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    Intelectuales orgánicos se reparten premios y galardones

    Por Ricardo Sevilla

    La burocracia dorada de la UNAM y una élite intelectual, con el respaldo de diferentes gobiernos de derecha, llevan sexenios repartiéndose puestos directivos, agregadurías culturales, premios y distinciones en México y el extranjero.

    Y esta degeneración ha quedado evidenciada, una vez más, al conocerse el fallo del Premio Cervantes de este año.

    El escritor Gonzalo Celorio, director de la Academia Mexicana de la Lengua, ha ganado el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2025.

    Y llama la atención porque Celorio es un sujeto que, más allá de tener una obra consistente o destacada, ha tenido importantes puestos dentro de la élite cultural de México.

    Celorio, por ejemplo, fue designado como director del Fondo de Cultura Económica durante el sexenio del panista Vicente Fox (2000-2002). En el siguiente sexenio panista, el de Felipe Calderón, Celorio sino fue reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

    Poco después, en 2015, el gobierno panista de Mario López Valdez, mejor conocido como Malova, entregó a Celorio el Premio Mazatlán de Literatura.

    Curiosamente, un año antes, en 2014, obtuvo ese mismo premio Rafael Pérez Gay, de la revista Nexos, propiedad de Héctor Aguilar Camín y, en 2013, lo ganó Jaime Labastida Ochoa, hermano del priísta Francisco Labastida Ochoa.

    ¿Casualidad?

    Esta recurrencia revela que los premios y galardones que obtienen en la cúpula intelectual, más que un reconocimiento puramente artístico, funcionan como una moneda de intercambio o una consolidación de favores entre la clase política y los intelectuales orgánicos.

    Celorio no tuvo empacho en recibir un premio Cervantes onanista.

    ¿A qué nos referimos? A que, siendo Celorio director de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), forma parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que es precisamente el organismo que propone el Premio Cervantes de Literatura al Ministerio de Cultura de España.

    Es decir: Celorio se autopremió.

    Lamentablemente, la mayoría de los escritores y escritoras de México saben que no cualquier persona puede acceder a los circuitos donde se mueven personajes como Celorio.

    Y es que la élite intelectual funciona como un círculo cerrado que se reserva el derecho de admisión.

    El hijo de Celorio, el ‘golden boy’ de la UNAM en España

    Dentro del ámbito universitario, Gonzalo Celorio ha impulsado a su hijo, Diego Celorio Morayta, quien desde hace más de una década se desempeña en la UNAM como Coordinador del Centro de Estudios Mexicanos en España.

    Gracias a las influencias de su padre, Diego Celorio tiene 12 años siendo en un puesto de alto perfil en Europa.

    Hoy justo trabaja al lado del polémico Ciro Murayama Rendón, quien es uno de los críticos más exacerbados de la Cuarta Transformación.

    Cabe destacar que, antes de eso, Diego Celorio, al igual que su padre, también trabajó en los sexenios panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón como agregado cultural de México en Barcelona.

    Es importante decir que la élite cultural opera en el campo intelectual, pero en realidad su poder radica en la capacidad de convertir su capital cultural (obra, erudición, títulos) en capital social y político.

    Los importantes puestos que Celorio ha ocupado –FCE, AML, UNAM– le han permitido tejer una red de contactos a nivel nacional e internacional.

    Lamentablemente, el perfil de Celorio encaja en el concepto de “intelectual orgánico” que describió Antonio Gramsci, y que no necesariamente trabaja alineado a una ideología particular, sino al Estado y a sus instituciones (UNAM, AML, FCE). Su función, más allá de la creación artística, es legitimar y dotar de prestigio cultural a las estructuras de poder que lo han encumbrado.

    Estos cargos y premios, que se reparten entre los miembros de la cúpula intelectual, funcionan como prebendas o trofeos que no se asignan por concurso abierto, sino por lealtad o pertenencia a la élite, garantizando una posición de renta (altos sueldos, vida en el extranjero) a las familias de una cohorte de oxidados académicos.