del contenido televisivo, tuvo que hacer ante la normalización de la palabra güey, que de tanto que aparecía, removió la penalización de multa ante cada vez que dicha palabra fuera pronunciada. En Big Brother, el reality show de recomendados, se aprovecharon los huecos de la ley electoral de entonces, que se distinguía por ser un queso gruyere, para insertar menciones a favor de la campaña de Vicente Fox. Igualmente, Adal Ramones en Otro Rollo entrevistó de manera sumamente tersa al ahora vergonzoso expresidente, así como a Francisco Labastida, su contendiente del PRI. Cuauhtémoc Cárdenas no se prestó al circo. El tiempo le daría la razón, pues Ramones poco a poco fue dejando ver que si tenía una ideología política, ésta no era de izquierda, ni tampoco lo fue nunca la de aquel show, que aunque decían que era desenfadado, apolítico y “para chavos”, nunca desaprovechó la oportunidad de marcar tendencia con sus hasta 6.5 millones de personas de audiencia en sus mejores cotas de rating.

    El mensaje de la industria cultural siempre tendía a disuadir a las masas de politizarse, pues creaban intencionalmente la percepción de que se trataba de un ámbito turbio, soso y complicado donde los resultados y las ideologías no importan, donde todos son corruptos y no hay a quién irle. Sin embargo, eso cambió en el año 2000, pues de repente salían hasta en la sopa menciones del candidato del PAN, y de repente se hablaba con toda claridad de 70 años de corrupción del PRI y se hablaba del “cambio”. Debo confesar que fue entonces cuando empecé a consumir contenidos de política, simplemente como parte de la masa que entonces recibió y acató la orden de politizarse bajo los parámetros dictados por Televisa para allanarle el camino a Vicente Fox.

    Aún faltaban dos años para que yo pudiera votar. Y aunque ahora sabemos que Fox fue simplemente el peor presidente de la historia de México por muchos motivos, el abrir la puerta a la politización, aunque fuera de manera incipiente, sirvió para un nuevo despertar después del letargo que siguió al fraude del 88, pues en el entonces Distrito Federal muchas personas que votaron por Fox también eligieron a Andrés Manuel López Obrador como jefe de gobierno, lo que inició el camino hacia la actual Cuarta Transformación, aunque también dio pauta a la creación de un nuevo enemigo público número uno por parte de la industria televisiva mexicana bajo órdenes de la oligarquía. Jamás debía llegar al poder.

    Este ataque de nostalgia no es repentino. La verdad es que se lo debo completamente a Xóchitl Gálvez. Sus groserías, sus bailes y actitudes infantiles, así como sus muestras de ignorancia, como preguntar murmurando a la gente de su equipo: «¿qué son poderes fácticos?». Todo ello recuerda a Fox y a Televisa queriendo vendérnoslo como la genuina esperanza de cambio y la solución a todos los problemas. Me vuelvo a sentir en el 2000 viendo a Xóchitl, pero han pasado por mí muchos libros, muchos discos, aunque también muchos tenis de fútbol y muchos partidos disputados.

    Evidentemente no somos los mismos que hace 24 años. Hemos madurado en muchos aspectos, nos hemos politizado, el hablar con datos reales sobre la corrupción del antiguo régimen es cada vez más común en la cotidianidad; con la familia o en el trabajo. La industria cultural ahora decadente ya no pudo mantener la estúpida máxima de que hablar de política y religión era incorrecto.

    Pero ese cambio que hemos experimentado como sociedad no lo entienden los oligarcas ignorantes que nos han subestimado desde dentro de su burbuja y nos ofrecieron un producto del año 2000 para consumir en esta elección de 2024. Me parece que justamente son 24 años de ventaja los que los llevamos; los que les lleva Claudia Sheinbaum. No será este texto ni el transcurso del resto de la campaña lo que los haga entender. Tal vez, ya en el recuento de los daños, descubrirán que su mayor error es haberse quedado congelados en el tiempo. Pero bueno, en fin. La transformación continúa y es saludable detenernos un poco a reflexionar por qué va esto tan bien. Seguimos adelante.

