Etiqueta: Carlos Bortoni

  • Por una izquierda ambidiestra que sea más de derecha

    Por una izquierda ambidiestra que sea más de derecha

    Eso de ser de izquierdas está muy bien porque, honestamente, nadie en su sano juicio se puede presentar como de derecha. Es decir, hace falta una oligofrénica oligofrenia para sostener que se es de derecha sin darse un tiro en la sien inmediatamente. De ahí que abunden los eufemismos —máscaras—  para la gente de derecha, conservadores, liberales, patriotas, defensores del orden, libertarios, etc. Quien desde la derecha se presenta como de derecha es un reaccionario… la crema y nata de los conservadores y —para bien o para mal— en el espectro político hay pocos reaccionarios. Sin embargo, no hay mejor careta para alguien de derecha, que presentarse como de izquierdas, porque quien se proclama de izquierdas inmediatamente adquiere un halo de sacralidad que lo autoriza para ejercer toda autoridad como lo haría el más derechoso de la derecha sin que nadie le diga nada. Al menos, mientras sigan creyendo que es de izquierdas.

    Y es que hace falta un vulgar cinismo cínicamente vulgar para manifestarse en contra de la intención de transformar a México por la vía pacífica y electoral para dejar atrás el modelo de corrupción y privilegios y construir el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo; en contra de pensar que cuando hay honestidad y la economía se riega desde abajo, hay resultados; en contra de cree que el dinero y el poder no son el éxito de una persona, sino lo es su legado en la lucha por los derechos del pueblo de México, la democracia, las libertades y la patria; para manifestarse a favor del exceso de pragmatismo sin principios; de la frivolidad, el consumismo y la ambición por el poder y el dinero; a favor del amiguismo, el influyentismo y nepotismo; en contra de la organización desde abajo; a favor de la colusión con la delincuencia, organizada o de cuello blanco; en contra de arrodillarse frente al poderoso; en contra de que el fin nunca justifica los medios, pues si en el camino se pierden los principios, será difícil recuperarlos; o en contra de entender el poder como humildad; como reza la carta que la presidenta, Claudia Sheinbaum, mandó simbólicamente a Morena. Sostener, públicamente, lo contrario implica inmolarse en el altar del descaro.

    Para fortuna de la afortunada clase política mexicana, que es de una izquierda nominal, la demagogia permite la entronización de una izquierda ambidiestra que se conduzca por la derecha. Para muestra unos cuantos botones, una cosa es manifestar en el papel que se condena el exceso de pragmatismo, y otra es dejar de tejer alianzas con el Partido Verde, los Alejandro Murat, los Adrian Ruvalcaba, los Eruviel Ávila, los Manuel Espino, los Rommel Pacheco, los Sergio Mayer, o los José Chedraui, por mencionar algunos. Y es que nos está peleado declararse en contra del nepotismo y postergar la aprobación de la ley anti nepotismo hasta 2030. Desde luego que se está en contra de la colusión con la delincuencia, organizada o de cuello blanco, pero se apoya incondicionalmente a Rocha Moya y a Cuauhtémoc Blanco. Por último, y digo último por decir algo, porque la lista podría continuar, nada de arrodillarse frente al poderoso, el poder hay que entenderlo como humildad, eso sí, sin renunciar a prácticas de escarnio y humillación como la de ofrecer disculpas públicas a su alteza serenísima en el Senado de la República, sin que ello signifique que se está de acuerdo con el actuar del abogado que lo agredió en el AICM, seremos muy de izquierdas, pero las prácticas palaciegas y saborear las miles de tener a los súbditos postrados a tus pies no tiene precio.

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    Ser de izquierdas, lo que se dice de izquierdas, es —cuando menos— entender que el otro tiene capacidad de decidir por sí mismo, que es capaz de construir su propio destino, forjar su criterio. Por eso son izquierdas, en plural. En el extremo opuesto, ser de derecha es estar convencido de que existe un pensamiento único y que los otros necesitan ser conducidos por la senda del bien pensar y el bien hacer, de ahí que no hablemos de derechas, sino de derecha. Si alguien sabe de esto es El Fisgón, Rafaél Barajas, presidente del Instituto Nacional de Formación Política de Morena, el órgano encargado de diseñar, coordinar y ejecutar los programas de formación, capacitación e investigación política dentro del partido Morena, su función central es fortalecer la participación política de sus militantes y simpatizantes, así como impulsar la acción política del partido con base en sus principios, valores y objetivos, quien sin tapujos ha dado muestra de esta izquierda ambidiestra al pedir silencio a las voces críticas que han surgido al interior de Morena, argumentando que esas críticas son un error, calificando esas críticas como una “estupidez del tamaño de una catedral” y diciendo que a quienes cuestionan hay que decirles que “se callen, que maduren, que crezcan, que sean responsables”… en resumen, proclamando con proclamatoria autoridad que las izquierdas deben consolidarse en una izquierda que siga la senda del bien pensar y el bien hacer de la izquierda ambidiestra para consolidar un proyecto de derecha que reconozca desde la izquierda la incapacidad humana de construir su propio destino.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país y se conviertan en algo de provecho para el pueblo

    Evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país y se conviertan en algo de provecho para el pueblo

    Si algo caracteriza a los conservas de toda conservación es la capacidad para reutilizar las mismas ideas con las que característicamente se han caracterizado. En otras palabras, sobresalen por su falta de creatividad y la nula necesidad para adaptarse al espíritu de los tiempos. La propuesta presentada en días recientes por la diputada PANista, Laura Alejandra Álvarez Soto, en el Congreso de la Ciudad de México, no es la excepción, por el contrario, refrenda la ausente ausencia de un pensamiento que piense en soluciones diferentes para problemas añejos. Lo que doña Laura propone es sencillo: retirar del espacio público a menores en situación de calle que realizan trabajo informal en la vía pública, y forzar que regresen a sus estados de origen. En resumen, aplicar la otra cara de la máxima neoliberal que dicta que aquello que no puede medirse no puede mejorarse, para invisibilizar aquello que no puede mejorarse de tal suerte que no necesite resolverse. Si no vemos a los niños en situación de calle, si no realizan trabajo informal en la vía pública, no existen, y si no existen se acabó el problema.

