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  • Vuelve el fantasma del fascismø

    Vuelve el fantasma del fascismø

    Por Ricardo Sevilla

    La ultraderecha, montada sobre un falso patriotismo, vende nostalgia; promete un pasado mítico que nunca existió. Los seguidores de Trump, Bolsonaro, Milei, Bukele, Le Pen y Abascal han activado una interconexión global a través del uso estratégico de redes sociales.

    El movimiento de la ultraderecha, entendido como un conjunto de estrategias y partidos que promueven discursos ultraconservadores, ultranacionalistas y autoritarios, se encuentra en un momento de auge global sin precedentes.

    Y está avanzando a pasos agigantados.

    Su ideología, que hunde sus raíces en el pensamiento contrarrevolucionario –como la que pregonó el filósofo reaccionario Joseph de Maistre– y el fascismo histórico –encarnada por Benito Mussolini y José Antonio Primo de Rivera– ha evolucionado a través de cuatro olas post-Segunda Guerra Mundial, culminando en la actual, que está marcada por la interconexión global y el uso estratégico de redes sociales.

    Pero hablar sobre el resurgimiento de la ultraderecha exige asomarse a la sociología y a la psicología de las masas. Y es que se trata de un fenómeno complejo y multicausal que se alimenta de la crisis de la globalización, la desafección hacia las élites políticas tradicionales y las ansiedades socioeconómicas de grandes segmentos de la población.

    Ahora bien, es importante saber qué contexto ha propiciado la reaparición de la ultraderecha.

    De entrada, la deslocalización del trabajo y la expansión global del mercado han generado “ganadores y perdedores”, incrementando, cada vez más, las brechas de renta.

    Pero hay un elemento adicional: la crisis global de 2008 y sus secuelas comenzaron a exacerbar la desafección hacia los sistemas políticos.

    Inmigración como Agravio Central

    Es importante señalar que la inmigración es un elemento unificador y central en el discurso de la ultraderecha. Y se articula en torno al concepto de Überfremdung (“sobre-extranjerización”) y la percepción de una amenaza a la identidad nacional y la homogeneidad cultural.

    También hay que subrayar que la ideología ultraderechista opera bajo una lógica populista, que divide a la sociedad en “el pueblo puro” y la “élite corrupta“.

    Este discurso, que está apoyado en bases endebles y hasta ramplonas, se propone simplificar problemas complejos y, una vez hecho eso, movilizar a votantes que se sienten “relegados por el Estado” y desatendidos por la democracia representativa.

    Y esas estratagemas, desafortunadamente, están ganando terreno en el concierto político mundial.

    De hecho, los líderes ultraderechistas están forjando una alianza global (y ejemplos abundan: la formación Patriotas por Europa en el Parlamento Europeo, uniendo a Vox, el FPO, el PVV y la Agrupación Nacional de Le Pen), con el propósito de crear redes transnacionales que comparten retórica, comunicación y estrategias.

    La tendencia está marcada por líderes que han alcanzado o mantienen posiciones de poder. Y, para muestra, basta enlistar un puñado de ejemplos paradigmáticos:

    • América: Donald Trump (EUA), Jair Bolsonaro (Brasil), Javier Milei (Argentina), Nayib Bukele (El Salvador).
    • Europa: Viktor Orbán (Hungría), Giorgia Meloni (Italia), Geert Wilders (Países Bajos), Marine Le Pen (Francia), Santiago Abascal (España – Vox).
    • Asia: Narendra Modi (India), cuyo partido (BJP) comparte rasgos ultranacionalistas y autoritarios.

    El ascenso del falso patriota

    La patria es otra de las palabras recurrentes de la ultraderecha. Sin embargo, aquí hay que tener mucho cuidado porque el supuesto “patriotismo” de la ultraderecha, en realidad, propone un nacionalismo excluyente que define al ciudadano por lo que odia.

    La ultraderecha, por otra parte, demoniza a la víctima (migrante, colectivo LGTBI) para cohesionar a la mayoría.

    Lo cierto es que el auge ultra es el síntoma de una democracia enferma de desigualdad y desconfianza.

    Infelizmente, donde hay crisis de identidad y desigualdad, la ultraderecha siembra su discurso binario.