Etiqueta: Carlos Bortoni

  • La democracia es al INE como el INE a la democracia

    La democracia es al INE como el INE a la democracia

    No hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla. Y todo indica que ha llegado la hora ten temida de discutir la reforma electoral que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador envió al Congreso. 

    Reforma electoral que, bien nos dicen demócratas y defensores del bienestar social de la talla de: Pascal Beltral del Río, Xóchitl Gálvez, Denise Dresser, Claudio X. González, Felipe Calderón, Sergio Sarmiento, Javier Lozano, Santiago Creel, Fernando Belauzarán, Ricardo Anaya, Esteban Arce, Kenia López Rabadán, Marko Cortés y la Conferencia del Episcopado Mexicano (cuya hipotética autoridad moral ─la de todos ellos─ no necesita más que una desatenta ojeada a su biografía para desmoronarse), no busca otra cosa que no sea destruir al sinfín de veces heroico Instituto Nacional Electoral, cuna de la democracia mexicana, bastión de los valores de la transparencia, la equidad y la tolerancia, origen de la pluralidad en nuestro país y ─sobre todo─ aparato ideológico que garantiza que a través del cambio (lo que en la jerga electoral se conoce como alternancia) todo permanezca exactamente igual.

    La fervorosa defensa del INE, las etiquetas ─hashtags los llaman estos adalides de la mexicanidad─ con las que han inundado redes sociales, de la naturaleza de #ConELINENo y #ElINENoSeToca, hacen eco del elemento fundamental de un sistema democrático que favorece la permanencia del orden social establecido: la inamovilidad institucional del Instituto Nacional Electoral. La defensa del orden social que el INE garantiza depende del anquilosamiento del propio INE, de preservarlo como una institución inamovible, incambiable y eterna.

    Para lograrlo, para consolidar al INE como un elemento imperecedero en la vida de los mexicanos, y en consecuencia garantizar la supervivencia de un modelo que garantice la continuidad ad infinitum, no hay mejor camino que asociar de forma indisoluble al INE con el concepto de democracia. Es decir, en la mente de todos y cada uno de los ciudadanos mexicanos, INE debe ser sinónimo de democracia, a tal punto que cuando piensen en democracia piensen en el INE. No importa que el INE no sea más que un medio, una herramienta que contribuya a la construcción de un entramado democrático. No. 

    Lo importante es que el solo acto electoral, el mero ejercicio del voto, se considere el quehacer democrático, la esencia misma de la vida en democracia. A tal grado que, con solo votar se reafirme en el imaginario colectivo la inserción de nuestra vida política en el modelo democrático. Las condiciones previas al ejercicio electoral: el desarrollo de la consciencia ciudadana, el garantizar condiciones materiales para que la gente pueda dedicarle tiempo a pensar en la cosa pública, la verdadera autonomía del órgano electoral que permitan construir una autentica democracia, poco importan. 

    Lo que importa es que se simule el juego democrático, que se utilicen las elecciones como una válvula de escape del malestar social, y ─principalmente─ que todo se mantenga como debe mantenerse, que la paz social y las buenas costumbres de unos cuentos no se pierdan. Por eso es importante que la comentocracia antidemocrática en pro de la democracia no deje de insistir en que, si el PRI dejó de ser el partido hegemónico en el ’97, fue gracias al IFE; que, si Morena llegó a la presidencia en 2018, fue gracias al INE. En otras palabras, que se siga insistiendo en que fue la herramienta electoral la que permitió las transformaciones en las últimas décadas, y no la participación ciudadana. De lo contrario, los ciudadanos podrían creer que son un agente de cambio y desbordarse, poniendo en entredicho los privilegios de quienes no deben dejar de ser privilegiados.

    Entrados en gastos, es por ello que, el discurso ‘democrático’ dominante insiste tanto en apoyarse, más como muleta que como muletilla, del opaco y dudoso concepto de alternancia. Lo han elevado ─con justa razón─ a rango de valor absoluto, teniendo un lugar garantizado en el panteón de los héroes nacionales. Porque la alternancia permite jugar con la sensación de que se ha dado un cambio sin que ese cambio se tenga que dar realmente. La alternancia posibilita una sensación de bienestar sin que sea necesario materializar ese bienestar. 

    Cambian las caras en el gobierno, cambian los colores que apoyan a esas caras, cambian sloganes, cambian intenciones, cambia todo y todo se mantiene sobre la misma línea. El día que esa masa que llamamos ciudadanía, se de cuenta que la alternancia no solo no es suficiente, sino que es atole con el dedo, será el día en el que habrá que encumbrar un nuevo concepto para garantizar que la gente siga votando por lo que quiera votar, pero el sistema se mantenga inamovible, intocable, como el INE.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • #TodosSomosAdela

    #TodosSomosAdela

    Recientemente y gracias a la crueldad, el maltrato y la crudeza con la que Layda Sansores trata a los comunicadores y propagandistas caídos en desgracia, nos enteramos de la lamentable situación, económica y emocional en la que se encuentra la siempre honesta, feminista desde hace veinte años, y sin pelos en la lengua, Adela Micha. 

    Situación que rebasa lo personal ─que no es poca cosa─ e impacta directamente lo profesional y el futuro de los espacios de comunicación en México, en riesgo de desaparecer, no por falta de audiencia, jamás, por favor no piensen eso, no, están a punto de desaparecer por falta de recursos. Seamos claros, una cosa es que Adela Micha no tenga para pagar la renta y llevar comida a su casa, y otra ─tan grave como la gravedad misma─ que México y los mexicanos pierdan un espacio plural donde solo cabe lo que previamente se define puede caber. 