    La idea no es nueva, de lo contrario, no sería una idea conserva, enlatada e imperecedera en las brillantes mentes rancias de los más rancios conservas nacionales. Y como se trata de una idea que se ha reutilizado hasta el cansancio, aprovecharé para rendir homenaje al autor de la primera modesta propuesta, a poco más de tres años de estar siguiendo sus pasos con esta columna. La idea de Álvarez Soto está encaminada a dar respuesta al mismo problema que molestaba a los aristócratas de la Irlanda de Jonathan Swift en 1729, la pobreza, el hambre y los niños en situación de calle. Exactamente lo mismo que hoy molesta a nuestras clase privilegiada y sus esbirros en el Congreso, y frente a la cual no se busca mejorar las condiciones de vida de los infantes, sino quitarlos del espacio público en zonas donde su presencia incomoda a los intereses económicos. Porque, seamos honestos, ¿qué importa más que los importantes intereses económicos?

    Recurro a la propuesta de Swift, para que desde el Dublín del siglo XVIII responda a los demócratas librepensadores del siglo XXI, contextualizando contextualmente lo propuesto por él, a la realidad mexicana,  para el mejor entendimiento del PANismo de antiguo régimen, de tal suerte que la propuesta swiftiana aporte a la noble política de exclusión, limpieza social, control territorial y de criminalización de la pobreza de los conservas nacionales, cuyo objetivo no es otro que el de cuidar la sensible mirada de la clase privilegiada. Hay millones de seres humanos en todo este país, cuya subsistencia, puesta en común, dejaría terriblemente endeudado al gobierno, la propuesta de la diputada PANista habla de los niños en situación de calle pero deberíamos sumar a los mendigos de profesión al grueso de agricultores, campesinos y trabajadores con sus esposas e hijos, que son mendigos en la práctica. Mi intención no se limita a atender solo a los hijos de mendigos declarados; es mucho mayor y abarca a todos los niños nacidos de padres tan incapaces de mantenerlos como aquellos que reclaman nuestra caridad en la calle.

    Esta propuesta no busca otra cosa que contribuir al bien público de nuestro país y al bien de los menos afortunados. Un conocido mío, un sujeto muy entendido, me aseguró que un niño pequeño y sano, bien alimentado, es, al año de edad, un alimento delicioso, nutritivo y saludable, ya sea guisado, asado, horneado o hervido; y no dudo de que servirá igualmente como barbacoa o en cualquier otro guisado. Evidentemente, no propongo que los niños sean arrancados de los brazos de sus madres y padres par alimentar con ellos a las masas hambrientas de nuestra nación, nada más lejos de mi intención, una solución como esa no remediaría nada, la idea es mucho más ambiciosa, buscamos acabar con el sufrimiento de los niños en situación de calle, con el esfuerzo que para sus padres implica mantenerlos y — al mismo tiempo— contribuir a la economía, pagando a sus padres un monto justo por sus hijos, de tal suerte que asegure un ingreso para ellos, y creando un mercado de consumo que satisfaga los refinados y exclusivos gustos de nuestra siempre exquisita clase privilegiada.

    Creo que ningún caballero lamentaría pagar, un precio que garantice que no cualquiera puede pagarlo, por el cadáver de un niño sano, que rinde para cuatro platos de excelente carne nutritiva. Un niño aportará suficiente materia prima para dos platillos en una reunión con amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero será un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o sal estará muy bueno hervido al cuarto día. Desde luego que esta comida será algo cara y, por lo tanto, muy apropiada para la clase privilegiada; quienes, como ya han devorado a la mayoría de los obreros y campesinos del país, parecen tener el mejor derecho sobre sus hijos.

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    No basta con ocultar a los niños en situación de calle de la mirada del resto de la sociedad, hace falta ponerlos en el centro de la discusión y —¿por qué no?— de las mesas, para hacer de estos niños miembros sanos y útiles de la comunidad. Es más, quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que los tiempos exigen) pueden desollar el cadáver; su piel, artificialmente curada, servirá para fabricar admirables guantes para damas, botas para caballeros elegantes o cualquier otro producto que la mano invisible del mercado considere apropiado para renovar las estanterías de los centros comerciales.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Moldear la realidad interesadamente

    Moldear la realidad interesadamente

    No cabe duda que quienes se indignan por la filtración que sufrió Televisa y que Aristegui Noticias, rompiéndose la cabeza, bautizó como #TelevisaLeaks —donde, entre otras cosas se revelan campañas a favor de Arturo Zaldivar, ataques en contra de Ricardo Salinas Pliego y Carlos Slim, campañas en apoyo a Alito Moreno para desprestigiar a Layda Sansores, la colaboración en la noble labor de crear noticias falsas de dos diputadas, una de MORENA y otra de Acción Nacional, etc.— no entienden ese fundamento fundamental, de la efímera existencia contemporánea, donde los sujetos están obligados a ser los forjadores de su propio destino, poco importa si esto sujetos son personas o empresas, su obligación va más allá de incidir en su realidad, de cada uno de nosotros se espera que construyamos esa realidad que habitamos y —en consecuencia— los menos afortunados de nosotros, envidiamos y condenamos a quienes tiene más recursos para crear esa realidad como mejor les convenga, a quienes pueden ser los arquitectos no solo de sus vidas sin de las vidas de los demás. 

    Confundir con creación de noticias falsas la labor de “EL Palomar” de Televisa, encabezado por Javier Tejado, es peor que confundir la gimnasia con la magnesia. El quehacer de Tejado y compañía, frente a una realidad que moldea y afecta sus intereses y el de sus patrones, consiste en moldear esa realidad en favor de sus intereses y los de sus patrones, y —de paso— cobrar a quienes estén dispuestos a pagar para beneficiarse de ese moldeable constructo que moldea y construye la realidad ¿Para qué contar con una concesión del próximamente extinto Instituto Federal de Telecomunicaciones si no se va a aprovechar para construir narrativas monetizables? El futuro será — como el presente y el pasado— de las clases privilegiadas y sus descendientes, o no será.

