Hace algunas décadas, en Reino Unido la jornada laboral concluía el sábado, como suele ser en México. Por eso muchos partidos de la Premier League (la liga de fútbol profesional) se jugaban el sábado a las 3 de la tarde, sin embargo, Reino Unido pasó después a una jornada de 40 horas en congruencia con las tendencias laborales que hablan de un mejor balance calidad de vida-trabajo, pero México se quedó en 48 horas porque los empresarios cooptaron el gobierno durante el periodo neoliberal y, en vez de conquistar más derechos para los trabajadores desde el gobierno, hubo retrocesos.
Por si no fuera suficiente, en Reino Unido se plantea la necesidad de reducir aún más la jornada como demanda de los trabajadores, y al respecto, se hizo un gran experimento que consistió en cambiar a jornada de cuatro días a la semana, es decir, 32 horas semanales. Dicho experimento incluyó a 61 empresas de diversos ámbitos y a más de tres mil empleados. Los resultados fueron sorprendentes: 18 empresas han decidido permanecer en jornada de 4 días, 38 han prorrogado el experimento y solo 5 han decidido volver a la jornada de antes. La evidencia mostró que ante la disminución de la jornada laboral se mantenía -y a veces aumentaba- la productividad, pero había mejoras en la calidad de vida para los trabajadores que podían conciliar más el trabajo con la vida familiar.
En España le han llamado el 100-80-100: significa el 100 % de la productividad, trabajando el 80% del tiempo y recibiendo el 100% del salario. En otros países, como Chile están legislando en favor de ello.
Reducir la jornada es una reivindicación feminista porque permitiría conciliar de forma menos desigual la vida laboral y social; es una medida ecologista porque implica menos desplazamientos al trabajo, y, por lo tanto, menos contaminación y gasto innecesario de energía; pero, sobre todo, es una liberación de tiempo para el trabajador, para, digamos, vivir su vida.
Por otro lado, está el tema del outsourcing, el cual representa una vergüenza a nivel de prácticas empresariales abusivas y, aunque el presidente López Obrador intentó eliminarlo, se encontró con una gran resistencia y oposición en el sector empresarial que le impidió hacerlo. Todo quedó en una iniciativa de ley para evitar la defraudación fiscal e impedir que se afecten los derechos de los trabajadores, pero no es suficiente porque algunos pseudo empresarios han encontrado el recoveco legal para seguir abusando de este esquema en detrimento de la dignidad e ingreso de los trabajadores.
No todo ha sido negativo, al contrario. El incremento al salario mínimo y el aumento a las vacaciones han sido dos grandes conquistas de este gobierno y han derribado los viejos mitos sobre inflación y baja productividad, respectivamente, y lo mismo pasaría con el outsourcing y la reducción de la jornada. Ojalá que el ruido mediático pagado por los oligarcas para proteger sus intereses no impida hacer conciencia al ciudadano promedio para seguir demandando estas medidas que no solo son justas, sino necesarias.
Lo que necesita México para ponerse a la altura de los países de avanzada en el ámbito laboral es, sin duda, dar continuidad al proyecto de la 4T a través de profundizar las ideas y acciones de izquierda implementadas en este gobierno, porque, si bien fue un parteaguas a favor de los trabajadores, a nivel de resultados podríamos decir que apenas fue suficiente para detener la inercia neoliberal, y ahora toca reconquistar más y mejores derechos laborales que, lejos de perjudicar al empresariado, lo beneficiarán al tener trabajadores más plenos, más felices y más sanos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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