    Pero no es solo eso, es decir, no solo es la perdida de este espacio de sana pluralidad ficticia. No. Lo que está en juego es la desaparición de un tipo de comunicación que ha realizado la notable y loable tarea de informar a las audiencias para garantizar que las audiencias se mantengan desinformadas.

    Más allá de la existencia, la cual siempre se reconoce y agradece, de mecenas ─vulgarmente confundidos con padrotes─ como Alito Moreno, siempre dispuestos a buscar recursos para apoyar la noble causa de la desinformación infodemica, es necesario diseñar, promover y habilitar programas sociales que garanticen la supervivencia del modo de vida de unos cuantos que se han aprovechado de la sociedad y ─al mismo tiempo─ de un modelo comunicativo que presumiendo transparencia es capaz de ocultarlo todo, absolutamente todo. Es por ello que, desde la sociedad civil, siempre civil y nunca un disfraz del PANismo, debemos presionar al gobierno para que tengamos un Programa de Rehabilitación e Inclusión de Comunicadoras y Comunicadores que Perdieron el Chayote Neoliberal. 

    Programa que bien podría convertirse en el Instituto del Chayote para garantizar que las y los comunicadores dedicados al negocio de la desinformación puedan seguir ejerciendo libremente el derecho de mantener a la población en la ignorancia y practicando el arte de levantar polvo para oscurecer todo.

    El Programa en pro del chayote, se encargaría de garantizar que bajo ningún motivo y/o circunstancia, comunicadores y comunicadoras honestos, preparados, capaces, comprometidos con su labora comunicativa y dispuestos a anteponer el dinero sobre la verdad, tengan que degradarse y dar un espectáculo tan lamentable como el que dio Adela rogándole a Alito por unas cuantas monedas. 

    Garantizando que estos profesionales de la infodemia tengan un sustento digno que les permita conservar los privilegios a los que están acostumbrados, nos ahorraremos ─no solo la innecesaria escena dramática y el rasgado de ropas─ la debacle social que podría generarse de tener una ciudadanía informada, la debacle de tener votantes que cuestionen a los candidatos, que les exijan, que lo pongan contra las cuerdas y ─al hacerlo─ amenacen a la clase política nacional.

    Entrados en gastos, preservar el chayote y a las comunicadoras y comunicadores chayoteros, es preservar el olvido y rendir un homenaje a nuestro pasado reciente, honrar la memoria de aquellas y aquellos que ─siguiendo el patrón de Jacobo Zabludovsky─ se presentan frente a la pantalla para dejarnos saber que hoy fue un día soleado.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡Gracias Lilly!

    ¡Gracias Lilly!

    Pocas cosas deben agradecerse tanto, como esos momentos en los que los privilegiados voltean a ver a la gente de abajo, a los miserables, a quienes con dificultades podremos sobrevivir un día más y se muestran preocupados por ellos. Lamentablemente, es raro que lo hagamos, solemos confundir el altruismo ‘fifí’ con clasismo; condenar las nobles intenciones de aquellos que mantienen un pie sobre nuestro pescuezo, con ganas de sojuzgarnos; despreciar las migajas que amablemente dejan caer al suelo, como si se trataran de ofensas que buscan humillarnos.

    Esa terrible ingratitud, afloró el pasado 4 de octubre, cuando la siempre heroica, siempre iluminada, siempre correcta, siempre refinada y siempre preocupada por el bien de México, Lilly Téllez, subió al estrado del Senado de la República, más que a discutir y/o debatir la propuesta de reforma a la Guardia Nacional, a leer una editorial plagada de los más humanos insultos y modestas tropelías en contra de los senadores de Morena y la ciudadanía en general. Afortunadamente, contrarrestando nuestros desaires, personajes como Chumel Torres, con elegancia y respeto, se mostraron a la altura de la senadora y manifestaron su agradecimiento, sin un ápice de misoginia, y sobrada poética, dejando para el olvido estás palabras: “Con el tamaño de esos huevos le puedes dar de comer a cinco estados”.

    Y digo afortunadamente, porque no faltaron quienes confundieron las palabras de hermandad y solidaridad de Lilly Téllez, con un arrebato propio de alguien que ha perdido la razón; que confundieron el mensaje de fraternidad de la senadora con una caricatura grotesca de desprecio y soberbia. No. Nada más alejado de la realidad, cuando Téllez, precandidata entre los precandidatos presidenciales de la oposición, sostuvo que ustedes ─refiriéndose a un nosotros del que ella se mantiene al margen─ van a llorar porque los militares le dispararon a estudiantes en una plaza pública, van a llorar porque los militares reprimieron una manifestación en las calles, que sus hijos ─nuevamente los nuestros, no los de ella─ van a llorar cuando los militares abusen sexualmente y violen a las mujeres indígenas, a sus madres, hermanas y esposas, que ustedes van a llorar cuando a sus hijas las golpeen los militares, y que ustedes van a llorar cuando a sus hijos los agredan los militares y no tengan a quien recurrir cuando el ejercito los aplaste, en su condición de simples ciudadanos; no estaba diciendo que los militares sean incapaces de nada más que violar, maltratar, reprimir, golpear y aplastar. No. No estaba diciendo que a diferencia de indígenas, estudiantes y la ciudadanía de a pie, ella está y estará protegida de toda perturbación, oprobio y fuerza maligna que pudiera querer afectarla. No.