    Una noticia falsa es poca cosa comparada con la construcción de la realidad misma, con la urdimbre del entramado que otros llaman vida. La noticia falsa se limita a la mentira, a la patraña, al engaño y tiene un fin cortoplacista, inmediato, perecedero. Moldear la realidad no, no es mentir, no es engañar, no tiene un fin cortoplacista, no tiene resultados inmediatos —aunque inmediatamente acarrea beneficio para los moldeadores de realidades— y su caducidad es longeva. Moldear la realidad implica el desarrollo de una realidad que se mantenga de pie por sí misma y reemplace ese acuerdo que la mayoría llama realidad por otra realidad que la mayoría llame realidad y — genialidad de genialidades— beneficie más a quienes ya son beneficiados.

    El resto, quienes no tenemos la suerte de tener la suerte de poder moldear y/o construir la realidad bajo nuestros propios parámetros, nos vemos reducidos al reducido papel de consumidores de realidades ajenas, diseñadas por otros, para el beneficio de otros y en las cuales, simplemente, somos piezas intercambiables, reemplazables, desechables y deleznables. Poco importa si vives debajo de la línea de pobreza, si eres un aspiracionista kantiano con las tarjeta de crédito a tope, o si vives austeramente con lo justo necesario. Lo que importa es que la realidad misma, no sus reglas, fue definida por otros y está al servicio de otros, del 1% para quienes vivir es increible y no es solo un slogan de una aseguradora. Los arrendatarios de la realidad tenemos como único derecho el consumo, pasivo y acrítico de lo que se nos indica que debemos consumir. Cuestionarlo está fuera de lugar, cuando menos, en la medida que no se construye una realidad como #TelevisaLeaks que nos invite a cuestionar la contrucción de realidades. Aspirar a que lo real es accesible, no sólo resulta lacanianamente absurdo, sino que, además, es infantilmente iluso.

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    Si al final resulta que los #TelevisaLeaks son una extorsión de Germán Gómez para intentar sacar dinero, si  “le ‘vendió’ información falsa y/o inexacta, elaborada por él mismo”, a Aristegui como afirma Tejado, si no es más que un modelado de la realidad por aparte de Aristegui noticias o algún poderoso grupo de poder, poco importa. Se tratará simplemente de la otra cara de la misma moneda, la cara donde nosotros consumimos lo que nos indican que debemos consumir, la cara donde otros son quienes construyen la realidad que habremos de habitar, la cara que garantiza que sean los privilegiados quienes siguen siendo privilegiados y construyendo realidades cuya realidad resulta inaccesiblemente inaccesible para el resto del resto de nosotros, para esta suerte de arrendatarios y deudores de la existencia. Los demás, que son los menos, podrán seguir jugando con esa suerte de plastilina que, en sus manos, es la existencia, realizando montajes, videos, noticias, campañas que definan las reglas y el encuadre de este mundo en el que nos movemos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Put* el que lo lea

    Put* el que lo lea

    Resulta imposible no celebrar el nivel que ha alcanzado el debate político en nuestro país, muestra de la elevada retórica  y capacidad argumentativa de la sociedad en su conjunto. Desde luego que no es algo nuevo, el altísimo nivel del debate político nacional alcanzó grandes cimas desde hace 20 años, cuando se buscó el desafuero de Andrés Manuel López Obrador para terminar con sus aspiraciones presidenciales por el terrible desacato del que desde presidencia, asesorados por el siempre noble, siempre decente, siempre intachablemente tachable, don Diego Fernández de Ceballos, se le acusaba.

    Desde ese entonces, el debate público no ha dejado de crecer a pasos agigantados, pasando de la campaña que argumentaba sin un solo argumento que AMLO era un peligro para México, a la de #NarcoPresidente, sin olvidar todo lo que hemos tenido en medio, de uno y otro lado del espectro político: presirvienta, que Xóchitl no hablaba ingles, que cómo sabemos si los desaparecidos son desaparecidos, el “yo tampoco confío en usted” de Adán Augusto, las p***nas del bienestar, el “bellaco” de Lilly Téllez, el “fuchi caca” a la corrupción, las continuas referencias a “dar las nalgas” de Alazraki, etcétera, etcétera, etcétera. Pero nada, como la última cima conquistada por los legisladores de la vanguardista de toda vanguardia Ciudad de México, nada como el “put* el que lo lea” con el que un legislador —o legisladora— cuyo nombre se mantiene en el anonimato, acompañó su voto para definir el futuro del Bosque de Chapultepec.

    Desde luego que no faltarán, en ningún lugar, quienes afirmen estar profundamente ofendidos por una declaración tan política como la política misma. Los cuatreros cuatroteros de Morena, los PRIANistas, lo que queda del PRD, todos, absolutamente todos, manifiestan estar indignadamente indignados por tan indignante afrenta. Sin embargo, el elevado mensaje fue escrito por alguno de los legisladores que ellos nominaron para que ocupara la curul desde la cual escribió “put* el que lo lea”. A pesar de todo, no vale la pena reparar en la molestia que expresaron tras hacer acuse de recibo del mensaje, más importante resulta reparar en el complejo entramado argumentativo que descansa detras del acto de escribir “put* el que lo lea”, el cual nunca es simplemente escribir “put* el que lo lea”, y mucho menos si ese “put* el que lo lea” se escribe en un papel que se deposita en la misma urna en la que se depositan los votos. No. El “put* el que lo lea” que se contabilizó junto con los votos en defensa del Bosque de Chapultepec, es un contundente argumento politico, merecedor de un lugar entre los mejores discursos politicos de la historia nacional, patrimonio intangible de la humanidad, memoria del mundo de la UNESCO, y demanda ser deshebrado y analizado en lo más profundo de sus profundidades. 