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  • Tiempos de misantropía

    Tiempos de misantropía

    Los funestos acontecimientos recientes en el estado de Guerrero, sobre todo en Acapulco como centro turístico y fuente de empleo, han ocupado mucho espacio en medios, tanto corporativos como independientes. Las cadenas de televisión privadas, otrora fábricas de opinión pública,  volvieron a echar la casa por la ventana al enviar a sus lectores de noticias más laureados a la zona de desastre. Esto era toda una tradición en tiempos de bonanza, cuando los niveles de audiencia y el flujo constante de patrocinios hacían posible cualquier proeza, al tiempo que Televisa se autonombraba como “fábrica de sueños”, mientras que Azteca se ufanaba de ser una “señal con valor”.

    Las coberturas sobre este tipo de hechos funestos se hacían de una forma muy concreta en el pasado. El despliegue de recursos y la preeminencia de la televisión como prácticamente el único medio posible para enterarse de cualquier suceso garantizaban despertar en las audiencias un sentimiento de solidaridad que motivaba grandes movilizaciones de ayuda humanitaria para así paliar la genuina inoperancia de los gobiernos en turno, los cuales, con el manejo adecuado de ciertas imágenes puntuales, se erigía como el verdadero héroe de la historia. Nadie preguntaba por las cifras que el gobierno invertiría ni tampoco se aseguraba de que los bienes donados llegasen a buen destino. Aplicaba en ese entonces la máxima de que, si algo proviene de un aparato electrónico y ahí lo dijo una persona blanca, de traje y con un lenguaje muy bien articulado; entonces no hay manera de que sea mentira.

    Cuando esto último se lo empezaron a cuestionar las audiencias, el paradigma de los medios masivos comenzó a cambiar. En lo que va de este año, y como consecuencia del abandono por parte de audiencias y patrocinadores, las acciones de Televisa en la bolsa mexicana de valores han caído un 50%, mientras que las de TV Azteca cayeron un 37.5%, lo cual, al ser una empresa de menores dimensiones derivó en su salida de la bolsa, por lo que a día de hoy, esa parte del emporio de Ricardo Salinas Pliego ya no cotiza más en la mencionada entidad financiera. Es por eso que los relatores de partidos de fútbol ya no asisten a todos y cada uno de los partidos que transmiten ambas empresas, sino que abaratan costos con transmisiones desde estudio y solo envían a equipos de camarógrafos y audio ambiente. Esto se nota más cuando se trata de partidos internacionales; mucho más aún si no juega la selección nacional, que poco a poco está dejando de ser un activo de cohesión social y nacionalismo.

    Ante este panorama podríamos pensar que la estrategia más lógica por parte de estas cadenas era seguir sobre el mismo modus operandi para abaratar costos. Sin embargo, y pensando mal, pareciera que en las lóbregas catacumbas en que se reúnen los líderes de la oligarquía mexicana, se llegó a un consenso muy claro: capitalizar la tragedia con fines político-electorales. El primer paso lo dieron los intelectuales y no tan intelectuales en las columnas de diversos periódicos y portales, sobre todo basándose en una muy oportuna fake news, ahora desmentida, acerca de que entidades estadounidenses alertaron con un día de antelación que el huracán Otis se volvería de categoría 5. Dicha noticia falsa fue desmentida incluso por el Washington Post. Sin embargo, y como suele suceder, pareciera que menos de la mitad de quienes recibieron el bombardeo inicial se enteraron del desmentido, por lo que en ciertos ámbitos la idea de que no se actuó a tiempo sigue presente gracias a la acción coordinada de comunicadores y opinadores al servicio de la oligarquía.

    La estrategia de desprestigio fue maquiavélica y cargada de una mezquindad que raya en la misantropía; es decir, en el franco odio por el género humano. Era previsible que se criticara y cuestionara todo lo que hiciera el presidente, incluso que se generaran memes al respecto, pues los sectores de la población que no pueden verlo ni en pintura siempre estarán ahí y su presencia en redes sociales siempre será factor para ponerle sabor al caldo de la discusión política a nivel nacional. Sin embargo, tanto en redes sociales como en medios corporativos se comenzaron a difundir supuestos testimonios acerca de que el ejército y la guardia nacional estaban bloqueando la entrega de ayuda en especie a través de las carreteras, incluso llegando al grado de agredir a ciudadanos en retenes. Otros hablaban de que, a víveres entregados por parte de iniciativas ciudadanas o particulares se les estaba colocando el rótulo del partido Morena para hacer pensar a las personas que, ya no el gobierno federal encabezado por AMLO, sino el partido que postula a Claudia Sheinbaum para la elección presidencial del próximo año.