    Nada de eso. Lo que Doña Lilly hizo fue voltear a ver a quienes vivimos en desgracia, fue mostrarse empática con quienes no vivimos en su burbuja y advertirnos que, si intentamos minar sus privilegios o los de aquellos que se encuentran en el mismo nivel que ella, hay un dios que todo lo ve y se vengará de quienes se oponen al capitalismo darwiniano, a la mano invisible del mercado que pone a cada sujeto en el lugar en el que debe de estar; el discurso de Téllez fue un acto de compasión para protegernos de nosotros mismos y buscar que nos demos cuenta que solo bajo el yugo de un amo como el que ella representa, podremos tener un futuro apacible donde no nos aplaste el ejercito porque nosotros nos habremos aplastado ─mucho antes─ los unos a los otros. Un futuro donde libremente habremos asumido nuestro lugar en la cadena trófica de la explotación salvaje.

    Entrados en gastos, no deja de sorprender como hay quienes se sorprenden de que personajes, como la siempre llena de bondad, Lilly Téllez usen el Senado para lanzar editoriales y diatribas a diestra y siniestra, intentando salvarnos de un mundo en donde ella y sus secuaces no tengan privilegios y tengan que vivir como cualquiera de nosotros, cuando la CuatroTe insiste en torturar emocionalmente a nuestra humanitaria clase empresarial, aprovechando cualquier pretexto, como la renuncia de Tatiana Clouthier, para poner a una terrorista fiscal, un monstruo más terribles que Rosa Luxemburgo, una aniquiladora de la tranquilidad espiritual de los emprendedores y amantes de lo ajeno, como Raquel Buenrostro, a la Secretaría de Economía ¿Qué necesita este gobierno para entender que la justicia social no es justicia si es social?

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • La comentocracia al poder

    La comentocracia al poder

    Seamos honestos, este dos de octubre se trató de Denise Dresser, no de la preservación de la memoria histórica, no fue un homenaje al movimiento estudiantil, no. El dos de octubre de 2022 se trató de Denisse Dresser, porque la agenda política del país no la marca el gobierno, mucho menos la gente, la agenda la establece, la marca, la pone sobre la mesa Denisse y el grupo de personas bien habidas, bienaventuradas e iluminadas que la rodean. 

    Grupo que, ni tardo ni perezoso, tuvo la sensibilidad de reconocer en los gritos y consignas que exigían que la doctora Dresser abandonara la plancha del Zócalo y no se apropiara de un movimiento social al que es ajena, un ataque violento, muy superior a los actos vandálicos de las camisas negras del fascismo italiano y de las juventudes hitlerianas. Gritos y consignas que hicieron más daño que los golpes y los palos, que los cuchillos y las armas de fuego. Gritos y consignas proferidos por camisas pardas, como los llamó, no sin una humilde sabiduría Víctor Trujillo, gritos y consignas que no fueron la manifestación propia y legitima de la gente que asume la plaza pública como el único espacio en el que pueden manifestarse, sino que se convierten en agresiones, en muestra de intolerancia frente a la invasión por parte de la esfera privada del espacio público.

    Hordas vociferantes, las llamó el nunca exagerado y siempre fiel a las fuentes Héctor de Mauleón; fanáticos, dijeron las mentes menos creativas de nuestra heroica inteligencia conservadora, que han privatizado el ’68 (interesante categoría histórica propuesta por Carlos Loret, incansable luchador social que mucho tiene que enseñar a los historiadores sobre la apropiación de la historia). 

    Ataque salvaje, vil, artero, completamente injustificado en contra de Denisse, mártir de la democracia mexicana, que tuvo la virtud de evidenciar el elefante que nadie quiere ver: la urgencia de entregar el espacio publico a los intereses privados, la necesidad de definir la agenda publica desde los espacios privados, y de alinear las manifestaciones publicas a través de la lectura que los medios de comunicación y sus esbirros, tienen de la realidad nacional. 

    Lectura que la propia Dresser, quien, a pesar de la conmoción provocada por el ataque sufrido, dejó claramente plasmada en su columna del periódico Reforma, y donde no perdió su acostumbrada clarividencia, arrojando luz sobre lo que debe ser y lo que debemos hacer en el futuro inmediato.

    En primer lugar, Denisse nos deja saber que jamás pensó vivir en un país donde se corriera a alguien por manifestarse en el Zócalo. Por favor, sean cándidos con la señora. Sí, ya sé que estaba en una marcha para mantener viva la memoria y dejar claro que nunca más se permitirá ─no ya que se corra a alguien por manifestarse en una plaza pública─ una masacre de manifestantes pacíficos, pero que se le va a hacer, quizá para ella era un paseo por la Alameda Central. 

    Sin embargo, más allá de eso, más allá del hecho irrefutable, afirmado por la doctora Dresser de vivir en un país donde no se corría a la gente por manifestarse, lo importante es trabajar en conjunto, colectivamente, en nombre del bienestar social, para que sujetos privilegiados como Doña Denise puedan seguir siendo privilegiados, para que puedan seguir disfrutando dentro de su burbuja. 