    Y es que, a pesar de la aparente superficialidad del “put* el que lo lea”, detrás de él se encuentran los fundamentos mismos de aquello que fundamenta la política mexicana y el buen gobierno de las clases privilegiada y dirigente: el destinatario del mensaje, la contraparte, el otro, la ciudadania, merece ser despreciado, denostado, señalado, acusado y perseguido con tal de que no olvide que su lugar es uno ajeno al lugar desde el cual se toman las decisiones, con tal de que no olvide que pertenece a las sombras, a la marginalidad, a la periférica periferia que lo deja lejos de los centros de poder, a los cuales nunca tendrá acceso, y sobre los cuales ni siquiera debe atreverse a fantasear. Poco importa si la legisladora/legislador estaba a favor o en contra de defender el uso de suelo de valor ambiental en el Bosque de Chapultepec, poco importa el partido político al que pertenezca el legislador/legisladora, lo que importa es que quede claro, con toda claridad, donde se detenta el poder, quien lo detenta y las ventajas que implica tener ventajas. En pocas palabras, “put* el que lo lea” es un mensaje fuerte y claro, mandado de forma generalizada desde lo más honorable de nuestra putrefacta clase política, a todos y cada uno de nosotros; un mensaje democratizante que unifica a los mexicanos y que sólo reconoce una distinción, aquella que nace entre quienes detentan el poder —económico y político— y quienes no. “El que lo lea” somos todos y, esto es lo más importante para la preservación del status quo, No importa quién lo escribió, es un mensaje de los de arriba para los de abajo, de los privilegiados para los no privilegiados, es un amable y necesario de toda necesidad recordatorio de quien es quien y quien puede hacer que. 

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    De nada sirve pertenecer a la privilegiada clase privilegiada, ni a la dirigente clase dirigente, si uno debe alinearse a las reglas a las que todos deben alinearse. Exigirle respeto y obediencia a las huestes hambrientas, a las masas trabajadoras, a las hordas de obreros, es justo y necesario para preservar el preservable orden público, pero exigir respeto y obediencia a nuestros legisladores, mata todo el encanto que lleva consigo ser legislador. Si lo hacemos, ni siquiera van a  aceptar ser plurinominales. Todo orden social está diseñado para garantizar que no exista el desorden social y nada asegura mejor que todo se mantenga en su lugar que un amable recordatorio que le deje saber a las mayorías que no son, y nunca serán, como las minorías privilegiadas. El desprecio y la denostación son herramientas que contribuyen al buen funcionamiento de la sociedad. “Put* el que lo lea” es el grito de todo aquel que pertneciendo orgullosamente a la clase hegemonica, sabe que cualquier descuido puede amenazar su privilegiada pertenencia.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Organizar elecciones para que nadie participe

    Organizar elecciones para que nadie participe

    Corremos el riesgo de que la elección del Poder Judicial de la Federación no sea un fracaso. El riesgo de que el electorado se interese en ella y participe en un proceso que no sólo será histórico, complejo y que trastocará la relación entre la impartición de justicia y la ciudadanía. Si bien no transformará nada de fondo, abrirá la posibilidad de que el tigre le arrebate un poco de control al Estado y el Poder Judicial deje de alinearse con los dos polos de poder en nuestro país: el político y el económico, para constituir un orden tripolar, no alineado, que rompa el sano equilibrio que los dueños del capital han construido para someter al mandamás en turno. Desde luego que esto no significa que la ciudadanía se verá verdaderamente beneficiada. No, no es para tanto. Pero sí que la clase privilegiada tendrá que esforzarse un poco para no ver afectados sus privilegios. 

    Es por ello que debemos celebrar y defender el acuerdo que se alcanzó en el Instituto Nacional Electoral para prohibir a toda la estructura gubernamental promover la participación ciudadana en la elección judicial. Si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anula ese heroico párrafo, propuesto por Arturo Castillo, emblemático defensor del cambio radical que mantenga todo en su lugar, que establece que “ni las personas servidoras públicas no candidatas, ni las autoridades o instituciones públicas pueden emplear recursos públicos para promover el voto, la participación ciudadana en la elección o crear espacios para la difusión de los perfiles de las candidaturas”, la elección del Poder Judicial de la Federación podría —horror del más horrífico de los horrores— contar con la participación ciudadana. Vaya paradoja, tener un órgano electoral que organice elecciones en las que nadie participe y terminar con  una elección en la que el electorado manifieste su voluntad en las urnas.

    Si todo el mundo, como sugiere con anárquico anarquismo, Guadalupe Taddei Zavala, presidenta del Instituto Nacional Electoral, estuviera “promoviendo que saliéramos a votar”, nos podríamos ver envueltos en una envolvente envoltura de participación ciudadana de la que —independientemente del resultado electoral— no puede surgir nada bueno. Que la gente imagine que tiene voz y voto, es igual de peligroso a que la gente, genuinamente, tenga voz y voto. Años de una dictadura perfectamente calificada como perfecta por uno de los más fieles promotores de la perfección dictatorial, y una simulada transición democrática que inauguró la alternancia como fase superior de la dictadura perfecta, no se pueden tirar por la borda sólo porque un grupo de cuatreros cuatroteros de cuarta quieren montar su segundo piso y darle al traste a la preservación de los privilegios de unos pocos como beneficio para todos. La ciudadanía será ciudadanía en la medida en que acate lo que el mercado dicte que es ciudadanía o no será ciudadanía. Ciudadano que pretende pensar por sí mismo, es un peligro para el Estado y sus patrones.

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    Si renunciamos al principio rector que dicta que el INE es la autoridad del Estado mexicano que cuenta con las atribuciones exclusivas para la ejecución de actividades tendientes a la promoción del voto y de la participación ciudadana en el contexto del actual proceso electoral, y a la restricción que obliga a otras instancias del Estado mexicano, que quieran promover la participación en la elección judicial, a ceder al INE sus espacios en radio y televisión, y permitimos que los poderes del Estado promuevan libremente la participación ciudadana, atenderemos atentantemente en contra del fundamento gatopardista del entramado institucional mexicano que tantos años le ha tomado construir a la privilegiada clase privilegiada, el fundamento que permite que todo siga como está, aceptando la necesidad de que todo cambie.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Aplaudamos las virtudes del manual neoliberal

    Aplaudamos las virtudes del manual neoliberal

    Da gusto constatar que a quienes nunca les han importado las fosas clandestinas, los desaparecidos y las madres buscadoras, finalmente se muestren preocupados por todo ello. Poco importa si se preocupan de forma genuina, que si lo hacen porque sirve para el golpeteo político del oficialismo oficialista cuatrero. De la misma manera da gusto que se pase de la exigencia férrea al gobierno para que resuelva los problemas que al gobierno le corresponde resolver, a la exculpación del gobierno de toda responsabilidad o, incluso, a poner en tela de juicio la realidad misma con no otro fin que el de adaptar la realidad a las necesidades del gobierno.

