¿Presidencialismo o parlamentarismo en México?

Una crítica del ala conservadora en México es el aparente excesivo poder político que tiene el presidente López Obrador. Sus más fieros críticos señalan que México se ha convertido en el país de un solo hombre. En contraste y de manera cínica, los partidos de oposición han hecho una gran alianza, traicionando ideología, historia y jugando una especie de ajedrez político al estilo parlamentario para tratar, sin éxito, de enfrentar al gigante político.

De hecho, en la presentación de la llamada Marea Rosa, varios de los candidatos del bloque opositor han hablado de la necesidad de hacer alianzas prácticas con tal de lograr objetivos políticos, vulgarizando, aun más, la representación política auténtica y traicionado sus idearios políticos, en especial el PRI, que, en teoría, es un partido revolucionario opuesto al conservadurismo del PAN, que surge, justamente, para hacer frente a la política patriótica del presidente Lázaro Cárdenas, cuyo legado principal fue la nacionalización del petróleo.  

A pesar de la supuesta necesidad de hacer alianzas pragmáticas y no concentrar el poder en un solo hombre, ningún miembro del bloque conservador en el congreso ha planteado una iniciativa de ley para proponer un cambio de régimen político que realmente diluya el poder presidencial, o lo que es lo mismo, pasar de un sistema presidencia a uno parlamentario al estilo europeo. A partir de esto, se vislumbra interesante plantear la pregunta, ¿puede México cambiar su sistema político de uno presidencialista a uno parlamentario donde el jefe de Estado tenga menos poder?

El sistema parlamentario existe en países europeos que presumen de estabilidad política a pesar de las grandes adversidades a las que se han enfrentado en los últimos tiempos, y una característica importante de este sistema es que, además de que el parlamento está por encima del Jefe de Estado, existe la moción de censura, que es la posibilidad de cambiar a este último si se considera que su desempeño está muy por debajo de lo esperado, o bien, está manchado por la corrupción. 

Este sistema se basa también en principios democráticos, pero a diferencia del presidencialismo, el poder recae en más personas y no tanto en un líder, lo cual suena bien en teoría, sin embargo, el parlamentarismo en Europa descansa en un aparato institucional más fortalecido y con verdadero Estado de Derecho, a diferencia de México, donde el neoliberalismo dejo como legado instituciones autónomas (muchas de ellas corruptas y llenas de privilegios) que, más que coadyuvar al funcionamiento democrático, debilitan al gobierno. En términos claros, es la forma maquiavélica en que las élites de poder y económicas le ponen una camisa de fuerza al gobierno para que no cambie el status quo. La plutocracia oligárquica que tuvo secuestrado a México antes de la 4T sabe que un gobierno débil puede ser fácilmente sometido y controlado, y harán lo que sea necesario para que continúe así. Por ello, es inviable que un país como México transite a un sistema parlamentario, ya que ello derivaría en demasiada inestabilidad política e ingobernabilidad.

Hoy más que nunca, conviene tener un presidente fuerte, un verdadero representante del pueblo que realmente actúe en favor de las grandes mayorías y fortalezca al Estado Mexicano con vistas al futuro, que sea capaz de revertir las décadas de neoliberalismo, cuya consecuencia principal a nivel político fue el debilitamiento progresivo del gobierno, lo que llevó a una concentración de la riqueza desmedida ante la incapacidad de ejecutar políticas redistributivas, un descobijo de los más pobres que, al mismo tiempo, se tradujo en mayor inseguridad, y en general condujo a graves desequilibrios políticos y sociales en detrimento de la calidad de vida y dignidad de los mexicanos.

No se trata de que el poder esté concentrado o no, sino de que se use para cumplir el programa de gobierno que fue votado por la mayoría; no se trata de intentar emular otros modelos de aparente “avanzada” como los europeos parlamentarios, sino de hacer que el propio sirva a través de un verdadero Estado de Derecho; no se trata de que un presidente como López Obrador tenga mucho respaldo popular, sino de que cada una de sus decisiones de política pública realmente impacten de forma positiva a la mayoría de mexicanos.

Muchas de las criticas a presidentes fuertes como López Obrador se basan en el aparente engaño de la concentración del poder para aferrarse al mismo, pero eso es difícil de aceptar en alguien que reiteradamente ha señalado que después de acabar el periodo presidencial se retirará de la vida publica.

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