Mientras el 1 % más rico del planeta se queda con casi la mitad de toda la nueva riqueza, la mitad más pobre sobrevive con migajas. Un informe del G-20, liderado por el economista Joseph Stiglitz, advierte que la concentración extrema de poder económico ya pone en riesgo a la democracia misma.
El planeta enfrenta una “emergencia de desigualdad”. Así lo plantea el primer informe global sobre el tema, encargado por la presidencia sudafricana del G-20 y encabezado por el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. El documento revela que, entre 2000 y 2024, la riqueza se concentró como nunca: el 1% más acaudalado capturó 41 % de los nuevos recursos, mientras que el 50% más pobre apenas obtuvo 1%.
Stiglitz advirtió que el mundo se encuentra en un punto de inflexión donde la acumulación extrema de riqueza amenaza no solo la economía, sino la democracia misma. Los países con altos niveles de desigualdad —que abarcan 90% de la población global— enfrentan un riesgo siete veces mayor de deterioro democrático que los más equitativos.
El estudio, elaborado por el Comité de Expertos sobre Desigualdad Global, muestra que los multimillonarios ya concentran riqueza equivalente al 16% del PIB mundial, mientras una de cada cuatro personas padece inseguridad alimentaria. Desde 2019, más de 335 millones de seres humanos se sumaron a esa condición.
Adriana E. Abdenur, coautora del informe, explicó que esta disparidad no es solo económica: se traduce en brechas de salud, acceso a justicia y oportunidades. Además, la concentración de poder en las grandes plataformas tecnológicas amplifica el problema. “Los algoritmos moldean lo que la gente ve y cómo percibe el mundo”, advirtió Stiglitz, al señalar que unas cuantas corporaciones digitales controlan hoy la plaza pública del siglo XXI.
El informe advierte también que, en la próxima década, se transferirán unos 70 billones de dólares en herencias, lo que refuerza la desigualdad intergeneracional. Para evitar que la concentración de riqueza socave la democracia, el comité propone tres líneas de acción: reformar las reglas económicas globales, gravar las grandes fortunas y ganancias de capital, e invertir en servicios públicos que garanticen dignidad y bienestar.
Finalmente, el grupo sugiere la creación de un Panel Internacional sobre Desigualdad, inspirado en el IPCC del cambio climático, que permita medir, analizar y proponer políticas basadas en evidencia. “Entender la desigualdad es una cuestión técnica —concluye Abdenur—, pero combatirla es una decisión política”.


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