    De cualquier forma, y haiga sido como haiga sido, para citar a los clásicos, los recientes y no tan recientes descubrimientos de fosas clandestinas, permiten reflexionar, entre otras cosas, sobre las virtuosas virtudes del manual de gestión neoliberal y tranquilizar a quienes intranquilamente se preocupan por la posible destrucción que la cuatrote intentara generar de la destrucción neoliberalista del Estado.

    El que los cárteles, ese terrible enemigo de todos los enemigos, sean una construcción que permite imponer la agenda securitaria, el que el narcotráfico no sea más que un recurso que posibilita la intervención  política, geopolítica y geoestratégica, que justifica la expulsión de poblaciones indígenas de territorios ricos en minerales, agua o hidrocarburos, entre otras acciones ilegales e inmorales, por parte de los gobiernos de México y Estados Unidos, el que aumente el número de desapariciones y en el que se sigan encontrando fosas clandestinas, casi una por día desde 2007, cuando se intensificó la guerra contra la delincuencia organizada, el que el Estado demuestre no tener la capacidad de garantizar la seguridad pública, la protección de los ciudadanos, el cumplimiento de la ley y la procuración e impartición de justicia, el que la Guardia Nacional y la Fiscalía de Jalisco inspeccionaran el Rancho Izaguirre en Teuchitlán en 2024 sin detectar evidencia crucial de los delitos que ahí se cometieron, es la garantía de todas las garantías que garantiza la supervivencia del modelo de destrucción neoliberal.

    Porque la desarticulación del Estado, su reducción y sobre todo su inutilización, a través de la privatización de todo aquello que sea privatizable, permite que la alternancia en el gobierno o cualquier esfuerzo transformador —sin importar cuánto tiempo permanezca en el poder— tope con pared y quede atrapado entre la disyuntiva que plantea la imposibilidad de confesar la incompetencia y la incapacidad de resolver lo que le corresponde resolver, porque la capacidad para resolverlo se desvaneció en el aire hace muchos años, cuando el status quo del neoliberalismo la redujo a su mínima expresión. La aplicación de el  manual de buen gobierno neoliberal para la destrucción del Estado, deja al gobierno sin más posibilidad que detenerse a discutir sobre la necesidad de eliminar la politiquería, de acusar a quienes lo acusan, de no realizar lo que le corresponde realizar, de tener actitudes “oportunista, hipócritas, carroñeras”, sin que ello signifique que esas actitudes no sean oportunistas, hipócritas y carroñeras, y de hacer un recuento de las granja de bots para atacarlo en las redes sociales. La respuesta de este gobierno, hasta ahora, es similar a la de los anteriores, la aplicación del manual los dejó sin más alternativa que la de, incluso en contra de su voluntad, minimizar los hechos, ganar tiempo en debates que no resuelven nada, y reconocer que hay 200 zapatos, pero cuestionar si esos zapatos son, efectivamente, de personas desaparecidas.

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    Que desde presidencia se afirme que no habrá construcción oscura de verdades históricas, que no se tolerará la construcción de verdades a medias o falsedades, es evidencia de que la brillante implementación que se realizó en el pasado del manual de supervivencia de la destrucción neoliberal, garantiza la supervivencia de la destrucción neoliberal. La única manera en la que el gobierno podrá evitar la construcción oscura de una verdad histórica, implica que el gobierno reconozca su incapacidad para garantizar la seguridad pública, la protección de los ciudadanos, el cumplimiento de la ley y la procuración e impartición de justicia, la única manera en la que el gobierno podrá evitar la construcción de verdades a medias o falsedades, obliga al gobierno a renunciar a todo pragmatismo y concentrarse en limpiar la casa barriendo las escaleras desde arriba, no importa si hablamos de seguridad, salud, educación, aranceles o cualquier otro tema. Mientras el gobierno se debata entre el reconocimiento real de sus capacidades y la consecución de votos, el efecto del neoliberalismo se mantendrá intocable.

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  • Hacer un Zelenskyy

    Hacer un Zelenskyy

    Resulta claro para todos aquellos que tengan claridad que la permanente amenaza arancelaria en la que ha metido Donald Trump, amo y señor de los destinos de la humanidad, al gobierno mexicano —donde un día anuncia aranceles, media hora después los pone en pausa y quince minutos antes vuelve a anunciar su imposición—es un callejón sin salida del que solo se puede salir si se hace un Zelenskyy. Y es que, como con infinitamente infinita sabiduría señalan las mejores mentes de la opositora oposición mexicana, siempre más preocupada por ella misma y sus canonjías que por el destino de eso que llaman patría y esos que llaman conciudadanos, la pura amenaza, la sóla idea de que Trump tenga la idea de amenazar a México con aranceles de cualquier naturaleza, hace que México resulte menos interesante para la inversión —como bien indica, el autoproclamado junior de clase media, Enrique de la Madrid Cordero. La amenaza trumpista al libre comercio demanda, como dicen la estadista Lilly Tellez —que es estadista más por el cuidado de sus estadísticas en redes sociales que por su saber y experiencia en los asuntos del Estado— y Ricardo Anaya, el infante terrible de la rancia derecha moderna; actuar de inmediato con toda inmediatez, imponiendo aranceles de regreso ahí donde más duela a las bases de apoyo trumpeteras y dando inicio a una guerra arancelaria que sólo afectará a quienes ya están acostumbrados a ser afectados.

    Hacer un Zelenskyy, como propone la opositora oposición y algunos sectores de la cuatrera cuatrote, implica ponerse de pechito para que el mandamás imperial esté contento, echarle leña al fuego de la hoguera simbólica con la que el Trump de todas las trumpetas, se comunica con sus huestes. No hay que hablar con Donald, no hay que argumentar con él, no hay que dar razones. Hay que postrarse ante su altísima, serenísima, peinadisima y anaranjadisima majestad, para que ella pase por encima nuestro y, al hacerlo, satisfaga su necesidad de ser más y se calme.

