Una célula del CJNG intentó instalarse en España con apoyo de la camorra napolitana, rituales de santería para “proteger” cargamentos y maquinaria industrial para ocultar cocaína y metanfetaminas. La Policía española, junto con la DEA y autoridades de Países Bajos, desmontó la operación, dejó 20 detenidos —incluidos emisarios mexicanos con boinas estilo Peaky Blinders— y evitó la expansión del cártel por Europa.
La historia de la célula española del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) se armó con piezas que parecían sacadas de géneros distintos: rituales de santería, boinas al estilo Peaky Blinders, maquinaria industrial que escondía cocaína y un vínculo directo con la camorra napolitana. Con ese cóctel, los emisarios mexicanos del cártel buscaban montar una franquicia europea que les permitiera mover droga desde Costa Rica hacia España, Portugal y Países Bajos.
De acuerdo con las autoridades que revelaron el caso, la célula estaba “explorando” rutas para distribuir estupefacientes por Europa usando los puertos de Oporto y Rótterdam. Todo se vino abajo cuando pequeñas incautaciones en Bilbao y Valencia llevaron a los agentes de la Udyco a las fincas industriales en el centro de España donde el grupo coordinaba, almacenaba y custodiaba los cargamentos.
En esas instalaciones se encontró un detalle inédito: fardos de cocaína con doble logo, una rareza en el mundo del narcotráfico, donde usualmente solo se coloca una marca de origen. Desde otras propiedades en Talavera de la Reina, en Toledo, se recibía y enviaba maquinaria industrial cargada con droga hacia Italia, donde la organización tenía conexión directa con la camorra.
El enlace italiano no era menor. Entre los 20 detenidos cayó la mano derecha de Raffaele Imperiale, uno de los narcotraficantes afiliados a la Camorra más relevantes hasta su detención en Dubái en 2021. También cayeron un colombiano considerado de “alto valor” para la DEA, su hijo y otro colombiano que fungía como enlace y realizaba rituales de santería para “que la cocaína llegara sin contratiempos”.
Al momento de su arresto, este último llevaba un gorro que, decía, no podía quitarse durante un año para evitar ser detenido.
Tampoco pasaron desapercibidos los cuatro emisarios mexicanos, enviados por el cártel para permanecer unos meses en España. Todos lucían boinas tipo Peaky Blinders, un guiño que no pasó inadvertido para los agentes y que se convirtió en uno de los detalles más llamativos de la operación.
Dentro de la estructura también operaba un empresario español sin antecedentes, responsable de proporcionar soporte logístico mediante sociedades mercantiles y de lavar dinero con la compra de lingotes y monedas de plata, algunos valuados en hasta dos mil euros por kilo. Los investigadores sostienen que la organización había reactivado su estructura ante la inminente llegada de un nuevo cargamento y por eso el cártel envió a sus “nuevos refuerzos” mexicanos.
El golpe policial dejó cifras contundentes: mil 870 kilos de cocaína, 375 kilos de anfetamina, 70 kilos de plata, 275 mil euros en efectivo, criptomonedas por 15 mil dólares, además de armas cortas y 15 vehículos.
La operación fue coordinada por el Juzgado Central de Instrucción Número 2 de la Audiencia Nacional y la Fiscalía Especial Antidroga, con participación de la Policía española, la DEA y autoridades de Países Bajos.
Una “franquicia” que el CJNG creyó que pasaría inadvertida entre rituales, maquinaria pesada y boinas de gánster… terminó cerrada antes de empezar.


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