    Todas estas estrambóticas historias y otras más han sido difundidas por medios corporativos y odiadores consagrados de la 4T de las redes sociales. Debido a que durante mucho tiempo estos medios jugaron ese juego cómplice de la disidencia controlada y la indignación por problemas sociales, queda es pequeño punto de verosimilitud que a los, tal vez no convencidos del odio a AMLO, pero sí más desinformados; la información les cuadre como cierta. Si bien el espectro de desinformados que sigue por instinto las tendencias y que mantiene esa idea nebulosa de que el gobierno es una figura antagónica porque “todos son iguales”, con eso les basta a la oligarquía y a sus voceros para sacarle raja satisfactoriamente al asunto. Yo mismo he sido testigo de una reunión improvisada en que trabajadores del IMSS sumamente desinformados daban por ciertos todos los bulos a través de los cuales he descrito este nuevo brote de infodemia.

    «No donen» ha sido el transparente y escalofriantemente cínico reclamo de ciertos cibernautas, que, en la mayoría de los casos, no muestran ni su rostro ni su nombre real, y por lo mismo no tienen reparo alguno en verbalizar las verdaderas intenciones de todo este conglomerado de entes políticos y empresariales a los que no les importa ver el mundo arder mientras al final resulte que AMLO tuvo la culpa de todo. Los ataques, la manufactura del concepto del gobernante pasivo, rebasado y fuera de la realidad ha funcionado antes, incluso a nivel histórico, pues recordemos que durante mucho tiempo esa ha sido la descripción del proceder de Moctezuma Xocoyotzin durante sus últimos días de reinado.

    Pero esto no tiene por qué quedarse así. La sociedad que somos ahora, más politizada, humanista, empática e interconectada a partir de medios cibernéticos –aquellos que tienen a los corporativos en la lona-, al igual que quienes nos dedicamos al periodismo independiente a través de las redes; estamos ejerciendo las facultades que tenemos para desmentir toda esta información falsa y hacer notar a quienes estén a nuestro alcance que todo se trata de una campaña politiquera y sumamente misantrópica para golpear al presidente, a Claudia Sheinbaum como candidata y al mismo tiempo propiciar un repunte en las encuestas por parte de Xóchitl Gálvez, el cual se ve sumamente lejano y solamente por culpa de ella misma. Eso en este momento, pero para el periodo electoral guardaremos todos sus twits, columnas y videos más cínicos y nocivos y se los haremos llegar a los candidatos de izquierda para que los muestren en los debates y así, ese espectro del electorado que aún conserva el antiguo paradigma de la comunicación de masas, se dé cuenta de quiénes realmente son y cómo piensan cuando no están frente a las cámaras aquellos que dicen “amar a México”. Sigamos apoyando a Guerrero en conjunto con el gobierno de AMLO y combatiendo la infodemia. No es tarea fácil, pero lo estamos logrando.

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  • Acciones de Televisa se desploman; cierra septiembre en números rojos

    Acciones de Televisa se desploman; cierra septiembre en números rojos

    Las acciones de Grupo Televisa cerraron septiembre con números rojos y cotizando a niveles no vistos en los cinco años anteriores.

    Las acciones de la empresa de Emilio Azcárraga se cotizaban a 10.57 pesos al cierre de la jornada del viernes, 3.29 por ciento menos que el día anterior.

    Con estos resultados, las acciones de la compañía han perdido un 40.78% de su valor en lo que va de año.

    En el segundo trimestre del año, las ganancias de Grupo Televisa se desplomaron al registrar apenas 172.5 millones de pesos, lo que representó apenas cinco por ciento del monto reportado en el mismo periodo del año pasado.

    Durante este periodo, la televisora también registró ingresos por 18 mil 520.2 millones de pesos, una baja del 0.1 por ciento anual, según los informes financieros de la empresa.

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