Fabiana Estrada Tena
El el inicio de funciones de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación marca un hito en la vida política y jurídica de nuestro país. Como ocurre en cada relevo institucional de alto nivel, los actos protocolarios y el despliegue de símbolos ocupan un lugar central en la atención pública. Estos ritos marcan un mapa de ruta, un bosquejo sobre el rumbo al que se dirige la institución, por lo que deben acompañarse de pasos concretos en esa dirección.
La Suprema Corte no sólo es el más alto tribunal del país, encargado de interpretar en forma definitiva el texto constitucional. También representa el ideal de justicia. Su composición, el tono del discurso institucional y los gestos de sus integrantes tienen un significado que habla más allá de sus sentencias. Pensemos por ejemplo en el infame gesto de la ex presidenta de la Corte al no levantarse de la silla para saludar al jefe del Estado Mexicano en una ceremonia republicana.
Estos símbolos cumplen una función pedagógica y ritual y, en el contexto de la reforma judicial, representan el compromiso de acatar el mandato de las urnas: construir una justicia más cercana, más participativa, más accesible, más centrada en la persona y en sus necesidades.
No obstante, existe el riesgo de que los símbolos queden reducidos a una mera escenografía. Si no se acompañan de medidas consistentes, coherentes y transversales y pueden perder rápidamente su significado. Si la retórica institucional no se traduce en mejoras tangibles para la ciudadanía, se genera decepción y escepticismo. Los símbolos son necesarios, pero no suficientes. Son el punto de partida, nunca el de llegada.
La transmisión de primera sesión ordinaria de la Suprema Corte estuvo precedida por un programa introductorio de lo que pasará de ser JusticiaTV a PluralTV, conducido por Mardonio Carballo y con la participación de Orlando Aragón, Director del Centro de Estudios Constitucionales quienes delinearon con claridad el objetivo de acercar la justicia a las personas. Vimos al Presidente Hugo Aguilar introducir la sesión en zapoteco, vestido con su toga bordada.
El inicio de esta nueva época del Poder Judicial de la Federación ha estado marcada por numerosos mensajes, pero el verdadero reto de la nueva Suprema Corte reside en pasar de la representación simbólica a la acción efectiva. Esto implica abordar con rigor los grandes desafíos del país: garantizar la independencia judicial, proteger los derechos humanos, enfrentar la corrupción y asegurar el acceso igualitario a la justicia. Cada sentencia, cada resolución y cada postura pública debe estar guiada por el compromiso real con estos valores.
Las políticas públicas y judiciales deben ser claras, transparentes y medibles. El pueblo que acudió a las urnas espera ver reflejados los principios institucionales no solo en las ceremonias, sino en su vida cotidiana: en la defensa de los vulnerables, en la protección de las libertades y en la creación de mecanismos efectivos para el respeto de la ley.
En conclusión, el inicio de funciones de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación nos invita a contemplar la importancia de los símbolos, pero sobre todo a exigir que estos sean preludio de políticas concretas. La legitimidad de la Corte no se afianza únicamente en el voto ni en sus buenas intenciones, sino en la coherencia entre lo que representa y lo que realiza. Pasar del símbolo a la acción es el camino indispensable para que la justicia sea, más que un ideal, una realidad palpable para todos.