    Una burbuja en la que su voz sea la voz, donde su derecho a disentir sea el derecho a disentir, donde ella determine como y cuando se debe participar, para posibilitar que la voz de la plaza pública esté perfectamente alineada con la voz de los espacios privados, que el reclamo o el aplauso al gobierno en turno sea el reclamo o el aplauso que los dueños del capital quieren que se haga y no el que la gente crea que puede hacer. En este sentido, Denise lo deja claro, la ciudadanía estaría reconociendo que es gracias a las voces que se hacen escuchar en el Canal de las Estrellas y otros medios afines, que la ciudadanía tiene los derechos que tiene, que es gracias al activismo comentocratico que se han conseguido esas conquistas históricas como el aborto legal y seguro. No, no es la lucha feminista la que lo materializo, no, no son los movimientos sociales quienes lo han conseguido, es el activismo de la Dra. Dresser. 

    Entrados en gastos, no podemos dejar de mencionar, como no lo hace Doña Denisse en su columna, que el país no le pertenece ni a AMLO, ni a la CuatroTe, ni al PAN, ni al PRI, ni al Ejército, ni a la ciudadanía que la corrió del Zócalo, el país le pertenece a las mentes iluminadas que ─a falta de un consejo de sabios─ guían el camino de la sociedad con sus comentarios diarios en medios privados. El país y nosotros mismos nos debemos a ellos, no quisiera imaginar la oscuridad en la que nos encontraríamos si su sabiduría dejara de alumbrarnos. Es por eso que, el próximo año, cuando el dos de octubre vuelva a alcanzarnos, debemos salir a las calles, formados detrás de la Dra. Dresser y la comentocracia privilegiada y seguir sus pasos para construir un activismo de crepé esponjado.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡Por favor, no provoquen a la oposición!

    ¡Por favor, no provoquen a la oposición!

    Para recordar el aniversario del infame golpe de Estado en Chile en contra del gobierno de Salvador Allende, el siempre ilustre, siempre carismático y nunca obnubilado diputado Gabriel Quadri, arrojó luz sobre nuestras mentes para contribuir al entendimiento de ese complejo entramado de resentimientos, miedos, desprecios e inseguridades que es el pensamiento conservador mexicano, del cual se nutre el heroico bloque opositor, al sostener que: es necesario desmontar el mito de Salvador Allende para evitar que su tragedia se repita. 

    Según Quadri de la Torre, el legado de Allende fue hundir a Chile en la peor crisis económica, social y política de su historia; llevar al país a un cruento golpe militar y a la feroz dictadura de Pinochet. De las cincuenta palabras que el diputado utilizó para reducir un proceso histórico complejo y doloroso, podemos desprender, por lo menos dos lecciones que nos ayudan a entender y cuidar la estabilidad emocional de nuestros conservadores, esa fauna salvaje y nociva que tanto ha hecho por México.

    En primer lugar, es evidente que la lectura que los conservadores hacen de la realidad es una lectura que lejos de abrazar la complejidad, elimina todo aquello que deba ser eliminado, para preservar una explicación impoluta de la existencia en donde un fenómeno se explica en sí mismo y deviene por sí mismo, sin importar su contexto. En otras palabras, la caída del gobierno de Salvador Allende sucedió porque existió el gobierno de Salvador Allende ¿Así o más fácil de entender? Los acontecimientos que condujeron a la culminación de un proceso, el devenir histórico de la humanidad, poco importa; A llega a B, porque A ¿para qué volver todo más complejo? Como diría Juan Gabriel ¿Qué necesidad?

    Por otro lado, y quizá todavía más importante, queda claro por qué para Quadri y el conservadurismo mexicano, son la CuatroTe y Andrés Manuel Lopez Obrador, quienes han polarizado y dividido a los mexicanos. Y es que resulta indignante que la clase oprimida, que digo clase, los desclasados, de buenas a primeras levanten la mano e intenten poner un alto a la lógica de privilegios y explotación con la que se conduce la clase dirigente nacional. Indignante que, lejos de estar agradecidos porque se les permite subsistir y ―en algunos casos― elegir la forma en la que van a morir de hambre, se quejen y busquen transformar sus condiciones de vida. 

    En ese sentido, la resistencia a todo movimiento social que busque transformar la realidad es desencadenada por dicho movimiento social. Es decir: Andrés Manuel Lopez Obrador y todo aquellos que lo apoyan, polarizan a los mexicanos no porque verdaderamente estén dividiendo algo que desde que México es México ha estado dividido, sino porque señalan esa división, se manifiestan agraviados por ella, ponen el dedo en la llaga. Y al hacerlo, no solo se vuelven responsables de la división, sino que también son responsables de la reacción que la clase privilegiada pudieran tener en contra de ellos, son responsables de la virulencia, desprecio, violencia de la oposición, que no tiene más alternativa que reaccionar como un animal acorralado ante que ve amenazado su estilo de vida.

    Entrados en gastos, se vuelve urgente comprender que es en este sentido en el que nuestra siempre amable y clasista oposición (nutrida por la siempre desinteresada clase privilegiada), toma como una afrenta que en la celebración de El Grito de Independencia, se lanzaran “mueras” contra el racismo y el clasismo. 

    Lejos de condenar su molestia, de censurar que reivindiquen el derecho al libre ejercicio del clasismo, el racismo y cualquier otra forma de desprecio que contribuya al control social y garantice los privilegios de una minoría; lejos de lamentar el patético esfuerzo de hablar de un clasismo/racismo inverso. Deberíamos estar agradecidos, frente a esta muestra de humanismo sin igual, por no reaccionar de forma violenta en contra del llamado para acabar con el clasismo. Es más, ha sido tan loable el comportamiento opositor, de cara a esta provocación, que ni siquiera han ido a la OEA para presentar una queja.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Necesitas ayuda

    Necesitas ayuda

    Hay que aceptarlo. Tienes un problema. Pero no uno de aquellos que se resuelven con libros de autoayuda y/o superación personal. No. Tienes un problema del que no puedes salir solo. Del que no puedes ayudarte a salir. Sin importar lo que hagas. Sin importar lo que intentes o no intentes, lo que cambies o no cambies, si tu actitud es buena o mala. Tu problema es tal que ni uno solo de tus intentos podrá solucionarlo. Hay que aceptarlo.