    Para muestra un presidente de Ucrania, desde que llegó a la Casa Blanca fue objeto de burlas por su atuendo militar, acto seguido Trump dejó claro que estaban listos para recibir esa franja de tierra, los recursos naturales ucranianos, y luego remató y regañó a Volodímir —con ayuda de Vance— diciéndole que estaba jugando con la vida de millones de personas, con la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, que no estaba dispuesto a negociar la paz, que le faltaba el respeto a los Estados Unidos de América al atacar a la administración que intenta evitar la destrucción de Ucrania y que —para colmo de todos los colmos— ni siquiera les había agradecido por lo que fuera que debería estar agradecido. La reunión terminó de forma precipitada y a Zelenskyy lo echaron de la Casa Blanca. Días después… Zelenskyy recula, da las gracias, ofrece los recursos naturales de Ucrania a Estados Unidos y se dice dispuesto a someterse al liderazgo naranja (no confundir con Movimiento Ciudadano) para alcanzar la paz. 

    Quienes no entiendan que no entienden, deben entender que frente a la hiperbólica comunicación simbólica trumpista, con la que Trump se comunica hiperbólicamente con sus bases, no se responde simbólicamente, con una concentración simbólica en el Zócalo que le hable a las bases cuatroteras, sino con elementos que permitan acrecentar la farsa política en tiempos infodémicos, dándole elementos a Trump para que la farsa no caiga y la especulación permita que las acciones no se desplomen, o que se desplomen para beneficio de los especuladores. El mismo trumpetero presidente lo explicó durante la revolcada que le dieron al soldadito Zelenskyy: “esto va a ser una gran televisión”— dijo. Y es que, que algo sea grande en televisión es lo único que importa, la teatralidad del teatro trumpista debe ser nutrida por sus aliados convertidos en enemigos para obtener más rating y garantizar que la discusión se mantenga en el nivel de los significantes vacíos que permitirán trastocar todo sin trastocar nada.

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    Lo que se necesita con necesaria necesidad, grita a gritos la oposición, es que Claudia Sheinbaum, elegantemente ataviada con un vestido artesanal como el que portó en su toma de protesta, sea recibida en la Casa Blanca para que Trump pueda lucirse, en horario estelar en un episodio más de “Mancillando todo lo que se pueda mancillar”, haciendo gala de redneckosidad al  burlarse del vestido elaborado a mano por una artesana originaria de Oaxaca, o de cualquier región de nuestro país, pueda humillarla diciéndoles que le falta al respeto a Estados Unidos de América al no evitar que los estadounidenses consuman fentanilo o cualquier otra droga, que le reclame por ser mal agradecida y no construir el muro entre México y su país y que la corra de la Casa Blanca obligándola a viajar de regreso a México con los 29 capos del narcotráfico que recientemente le mandó el Gobierno Mexicano como ofrenda.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Si el náhuatl no se puede hablar en inglés, no se debe hablar náhuatl

    Si el náhuatl no se puede hablar en inglés, no se debe hablar náhuatl

    Resulta indignante que lo que debe morir se resista a morir. Y es que, más de quinientos años después de que los españoles más castos, educados y sensiblemente salvajes, vinieran a liberar (no me salgan con que se trató de una conquista, una imposición y una masacre), como con sabia ignorancia despreciable sostienen Aznar y compañía, este pedazo de tierra que ahora llamamos México, del fanatismo y la barbarie y a salvar a través del extremismo evangelizador y la espada a todos aquellos que no sólo no buscaban ser salvados, sino que fueron asesinados para salvar sus almas, resulta de una frustración frustrante que sobrevivan idiomas que no son el castellano en esta geografía, resulta de una necia necedad que haya hablantes de idiomas originarios, y resulta inaceptable que el gobierno fomente, así sea de forma mínima, que dichos idiomas no terminen por desaparecer. Y es que, anunciar que 78 de las más de 7,000 escuelas de educación básica de la Ciudad de México impartirán cursos optativos de náhuatl como parte de la acciones para preservar dicho idioma, es un asalto a la razón de toda racionalidad que racionalmente racionalice el clasismo y el desprecio por el otro. 

    Y es que, no conforme con que en la Ciudad de México se sigan hablando 55 idiomas originarios, el gobierno local lanza una iniciativa que, así sea de forma insignificante, contribuye a que los hablantes de esos 55 idiomas resistan al noble esfuerzo de sometimiento y subyugación al que —primero la corona española y despues del gobierno mexicano— los ha sometido. Poco importa que el programa se aplique solo en algunas escuelas de las alcaldías con mayor número de pueblos originarios. Lo relevante es que se busque reforzar la identidad del lenguaje y con ello impulsar que no sólo se hable en el hogar, sino en las comunidades y los espacios públicos, que sus hablantes se sientan orgullosos de hablar náhuatl y no lo oculten, que la lengua se mantenga viva ¡Haganme el favor! Siglos inoculando la vergüenza en los pueblos originarios y la población mestiza de este país, siglos propagando un currículum que hace de los sujetos agentes que rechacen su origen para abrazar una identidad difusa, estandarizada y hegemónica que se dicta desde los grandes centros del poder, siglos formando seres aspiracionistas que aspiren a ser lo que sea menos lo que son, para que de un plumazo y con el avasallador número de 78 escuelas, los cuatreros cuatroteros de la Ciudad de México, salgan a decirle al hablante del náhuatl —en particular— y a la población entera —en general— que está bien ser diferente, no hablar el idioma dominante, no agachar la cabeza y pedir perdón por existir.

    Ya se que no faltará aquel que sostenga que 78 escuelas de educación básica no es algo que deba preocuparnos. Es más, no faltará quien se muestre indignado de que sólo sea en 78 escuelas y de que se trate de un curso optativo ¡Hay de todo en la viña del Señor que llegó junto con los españoles a salvar a través de la imposición, la sangre y la enfermedad! Digan lo que digan, en Latinoamérica hay ochocientos veintiséis pueblos indígenas, y hablan cuatrocientos veinte idiomas distintos. De ellos, sólo el 40% está en peligro de desaparecer, en otras palabras, sobrevive una posibilidad latente de que 58 millones de personas sigan hablando un idioma que no es el del conquistador, sobrevive la posibilidad de que al hacerlo, su historia, su cultura, sus tradiciones, sus saberes, resistan a la imposición hegemónica y estandarizadora. El sueño de la clase aspiracionista latinoamericana, de abandonar el castellano, o el portugues, para que todos hablemos ingles, para consagrarnos como un orgulloso patio trasero del imperio, se ve amenazado cada que alguien se enorgullece de su origen, cada que alguien habla con su propia voz y con sus propias palabras, cada que una cultura resiste a la bendita y aplastante ley del mercado.

