Si han tenido que trabajar con personas saben que es un ejercicio complejo. En mi juventud trabajé varios años en una papelería de la colonia donde vivía, de ahí aprendí que a los niños hay que tenerles mucha paciencia. Fueron múltiples las experiencias que tuve, pasé de todo, desde las personas que pensaban que era muy entrometida por tratar de recomendar materiales para realizar ciertos proyectos, hasta aquellas que me esperaban para que pudiera darles una recomendación sobre algún trabajo escolar, principalmente las mamás que tenían que ayudar a sus hijos.
Años más tarde tuve que lidiar con los estudiantes de los profesores del Área de investigación donde laboré, tenía que organizarles un coloquio de investigación. Les pedía las presentaciones de sus trabajos finales un par de días antes para verificar que el equipo de cómputo pudiera reproducirlas bien. Esto representó un gran problema porque hay alumnos que suelen terminar los trabajos a última hora y me reportaron con mis jefes por pedirles que terminaran antes de la fecha límite de entrega su investigación. La llamada de atención que me dio una de las profesoras fue muy fuerte, ese trabajo sólo era un apoyo para docencia y no tenía que ver con mi trabajo de investigación, con facilidad dejé de realizarlo.
Lidiar con personas es una actividad harto compleja, pero se hace más agreste cuando formas parte de una dependencia de gobierno. El pasado martes por la tarde acudí a una oficina de SEMOVI por un problema que tengo con un trámite. Cuando llegué al lugar me indicaron que tenía que esperar en la entrada a la persona que revisaba los documentos y me indicaría qué hacer. Después de unos minutos bajó una chica de la dependencia, le expliqué mi caso y me solicitó de una forma un tanto grosera que intentara realizar el trámite en internet. Seguí sus indicaciones y tomó una foto al error que la aplicación lanzaba, así que lo llevaría al área correspondiente para verificar el problema en lo que yo esperaba.
La señorita revisó qué trámites tenían que hacer las personas y brindó la información. Sin embargo, la actitud que tenía la chica fue la misma que en mi caso, daba la información, pero ya con ese dejo de violencia, muy golpeado, yo sólo veía la situación y me parecía que podría no facilitar que las personas realizaran sus trámites. De pronto una señora un poco mayor le reclamó a la trabajadora de SEMOVI, era comprensible y sí se requería un mejor trato, lo que me pareció desafortunado fue el comentario de la señora, “comes de nuestros impuestos, yo te pago”. La chica le solicitó que la dejara brindar la información y que era algo que ella hacía muchas veces en el día. Tengo que aceptar que ya estaba por concluir su horario de servicio, faltaba una hora para cerrar.
A las tres y media de la tarde todavía seguía llegando gente y exigían que se les atendiera porque no era posible que si cerraban a las cuatro ya no pasara gente a esa hora. El problema es que adentro había usuarios que todavía estaban haciendo trámites y calculaban que ya no podrían recibir más personas. Sin embargo, si bajaban a dar información, indicaban los requisitos de trámites, ayudaban a descargar documentos en la aplicación de la CDMX. Lo que se pudiera.
La señorita que orientaba a las personas sobre sus trámites me decía constantemente que seguían revisando mi trámite y cuando ya no hubo más a quien atender le comenté muy tranquila que su actitud no era muy buena. Antecedí el comentario con la frase “sé que es muy difícil tratar con personas y sé que no somos los mejores usuarios”, ella cambió la expresión facial dura, se relajó y proseguí “pero quizá puedas tener un poquito más de tacto, sobre todo con los adultos mayores porque para ellos es más difícil hacer trámites, sobre todo cuando tienen que hacerlo por internet”. Me dijo que no era sencillo porque era muy frecuente que las personas les digan que por ellos comen.
¿Podemos comprender lo humillante que es recibir diario comentarios similares? Supe que era recurrente porque sus ojos se llenaron de una lágrima muy pequeña, que sostenía. Le comenté que la comprendía, no pude abrazarla, hubiera querido hacerlo. En este diálogo quiero hacer la invitación para que procuremos dejar la violencia de lado, ya no relacionarnos a partir de ella. Nos quejamos de la violencia del país, de los horrores que suceden a cada paso, pero no vemos que también necesitamos esforzarnos. Claro que he estado enojada y frustrada con algunos servicios, hay que exigir nuestros derechos, pero también hacernos más responsables de nuestras relaciones, aunque sean de diez minutos.
Xunu’:
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