    Necesitas que te abran los ojos, literalmente, necesitas que alguien llegue y te abra los ojos, te obligue a reaccionar, te sacuda ―una y otra y otra vez. Necesitas un empujón para salir del hoyo, que digo hoyo, socavón en el que te encuentras por seguir creyendo en Andrés Manuel López Obrador. Afortunadamente, la iluminada, noble, siempre reaccionaria y dispuesta a tenderle la mano a todo aquel al que puedan vaciarle el bolsillo, oposición cuatroteista, está ahí, aquí y en todos lados donde haya conexión a internet, para darte ese empujón que transforme tu vida.

    En primero lugar y por sobre todas las cosas, pero no sobre el capital ni sobre Dios, que en ese orden son sagrados, cuentas con la ayuda, siempre afable y desinteresada de Francisco Martin Moreno, ese inquisidor que está dispuesto a quemar morenistas en el Zócalo, ese historiador de su propia perturbación mental, siempre estará dispuesto a cimbrar tu falsa ideología con un “buenas tardes”.

    Sin importar si trabajas limpiando baños en un restaurante de alta cocina, si eres taxista, maestro, burócrata o lector del Reforma, Martin Moreno transformará tu vida con un discreto empujón disfrazado de un “buenas tardes” a través del cual te hará cobrar consciencia de que el cambio eres tú, de que no importa tu entorno, realidad sociocultural, educación, prejuicios sociales a los que estés sometido, etc., si estas dispuesto a servir al capital siempre podrás hacerlo mejor, superarte a ti mismo y correr con mucha más energía detrás de esa zanahoria atada al final de un palo que pende sobre tu cabeza.

    Sin embargo, y como lamentablemente Francisco Martin Moreno si bien es infalible no es omnipresente, en ocasiones, ese empujón que necesitas habrá de venir de otros personajes que con su probada honestidad, rectitud y desinterés por aquello que les interesa y los mueve, habrán de mostrarte que la realidad no es como es, y que tu empeño de verla como es solo evidencia el engaño en el que el gobierno te tiene. 

    Personajes como Chumel Torres, Max Kaiser (sí, se trata de una persona con nombre de perro), Lilly Tellez, Fernando Belauzaran, Paco Calderon, Eugenio Derbez o Eduardo España, engrosan las filas y fobias de esa oposición que sin pena ni gloria te hará ver que te engañaron aunque no te hayan engañado, y te explicarán que la militarización desmilitarizada y sin represión lo único que busca es controlarte como ciudadano, al tiempo que te permitirán entender cómo la redistribución de la riqueza es una farsa socialista, que lo que en verdad necesitas es trabajar más horas y una significativa reducción salarial, sin importar si actualmente ganas poco.

    Entrados en gastos: incluso, pero solo de ser extremadamente necesario, la ayuda puede venir de Vicente Fox, ese expresidente que se convoca a sí mismo a participar en foros imaginarios y que acepta su propia invitación.

    Evidentemente, buscar la solución a tus problemas en Fox es algo que no debe tomarse a la ligera y que debe manejarse con extremo cuidado, y sólo si uno se encuentra en estados de consciencia alterada que permitan lidiar con la mentalidad de un visionario que jamás ha tenido contacto alguno con la realidad.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es “Dar las gracias no es suficiente”.
  • La información al servicio de la desorientación

    La información al servicio de la desorientación

    El principal peligro para la democracia son los ciudadanos. Ciudadanos que anteponen sus necesidades a los intereses de la clase dominante. Es por ello que el objetivo no es salvar la democracia, jamás lo ha sido. El objetivo es instaurar una infocracia que establezca un totalitarismo sin ideología aparente, un totalitarismo que conduzca al ganado consumista mediante datos que aniquilen su capacidad de razonar, datos que no les permitan imaginar una realidad detrás de lo dado, detrás del dato, datos que desfactifiquen y descontextualicen la realidad, que fragmente la percepción y permitan ―dando la espalda a los hechos y la realidad― construir un discurso fundamentado en información que desoriente a la ciudadanía, información que oscurezca la realidad, que termine de matar el impulso a la verdad. 

    Para hacerlo, no es importante que los datos o afirmaciones que se hagan sean verdaderas, basta con lanzar cifras sueltas, fuera de contexto, para que el daño acontezca. Lo importante no es el fundamento de lo que se sostiene, sino sostenerlo sin argumentarlo. Rinde más afirmar que los libros de texto para el nuevo plan de estudios de la SEP serán nada más que propaganda, que demostrarlo, la efectividad de una noticia falsa es directamente proporcional a lo efímera que resulte. Y la verdad, cuando llegué, no tendrá forma de contrarrestar el daño.

    Miremos un ejemplo, recientemente, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, calificó a los consultorios adyacentes a farmacias, como un engaño que no solucionan el problema de la salud pública ya que su objetivo no es otro que el de vender medicamentos. La reacción de la nobleza conservadora, que además de ser noble es caritativa, humanitaria y bien pensante, no se hizo esperar, de inmediato se acusó a López-Gatell y al gobierno de la CuatroTe de querer cerrar los consultorios de las farmacias y con ello aniquilar a la clase media que no tiene otra alternativa para cuidar su salud. 

