Mientras España intenta recomponer su relación con México desde una mirada crítica y contemporánea, el Partido Popular decidió abrir un frente inesperado: convertir la Conquista en argumento de pureza moral, escudo político y arma arrojadiza contra la presidenta Claudia Sheinbaum.
La derecha española volvió al pasado para pelear el presente. Cayetana Álvarez de Toledo, una de las voces más duras del Partido Popular (PP), llevó al Congreso el tema de la Conquista como si se tratara de un litigio vigente, reclamando no solo “agradecimiento” por la presencia española en América, sino un acto de contrición… pero no de España, sino de México y particularmente de Claudia Sheinbaum.
De acuerdo con su discurso, la Conquista “solo merece agradecimiento” por derrocar una “tiranía caníbal” y llevar “civilización” al continente. El relato, más cercano al nacional-catolicismo que a la historiografía actual, sirvió para atacar la política de seguridad mexicana, acusando a Sheinbaum de “abrazar a los narcos” y exigiéndole un perdón a la viuda del alcalde Carlos Manzo. El pasado como arma electoral, y América Latina como escenario útil.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, intentó devolver el debate al terreno diplomático. Recordó que el gesto de reconciliación hacia los pueblos originarios —un reconocimiento del dolor histórico— buscaba fortalecer la relación con América Latina, no abrir nuevas trincheras. Aun así, la respuesta del PP fue insistir en una épica imperial, esa donde España “funda” el México moderno y donde los abusos coloniales son minimizados en nombre de la “hispanidad”.
Mientras tanto, think tanks como FAES, vinculados al expresidente José María Aznar, reforzaron la narrativa: México “debería agradecer”, la crítica a la Conquista es “genuflexión” y el perdón sería un absurdo “anacrónico”. Una lectura que ignora cinco siglos de transformaciones y utiliza la historia como si fuera propaganda de un imperio que ya no existe… salvo en el discurso político.
Al final, el episodio dejó al desnudo una tensión: España intenta reconstruir una relación con México basada en la igualdad, pero un sector de su derecha prefiere reivindicar el pasado colonial como trofeo moral. Y en esa insistencia, América Latina vuelve a ser un campo imaginario donde se libra la batalla interna de la política española.
Con información de La Jornada.


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