No fue gratuito que uno de los periodos de mayor estabilidad social y económica en Brasil durante los últimos 20 años se diera de la mano de un gran líder sindical: Luiz Inácio Lula da Silva. La base de su empatía ciudadana se forjó en 1980 cuando después de una huelga de 41 días enfrentando a la entonces dictadura militar que gobernaba el país, él y otros 17 líderes sindicales fueron encarcelados. “Lula” el líder metalúrgico, comprendió que el pueblo obrero esculpe democracias a punta de martillazos.
El país amazónico se rindió ante el carisma de Lula pero también ante su oficio político. El presidente más humanista y social que jamás habían tenido supo amalgamar la urgente necesidad de proteger a los más vulnerables sin descuidar la economía de la Nación. Del 2003 al 2010, más de 30 millones de brasileños trascendieron el umbral de pobreza y se integraron a la economía de mercado. Los programas sociales que Lula puso en marcha, alcanzaron hasta el último rincón brasileño. Los elogios internacionales no se hicieron esperar.
Al final de su mandato, el presidente sindical había conseguido una tasa de desempleo menor a la de Alemania o Estados Unidos. Brasil fue uno de los últimos países en entrar en recesión en 2008 y uno de los primeros en salir en 2009. Ninguno de sus bancos quebró. Su economía en auge permitió que salieran ilesos de la crisis financiera mundial.
Hoy en México, tampoco cantamos mal las rancheras, o la bossa nova si me permiten la analogía. Tenemos con el presidente Andrés Manuel López Obrador a un gran líder con espíritu perenne de luchador sindical. Así lo quiero, lo admiro y lo celebro. Y no lo digo yo, lo dijo el mismo Lula da Silva en su reciente visita a nuestro país:
“Pienso que López Obrador es un regalo que este país ha recibido. Un hombre como López Obrador no nace todos los días y menos llega a alcanzar la presidencia de la República. Y pueden estar seguros de que va a ser muy atacado”.
Cuando escuché en vivo el elogio de Lula hacia López Obrador, no pude evitar exclamar: nossa! Para mí, nuestro presidente tiene corazón sindicalista porque sus políticas públicas coinciden por completo con el principal objetivo de un gremio de trabajadores porque promueve y defiende los derechos del pueblo en todo momento. Ya lo mencionó en una Mañanera: “Decir que son nuevos tiempos, los trabajadores son libres y tienen que ejercer su libertad; la libertad no se implora, se conquista…” Esa libertad laboral le infunde confianza al obrero para rendir en sus labores con absoluta entrega.
En México tenemos una notable historia de amor/odio hacia los sindicatos y sus líderes. Y sí, hay de todos los colores y sabores. Pero si algo he constatado en mis más de 20 años como asesor político es que la más directa y honesta relación de favorable afectación social en una comunidad se logra al interior de sindicatos liderados por hombres y mujeres con vocación de servicio comprobable. No es lo mismo que un candidato prometa en campaña cada tres o seis años, a que un líder sindical tenga que cumplir día a día con las expectativas de los agremiados. En un sindicato correctamente manejado la revocación del dirigente es latente recordatorio para actuar con integridad todo el tiempo.
Los sindicatos con ganas de trabajar en favor de su comunidad contribuyen por completo al progreso del país. Un caso que conozco porque acontece en mi estado natal es muestra de lo que asevero. En Veracruz, se encontraron yacimientos de material pétreo: balasto, idóneos para la cimentación del Tren Maya. Se extraen toneladas y toneladas de piedra que son trituradas para posteriormente transportarse al puerto y embarcarse con destino a la Península de Yucatán. En los inicios de los trabajos, llegó Pedro Haces, secretario general de CATEM y con la labia que lo caracteriza cautivó a los empresarios encargados del proyecto, les prometió que él se haría cargo de cumplir en tiempo y forma con las entregas del material que se requería. No pudo, incluso puso en peligro, uno de los proyectos insignia del presidente López Obrador.
Pero fue entonces cuando en el punto más álgido de la crisis, levantó la mano el Ingeniero Leonel Noya Revuelta, secretario general del Sindicato Nacional “1º de Mayo” de trabajadores y empleados de la industria de la construcción, transporte de carga en general, similares y conexos de la República Mexicana, para sacar las papas del fuego y contribuir de manera contundente al proyecto de transformación que Andrés Manuel López Obrador ha comenzado. Este sindicato que sí es veracruzano, no como el de Haces, ha contribuido en tan sólo 6 meses a trasladar 700 mil toneladas de piedra basáltica, reactivó en la zona la cadena de valor del transporte de carga pesada y estima mover para finales del 2023, 5 millones de toneladas de balastro.
El Sindicato Nacional “1º de Mayo” es parte de la federación sindical a la que pertenece el Sindicato de Maniobristas de Veracruz representado por el líder Portuario, Alejandro Pulido Cueto. Sin duda, estas agrupaciones de obreros tienen toda la capacidad de enfrentar cualquier reto de obra e infraestructura en el Puerto. Y ojo, que continúan llegando las inversiones fuertes al sureste, la cervecera Constellation Brands construirá una importante planta en la zona. Sería bueno que gobierno estatal e inversionistas den oportunidad a este tipo de organizaciones gremiales que sí saben chambear. Por todo esto creo que mi estado jarocho además de ser cuna de buen macaneo es también cimiente de un México que se transforma con sindicalismo y progreso.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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