    Afortunadamente, la repuesta visceral fue acompañada por la sabiduría y luminosa sagacidad mental de Sergio Sarmiento quien apuntó ―en un texto plagado de paja―que López-Gatell se ha dedicado a destruir el sistema de salud pública y como evidencia de ello arrojó lo siguiente: “Una de las razones más importantes de la expansión de los consultorios de farmacias es el deterioro de las instituciones de salud pública en la Cuarta Transformación. López-Gatell ha sido el gran privatizador de la salud en nuestro país.”

    Poco importa que el dato, disfrazado de argumento, que esgrime Sarmiento sea falso. El objetivo es dejar sembrada en la mente ciudadana la idea de que el gobierno de Andrés Manuel está destruyendo el Sistema de Salud y dejarlo claro con algo que parezca evidencia: el enorme número de farmacias con consultorio que hoy por hoy hay en el país, las cuales (sin duda alguna) son más que las que había ayer, más que las que había al terminar el sexenio de Peña Nieto o el de Calderón. 

    La realidad, resulta absolutamente secundaria y nada importa menos que el que el Sistema de Salud hubiera sido abandonado desde la década de los ochentas, o que los consultorios adyacentes a las farmacias solo hayan aumentado su presencia un 13% durante el gobierno de AMLO, mientras que en el de EPN aumentaron en un 60% y en el de FECAL en un 285%.

    Entrados en gastos: No faltará quien insista, defendiendo la democracia y apegándose fanáticamente a la realidad, en que el Sistema de Salud entró en deterioro acelerado durante los gobiernos de FECAL y EPN, el mismo argumento de Sergio Sarmiento parecería, revisando las cifras, abonar en ese sentido. Frente a ello, solo queda hacer aspavientos y levantar más polvo informativo para desorientar a la ciudadanía. Después de todo, la verdad jamás ha sido viral.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente
  • Como digo una cosa, digo otra

    Como digo una cosa, digo otra

    La élite ilustrada, aquella que dicta y norma nuestro actuar, está convencida de que los periodos de atención de la ciudadanía son similares a los de un niño de tres años. Bajo esta certeza, han desarrollado una estrategia comunicativa que ―si bien pudiera parecer que salta de un tema a otro sin ton ni son, sin orden, sin una propuesta clara, sin mayor objetivo que el de mantener entretenidos a los votantes, que sostiene aquello que mañana contradice― apuesta por la infantilización de la sociedad y la reconstrucción de un electorado superfluo y voluble que aplauda medidas que los afecten directamente, y se oponga a aquellas que contribuyan a la mejora de sus condiciones de vida. Asunto que, está de más ahondar en ello, contribuye a beneficiar a quienes deben ser beneficiados y quienes ven amenazados y afectados sus privilegios en nombre del bien común. ¿Común para quién, si a ellos les resulta ajeno?

    A diferencia de lo que sucede con la CuatroTé en general y con Andrés Manuel López Obrador, que cada mañana hace un intento por explicar a propios y extraños el devenir de las políticas públicas. La oposición, estupendamente asesorada y con un conocimiento profundo de la psique y las emociones humanas, sabe que lo único que importa es conservar la atención de la audiencia, y para ello, está dispuesta a dar cuantas maromas sean necesarias; simplemente veamos la forma en la que de cuando en cuando lamentan la desaparición del Seguro Popular, sin entrar en detalles, sin revisar nada, sin profundizar en el fracaso y saqueo que el SP significó para el Sistema de Salud, simplemente deslizan el dato e irrumpen en la mente de la ciudadanía sembrando la semilla de la duda, para después, saltar a otro tema no relacionado e insistir en el fracaso del gobierno. 

    De tal suerte que la ciudadanía no termina de asimilar el Ahuehuete de Reforma ―si está seco o verde― y ya se está discutiendo algún pedazo de información descontextualizada sobre el Tren Maya, Dos Bocas, la oleada de violencia en tal o cual lugar, la controversia por el TEMEC, etc. ¿El objetivo? No permitir que ninguna idea siente sus reales en la cabeza de los votantes, garantizar que todo lo sólido se desvanezca en el aire. A final de cuentas, sabemos lo peligroso que puede resultar para unos cuantos que la mayoría piense en el bienestar colectivo: el enriquecimiento de esos pocos se ve directamente afectado cuando se anteponen los intereses de la mayoría a los suyos.

    En este sentido, el 15 de agosto, Porfirio Muñoz Ledo firmó un llamado para Restaurar la República, la cosa pública, la cual ―sostiene el siempre iluminado Don Porfirio― se ve amenazada por la creciente militarización del país. Si a estas alturas de la misiva de Muñoz Ledo, los lectores no están de pie y aplaudiendo, no sé qué misiva estarán leyendo, porque la maroma del siempre contorsionista Porfirio es una acrobacia magistral y lo demuestra unas líneas adelante al sostener que se está entregando a las fuerzas armada el control del aparato del Estado, al mismo tiempo que afirma ―como no ha dejado de hacerlo nuestra heróica oposición que resiste a este gobierno desde la comodidad de sus curules plurinominales, sus ranchos o pensiones vitalicias― que hay un derramamiento de sangre ciudadana, resultado de un pacto con el crimen organizado, argumentos contrapuestos en apariencia que no pueden más que significar que para Muñoz Ledo y la oposición, existe un acuerdo entre el crimen y el ejército.