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    Parece chiste, pero no lo es, pudiendo obligar a los estudiantes a aprender inglés, a sólo hablar en inglés, nuestros gobiernos abren la posibilidad de aprender un idioma originario. Parece que no entienden que no pueden entender, ningún idioma es otra cosa que no sea una herramienta laboralmente pragmática, todo idioma debe ser reducido a la satisfacción de los requisitos más demandados en el ámbito laboral, un profesional bilingüe es reconocido por su preparación y pueden tener mejores puestos y mayores salarios. Sí. Pero sólo si ese otro idioma —porque la lengua materna de todo mexicano es el castellano aunque la madre, o la madre de las madres, de muchos mexicanos no hable castellano— es un idioma del primer mundo. Que el bilingüismo contribuya a mejorar la memoria, la toma de decisiones, reduzca el riesgo de enfermedades mentales, mejore la socialización, el pensamiento crítico, o la capacidad de aprendizaje, importa poco si eso no se traduce en una capacidad que el obrero calificado pueda presumir en su hoja de vida. Bilingüismo, sin aprobación del mercado, es una pérdida de tiempo.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¿De qué hablamos cuando hablamos de un Milei mexicano?

    ¿De qué hablamos cuando hablamos de un Milei mexicano?

    Ha escapado, como escapa aquello que sale del encierro, a la conservadora de toda conservación escasa intelligentsia opositora, profundizar en la inminente urgencia que tenemos los mexicanos de que un Milei —con o sin peluca— engrose las filas de nuestra raquítica pero bien totopeada clase política. Y es que un Milei mexicano sería capaz de resolver ese complejo balance entre lo liberal en lo económico y lo conservador en los político y social que tan feliz hace a todo aspiracionista que se respete y viva, orgullosamente, pagando el mínimo en sus tarjetas de crédito. Y es que ni con el Plan México de Sheinbaum alcanzamos la cresta de la ola neoliberal, neoliberalismo que no es entreguista y que no se postra ante los poderosos poderes del capital, no es neoliberalismo, aunque se esfuerce por ello. Dos estampas mileianas sirven de ejemplo y parámetro de lo mínimo que deberíamos exigirle a esos Verásteguis, Salinas Pliegos o quien sea que se atreva a levantar la amarilla bandera del libertarismo en nuestra nación.

    La primera es muestra de cómo un líder libertario latinoamericano debe estar siempre dispuesto a lamer las botas de quienes usan botas para pisar el cuello de quien ponga el cuello para ser pisado. “Trump no es un proteccionista. Trump utiliza la política comercial como instrumento de geopolítica”, afirmó Milei al referirse a los aranceles que el gobierno de los Estados Unidos impuso al acero. No tengo la menor duda de que no faltará quien, haciendo gala de ser incapaces de hacer gala, refutarán que utilizar la política comercial como instrumento geopolítico es proteccionismo. Sin embargo, si se le mira desde la perspectiva libertaria, si se está dispuesto a gritar —bota en cuello— ¡viva la libertad, carajo!, a la menor provocación, se entenderá sin entender que aplaudir cuando el imperio indica que se debe aplaudir es lo más libertario que un libertario puede hacer. El libertarismo atraviesa, necesariamente, por la postración. La apertura económica está al servicio del status quo, el anarco capitalismo no tiene sentido si no garantiza que las clases privilegiadas sean quienes puedan beneficiarse del dejar hacer, dejar pasar llevado al extremo. El líder libertario debe trabajar para que la economía sea un “instrumento geopolítico” y de política interna, nada controla mejor a la población que el hambre, la enfermedad y la miseria. Y nada conserva mejor el estatus de los conservadores que el hambre, la enfermedad y la miseria de la clase trabajadora.

    La segunda estampa es aún más ilustrativa de lo que el futuro Milei mexicano debe ser y hacer: promover iniciativas privadas que contribuyan a la pauperización de la clase trabajadora. Una vez más, no dudo que salga alguien que sostenga que utilizar el poder político para promover negocios privados, que benefician a unos cuantos, es despreciable. Quienes así piensan no han entendido que cuando el poder político no está al servicio de los intereses privados, el poder político está al servicio de la sin razón y la supervivencia de quienes no deben sobrevivir. Milei utilizó sus redes sociales para promover una criptomoneda llamada $LIBRA, misma que estimularía la economía y ayudaría a crecer a las pequeñas empresas argentinas. El mensaje fue suficiente para dar impulso a dicha moneda, inflarla, y permitir a sus promotores desaparecer capitalizando la especulación libertaria. Poco importa si Milei se benefició o no con dicho movimiento, importa menos si el presidente argentino estaba “interiorizado de los pormenores del proyecto” al que dio su apoyo. Lo importante de toda importancia es que al hacerlo contribuyó a poner al aspiracionismo argentino, y a otro tanto del aspiracionismo fuera de argentina, en su lugar, el de mirar permanentemente hacia arriba, salivando mientras envidian un estilo de vida que nunca podrán tener. Una vez más, libertarios en lo económico para beneficiar a las clases privilegiadas, y conservadores en lo político y social para contener a las clases trabajadoras.

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    Resulta sencillo imaginar que un Milei mexa surja de las filas del más reaccionario PANismo, del más pragmático PRIismo o de cualquier ídolo temporal del aspiracionismo nacional. Sin embargo, no debería sorprendernos que el próximo Milei azteca vea la luz dentro de Morena y la 4T. No estoy hablando de los Yunez o los Murat que en una muestra de congruencia ideológica se identifican con el Humanismo Mexicano. No, eso es poca cosa, estoy hablando de un político “ínclito y preclaro”, para utilizar las palabras con las que Monreal calificó a Pedro Haces, que sin dejar de ser cuatrero, sin dejar de ser de izquierda, sin dejar de hablar del bienestar cada que el bienestar necesite que se hable del bienestar, sea capaz de impulsar un humanismo libertario mexicano, que anteponga la justicia social a las necesidades del capital, y que permita a la sociedad morir libremente de hambre, como mejor le parezca morir de hambre.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Defendamos lo indefendible indefendiblemente

