Pasó el 3er y último debate entre los contendientes a la presidencia de la república por MC, el PRIAN y la coalición MORENA, PVEM y PT y en el horizonte no parece existir grandes sorpresas después de este. Claudia Sheinbaum es, como fue Andrés Manuel López Obrador en 2018, la candidata de la gente, de la continuidad por el bienestar del pueblo abandonado en anteriores sexenios.
No obstante, previo a dicho evento, se reunieron en el zócalo de la ciudad de México y en otros puntos del país, aunque sin tanto éxito, simpatizantes de la candidata de la derecha mexicana, en lo que denominaron “marea rosa”, que no fue otra cosa que un cierre anticipado de campaña para Xóchitl Gálvez y Santiago Taboada. A pesar de que se negaron a llamarle “acto proselitista”, al lugar acudieron no solo ellos, sino también personajes de los partidos que los nominaron donde, entre vítores, reiteraron su apoyo y vaticinaron un triunfo de sus aspirantes, frente a la concurrencia.
Fue llamativo que, durante la caminata rumbo a la explanada, algunos de los participantes agredieron a reporteros y afines al presidente, así como al partido Morena. Las confrontaciones del fin de semana replicaron en la mayoría de los casos, lo que durante casi 6 años y aun antes del inicio de funciones del primer mandatario, ya expresaban a todo pulmón: el odio irracional hacia su persona y lo que representa para ellos: el extremo opuesto de su ser, mirarse en el espejo y percatarse de todas sus carencias, principalmente humanas, las económicas las comenzaron a padecer con la llegada de este nuevo gobierno y como consecuencia, incrementaron su odio contra López Obrador.
Este domingo 19 de mayo se expresaron entre exabruptos y arranques de ira y soberbia, quienes se dicen violentados por este gobierno pero que, a la menor provocación, agreden a cuantos se encuentran enfrente, con una ideología política y social, distintas a las de ellos. Todos los que recorrieron a pie, bajo el sol de la ciudad y no de la playa, se asumen víctimas de la polarización del presidente, pero comienzan sus argumentos con insultos y mentiras para justificarse y sustentar sus pretextos y agravios que, en ocasiones, llegan a los ataques físicos.
El cónclave rosa lo idearon quienes llaman antidemocrático al gobierno federal y su representante, pero barajan la posibilidad de echar por tierra la próxima elección presidencial, de la mano de un poder judicial que actúa bajo sus órdenes. Si en las elecciones federales de 2018 se vislumbraba un levantamiento civil producto del hartazgo ante la violencia, impunidad y corrupción de las autoridades de todos los niveles y frente una eventual manipulación de los resultados de aquellos comicios, hoy, que la gente en México se encuentra más politizada y exige lo que le corresponde, no se va a quedar de brazos cruzados ante una posible intervención legaloide. Que tengan cuidado quienes pretenden invalidar con argucias inmorales y fuera de ley, lo que democráticamente elija el pueblo.
Los pseudo intelectuales, analistas orgánicos, periodistas paleros, fanáticos de masticar chicle, quienes pregonan a vena saltada y con el puño cerrado, que su candidata es la única esperanza que tiene el país de no caer en un régimen autoritario como lo es, según ellos, el del presidente López Obrador, olvidan a conveniencia, que a este le antecedieron en el poder Felipe Calderón y Peña Nieto, por nombrar solo a los gobernantes represores más recientes y anhelan el sueño de opio de disponer una vez más de los recursos provenientes de las arcas públicas.
Son los “abajofirmantes”, los energúmenos intelectuales con micrófono, los vendedores de espejitos en los noticieros por televisión y quienes acusan de irracionales a los seguidores de AMLO y Sheinbaum, los verdaderos incongruentes que encontraron en la señora X, a su Mesías.
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