    Si para este punto el lector sigue dudando de las capacidades retóricas, equilibristas y para dar volteretas de Porfirio, cuya flexibilidad envidian hombres y mujeres que aún no alcanzan los veinte años, baste mover los ojos por la siguiente línea del llamado muñozlediano, para atestiguar un salto cuántico sin referente alguno en la existencia: Porfirio afirma que “los soldados y marinos son el último reducto de la soberanía nacional y de las libertades públicas”, es decir: que a pesar de poner en riesgo la existencia de la República Mexicana, a pesar de sostener un pacto con el crimen organizado, son la única alternativa para preservar al Estado Mexicano. En otras palabras, para Porfirio Muñoz Ledo, no hay más remedio que pactar con el crimen organizado para salvar a la República, resistir a la opresión y al despotismo ―la fórmula es de FECAL, pero tiene algún mérito Porfirio al retomarla. En resumen, si algo logra Muñoz Ledo con su llamado, es captar la atención del lector, mediante acrobacias y saltos espectaculares, para sostener absolutamente nada.

    Entrados en gastos: la estrategia de comunicación opositora se ha visto fortalecida en los últimos días por un esfuerzo envidiable de hacer entender a la población ¡poniéndose al nivel de la población! Y sin olvidar que somos como niños de tres años, que nos equivocamos votando por AMLO y que en las próximas elecciones es importante que razonemos nuestro voto. Este complemento a la brillante estrategia de la oposición es el toque de gracia que les hacia falta para seguir ganando simpatizantes. Nada como insultar al electorado, al que has estado tratando como niño, diciéndole que esperas que en las próximas elecciones se comporte a la altura y piense primero en los intereses de los inversionistas (nacionales y extranjeros) y en las necesidades de quienes más tienen que ―como ya hemos dicho en este espacio― no están acostumbrados a hacer sacrificios.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Por un despilfarro legionario

    Por un despilfarro legionario

    La única libertad posible es la libertad de gastar, de consumir bienes y servicios y pagar por ellos en efectivo o a meses sin intereses. Nada que se oponga al libre ejercicio del despilfarro, contribuye al engrandecimiento humano, a la democracia, a los valores republicanos, ni a la dinámica del capital, cuyo interés debe velar por encima de todos los intereses. 

    Solo en la medida en la que los sujetos consumen pueden establecer una identidad, la cual es tan cambiante como lo son las tendencias del mercado, los escaparates o las necesidades de los dueños del capital que, si bien son pocos, representan a la humanidad en su máximo esplendor. En consecuencia, debemos garantizar su bienestar y buscar que sus ganancias sean siempre incrementales.

    Recientemente, Andres Manuel López Obrador anunció que su gobierno pasaría de la “austeridad republicana” a la “pobreza franciscana”. ¡Horror de los horrores! ¡Afrenta, como no puede haber otra, al vientre mismo de nuestra madre monetizada! Pero no nos confundamos, nada tiene que ver esto con lo que los más ilustres voceros del conservadurismo y los perros guardianes del capital han repetido desde entonces sin tregua alguna. No. 

    La “pobreza franciscana” no tiene que ver con que el gobierno deje de invertir en proyectos estructurales estratégicos. Nada de eso. Se trata de algo mucho peor, se trata de reducir el despilfarro de funcionarios públicos y dependencias en bienes y servicios innecesarios, excesivos e indignantes. Se trata de que las oficinas públicas no firmen contratos millonarios con embotelladoras de agua para que los funcionarios puedan saciar su sed en cualquier momento y a costillas del erario, se trata de que gobernadores no utilicen dinero público para viajar a Nueva York a cortarse el pelo, se trata de que el seguro de gastos médicos mayores, la cuenta del teléfono celular o los servicios de un chef de un servidor público no corran a cargo de las arcas de la nación. Se trata de reducir la libre circulación del dinero público a los bolsillos privados. Eso es lo verdaderamente escandaloso.

    ¿Por qué las mentes más talentosas del conservadurismo nacional e internacional no están denunciando esto? ¿Por qué distraen la atención de la pauperización en la que nos está sumergiendo la CuatroTe en cuestiones con tan poca importancia como el costo del Tren Maya, Dos Bocas o el AIFA? ¿Acaso han perdido su lucidez? 

    No lo creo, me parece que es mucho más sencillo, no consiguen lidiar con lo que la “pobreza franciscana” significa en realidad. No pueden soportar la desaparición del “derroche legionario” que permitía a cualquiera ―al amparo del gobierno― servirse con la cuchara grande. Las consecuencias de esto, las consecuencias de desaparecer el delicado entramado de excesos y derroches, van mucho, pero mucho más allá de lo que esta administración pueda durar, de los años que le queden a AMLO en el poder, significa perder el crecimiento del capital privado, significa arruinar ese proceso de acumulación originaria que los grandes inversionistas bautizaron como México, esa fuente inagotable donde desde las fotocopias, hasta las toallas para la casa presidencial, podían cobrarse a sobrecostos estúpidamente elevados, sin que nadie dijera nada y permitiendo que familias con una honestidad a prueba de cualquier cuestionamiento y trabajadoras como las que más, sobrevivieran onerosamente robando, abrigados por concesiones, convenios y un sinfín de métodos de opacidad maquillada de transparencia.

