El usurero y evasor de impuestos arremete contra el gobierno y la Suprema Corte justo cuando enfrenta una millonaria deuda fiscal. Su actuación provoca más dudas que apoyo.
Ricardo Salinas Pliego, el multimillonario, deudor del fisco, y dueño de Grupo Salinas, se encuentra en una encrucijada: en días previos a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resuelva sobre su deuda de 48 mil millones de pesos en impuestos, decidió provocar un escándalo. Desde su estudio, salió a criticar al gobierno y al poder judicial, arremetiendo con agresividad.
El empresario utilizó un discurso cargado de palabras despectivas: llamó a los miembros del gobierno y del Poder Judicial “zurdos de mierda” y aseguró que México ha perdido su democracia. Con banderas patrias detrás, Salinas Pliego pareció un político en campaña más que un empresario. Su mensaje, lleno de enojo y provocación, parecía una despedida ante la inminente resolución judicial.
Cada palabra que pronunció estaba teñida de victimización y se presentó como un defensor de la “verdad”, mientras que a quienes impugna los tildó de “parásitos” en un intento de crear una narrativa en la que se coloca como el héroe en medio de una supuesta persecución. Pero la realidad es que su fortuna se ha construido con concesiones y ventajas fiscales.
Un aspecto olvidado en su arenga fueron sus problemas con el fisco, pues las deudas fiscales de Salinas Pliego provienen en parte de maniobras que muchos critican como fraude, especialmente relacionadas con Mexicana de Aviación. Esas acciones lo han llevado a una situación crítica, donde su imagen se enfrenta al veredicto de la máxima autoridad judicial del país.
En su discurso, Salinas Pliego trazó una línea entre quienes “producen” y quienes “roban”, en un intento de argumento que resulta falaz cuando se analiza su historia financiera. Mientras él atrae atención como un salvador, la Suprema Corte tiene la responsabilidad de decidir su futuro.
Con su arrebato, el empresario ha optado por el camino del espectáculo en lugar de afrontar sus responsabilidades fiscales. La estrategia parece clara: en lugar de reconocer su situación, elige atacar al gobierno y al sistema. Si bien, sus palabras resuenan en las redes sociales, su encono no oculta la complicada realidad que enfrenta.
En conclusión, Salinas Pliego se presenta como un mártir de la “izquierda autoritaria”, no obstante, su discurso revela más sobre sus propias inseguridades y problemas financieros. La verdadera pregunta que queda es: ¿por qué un hombre con su riqueza se siente tan amenazado por el sistema? La respuesta seguramente se conocerá en el fallo que se avecina.


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