    Defendamos lo indefendible indefendiblemente

    Sorprenderá a propios y extraños, la indefendible defensa que el segundo piso de la cuatrote a emprendido de propios y extraños. Y digo que sorprenderá porque aquello que produce sorpresa suele hacerlo sorpresivamente. Sin duda alguna, escapa al entendimiento de aquellos que ilusamente piensan que los ideales deben anteponerse a los hechos para modelar la realidad con los ideales y no a ideales con la realidad, que sean los mismos cuatretos cuatroteros quienes salgan a la defensa de Rocha Moya, Cuauhtémoc Blanco y Salvador Cienfuegos. Y escapa a su entendimiento porque no terminan de entender que la fuerza de la cuatrote radica en no dejar un solo espacio a sus detractores, ninguna posibilidad de acción, ni siquiera para socavar la legitimidad de la propia cuatrote. Si alguien habrá de socavar a la cuatrote debe ser la misma cuatrote, de lo contrario, la cuatrote estaría mostrando debilidad frente a sus adversarios, y eso sería imperdonable.

    Claro que no faltará quien —presumiendo una presumiblemente ausente inteligencia— acuse al segundo piso de la cuatrote de privilegiar el pragmatismo sobre el compromiso. Nada de eso, la indefendible defensa de estos indefendibles personajes, que desde el segundo piso cuatrero se defienden, tiene más que ver con una transvaloración de los valores, donde dar la espalda al compromiso con la justicia, tener manejos políticos cuestionables, realizar montajes de escenas del crimen, tener un desempeño mediocre, violar las normas, y estar vinculado con el trafico de drogas y la protección de cárteles del narcotráfico, son asuntos de buen gobierno y compromiso social que no busca otra cosa que no sea el mejorar la calidad de vida de los mexicano, al minar la calidad de vida de los mexicanos. Una transvaloración que se resuma en un absolutismo del tipo: la transformación soy yo, y lo que haga será transformador aunque no lo sea.

    En este proceso de transvaloración cuatrera, si la cuatrote no ha roto, ni se ha alejado de Rocha Moya, para confrontarlo, no es porque se haga de la vista gorda ante lo que sucede en Sinaloa, no porque no se dé cuenta del secuestro, que tuvo lugar durante la jornada electora que llevó a Rocha Moya a la gubernatura, de decenas de activistas PRIistas, inhibiendo el voto opositor; no porque no vea todas las irregularidades relacionadas con el asesinato del ex rector de la Autónoma de Sinaloa Héctor Melesio Cuén, y el burdo montaje forense que llevó a cabo la fiscalía del estado; no porque decida ignorar el netflixesco episodio en el que Joaquín Guzmán López entregó a “El Mayo” a las autoridades estadounidenses mientras Rocha Moya viajaba, como viajan todos aquellos que no quieren dejar huella y tener una coartada que medianamente se sostenga, a Estados Unidos, con su familia, en un avión prestado por un amigo empresario; no es que no se entienda que la narcoguerra, que se vive en Sinaloa, entre los Mayitos y los Chapitos, se disparara a raíz de estos episodios. No, no y recontra no. Por el contrario, tiene que ver con esta parte de la transformación en la que la denuncia y la persecución del secuestro de activistas, la inhibición del voto opositor, el asesinato de enemigos políticos, los montajes mediáticos y la mediocridad gubernamental, se convierten en un atentado en contra de la cuatrote si son reconocidos por al cuatrote, es un ver dejando de ver, viendo. Una transformación pragmatizadora de los ideales para garantizar la supervivencia de un movimiento que —traicionando sus ideales— encumbre esos ideales.

    Probablemente, a estas alturas quede más clara la necesaria defensa de lo indefendible, de cualquier forma, estoy convencido de que el caso de flamante ex gobernador de Morelos, otrora ídolo americanista, Cuauhtémoc Blanco, ayudara a ilustrar, con la claridad del agua estancada, este esfuerzo para pragmatizar los ideales idealmente pragmáticos, sin apostar por el pragmatismo, apostando por él. Un defensa que garantiza un desaforado fuero a ese sujeto cuya honradez, integridad, rectitud y honestidad es respaldada por su pésimo desempeño, abuso de poder, la ignorancia de las normas y —cuando menos— una decena de expedientes penales por actos cometidos durante su administración en el ayuntamiento de Cuernavaca y en el gobierno de Morelos. Por no mencionar la acusación por violación que, violando todo buen gusto y decoro transformador, se ha lanzado en su contra. La transvaloración de los valores e ideales del Humanismo Mexicano, atraviesan —en el caso de Blanco— la protección a quien acumula evidencia de corrupción, nepotismo y mala administración. Protección y defensa que demanda no sólo otorgarle fuero, sino defender ese fuero para que el ex futbolista no pueda ser molestado.

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    Si la cuatrote ha de morir, ha de morir a manos de los cuatreros cuatroteros, y de nadie más. No le va a dar el gusto a la oposición de acabar con ella. Para cavar su tumba, no necesitan ayuda, al contario, están dispuestos a defender indefendibles ajenos, Cienfuegos es una muestra de ello, oficialmente declarado inocente por la Fiscalía General de la Republica y respaldado por Claudia quien está convencida de que si “el gobierno de Estados Unidos hubiera tenido realmente algo en contra del general Cienfuegos [no] lo hubiera liberado.” Una transvaloración exprés que rápidamente mutó de la condena de López Obrador quien en un primer momento lo consideró como algo lamentable que daba muestra de la descomposición del régimen, de la degradación de la función gubernamental durante el periodo neoliberal, pasando por la negociación del retiro de los cargos delictivos en contra de Salvador Cienfuegos, para mantener con México la cooperación en el combate al tráfico de narcóticos y corrupción, al indulto público desde la presidencia. El segundo piso de la cuatrote, pareciera enfocarse en la transformación de valores indefendibles, a valores por los que está dispuesto a morir en la raya, y quienes no estén de acuerdo con ello, deberían callar, madurar, crecer y ser responsables, para parafrasear la nada pragmática defensa del Fisgón a la candidatura plurinominal de Sergio Mayer, enfrentar al neoliberalismo demanda la consolidación de un frente amplio, tan amplio que incluya las peores practicas neoliberales.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.