    Permitir que la “pobreza franciscana” se imponga, afectará directamente los bolsillos no sólo del 1% de la población mexicana, su impacto trascenderá nuestras fronteras e impactará en el bienestar ―sí, ese bienestar que tanto dice defender la CuatroTe― de personas que no saben lo que no es tener comida sobre la mesa, que no tienen idea de lo que significa tener que llegar a fin de mes, porque el tiempo corre de otra manera para ellos, que jamás se han preguntado si les alcanza para comprarse esto o aquello. La “pobreza franciscana” atenta directamente contra la lógica de beneficiar a unos cuantos a expensas del resto de la población. ¿En que cabeza cabe tal monstruosidad?

    Entrados en gastos, quedarnos cruzados de brazos frente a este atropello significará renunciar definitivamente a los más elementales de nuestros derechos. Abrirá la puerta para que el día de mañana, nuestros hijos no quieran superarse, no busquen transformar sus condiciones de vida, no se esfuercen para subir pisando a los demás y ―quizá esto sea lo más grave― no aspiren a ser felices a costa del despojo.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Por una soberanía que pueda monetizarse

    Por una soberanía que pueda monetizarse

    Lo que no cuesta dinero no tiene valor. Sin importar cuan significativo o memorable sea. Sin importar que su rareza lo haga único en el mundo. Sin importar nada. ¿No hay forma de tasarlo? ¿Monetizarlo? ¿Cotizarlo? ¿Subastarlo? Entonces ¿para qué sirve? El fin último de todas las cosas, personas, ideas, etc. es producir riqueza. Y la riqueza no es más que el conjunto de dinero que se posee, ya sea líquidamente o invertido en algo que tenga un gran valor (algo que cada segundo cueste más dinero). En ese sentido ¿De qué va la ‘soberanía’ si no tiene un valor de cambio que se pueda traducir en un precio? ¿De qué vale ejercer un poder independiente si nadie puede comprarlo, si no podemos sacarlo a la venta? 

    En el fondo, eso es lo que discuten las mentes más brillantes del espectro conservador, con la solicitud de consulta sobre las políticas energéticas de México que hacen Estados Unidos y Canadá. La posibilidad de privatizar y mercantilizar —aumentando las ganancias y la rentabilidad— las formas en las que se transforma, produce y consume la energía. No es negocio que empresas gubernamentales pretendan garantizar el acceso a la energía como un derecho a quienes no pueden pagar por ella. ¿En qué cabeza cabe? Si eso no es entropía, no se de qué estamos hablando.

    La retórica que sostiene que México firmó un acuerdo en 2020 y que las reglas deben respetarse, la preocupación porque perderemos la confianza de los inversores porque en México la ley ha dejado de ser la ley (sin importar para beneficiar a quien se hizo esa ley), el temor ante las represalias que puedan venir desde el Imperio al sentir que nuestro gobierno se burla de ellos, la ‘mancillada imagen de México en el extranjero’, la defensa del estado de derecho por encima de las necesidades básicas de la población, el riesgo de perder empleos, inversiones y el prestigio nacional, la posible ruptura irreparable con nuestros ‘compañeros de viaje comercial’ —que nos han impulsado a convertirnos en uno de los principales países exportadores del mundo (así sea empacando productos agrícolas, maquilando lo que es muy caro maquilar en otros lugares y vendiendo petróleo para comprar gasolina). Ocultan la habilidad del ojo conservador para reconocer un negocio sin igual: la venta de nuestra soberanía al mejor postor. Venta que no hay forma de realizar mientras se siga dando un trato privilegiado a las empresas gubernamentales que, por si lo anterior fuera poco, se niegan a lucrar como es debido con las necesidades humanas.

    Seamos serios ¿En qué benefician la CFE y PEMEX a los mexicanos? ¿Para qué necesitan luz y energía si durante años han vivido en la oscuridad? Oscuridad que, dicho sea de paso, permitió a más de un gobierno hacer con el país lo que le vino en gana. Por otro lado, si lucramos con la soberanía nacional —y por favor seamos creativos, no nos limitemos a la soberanía energética, tenemos mucho que poner sobre la mesa a los postores mundiales— podremos beneficiar, por lo menos, a un grupo selecto de mexicanos, esos que nos representan con elegancia y distinción, que saben agachar la cabeza frente a los poderes fácticos y asumir el rol de república bananera que se le asignó a esta nación desde hace tantos años. Podríamos beneficiar a esos mexicanos que más ayuda necesitan, porque su estilo de vida no es nada barato, porque están acostumbrados a viajar en primera clase, a ir a peluquerías en Nueva York, a tener audiencias con el romano pontífice, a pagar comidas de cuatro mil pesos, a estudiar en el extranjero.

    Entrados en gastos: una cosa es salir a cotizar nuestra soberanía en las principales bolsas de valores del mundo, y otra ponerla a merced de 500 fantasmas que recorran México. La presencia de los médicos cubanos que la oposición ha demostrado, sin prueba alguna, que se trata de ideólogos esclavizados —no se rían, sé que la imagen cuesta trabajo y es difícil imaginar a un esclavo adoctrinando a otros seres humanos, en caso de que no lo consigan, piensen en cualquier empleado del McPRIAN y en el trabajo que hacen defendiendo los intereses de sus amos— que vienen a predicar el evangelio comunista en estas nobles tierras, está completamente fuera de lugar, pone en riesgo nuestra soberanía —piensen lo que 500 médicos pueden hacerle a una población de más de 128 millones de habitantes, cada médico habrá de convertir a más de 250 mil mexicanos en un comunista castrista neo bolivariano— y sobre todo, atenta contra el libre mercado y nuestro derecho a elegir como morir de hambre.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.