Como bien se sabe, desde hace algunas semanas la Fiscalía General de la República estrenó cabeza, de las manos de Ernestina Godoy, en sustitución de Alejandro Gertz Manero, quien ostentó el cargo por casi 7 años y del que los resultados que se tuvo fueron escasos, tirando a mediocres. La sed de justicia de miles, que esperaban que con la llegada del presidente López Obrador y el nombramiento de Gertz por parte del mandatario, fuera saciada, en realidad se convirtió en agonía.
El fiscal no solo brillo por su falta de resultados, sino además, por excentricidades y soberbia. No rendía cuentas a nadie, se paseaba a sus anchas en la fiscalía cuándo y cómo quería y según relatos, dejó en el olvido acciones que tenía que llevar a cabo, no se sabe si de manera intencional o no, como el no pedir a la cámara de diputados el desafuero de Alejandro Moreno, por supuestos actos de corrupción.
Además la extraña manera en la que investigadores del GIEI salieron del país después de confrontarse ante el fiscal, para después acusar que dicha dependencia no había entregado toda la información correspondiente al caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa y obstaculizar la investigación.
En resumidas cuentas, un personaje con un poder inmenso, que utilizó para su beneficio, quien además recibía un sueldo bastante oneroso junto a todas sus prestaciones, que por momentos se sintió intocable.
Ahora, la presidenta Claudia Sheinbaum corrige el rumbo al incorporar a la trama a quien fungió como procuradora de la Ciudad de México para luego incorporarse a la consejería jurídica de la primera mandataria, una persona de todas sus confianzas y quien ha actuado con mano firme de acuerdo a los encargos que ha tenido, alguien de quien se quejan y proporcionan datos fabricados desde la oposición, la misma oposición que alabó a Alejandro Gertz y su falta de resultados y lo defendieron cuando este anunció su salida de la Fiscalía. Los hechos no pueden ser más claros.
Mientras comienzan a caer cabezas que permanecieron en la impunidad en la era Gertz, como la del exgobernador de Chihuahua, César Duarte, quien burlón bailaba en un video luego de haber sido absuelto en EUA por corrupción o una excolaboradora de García Luna, superpolicía de Felipe Calderón, detenida por delincuencia organizada, es momento de preguntarnos porqué motivo, gente tan indeseable como el exfiscal se convierten en actores clave de un movimiento que, lo que buscaba precisamente, era alcanzar una justicia con la que muchos soñaron y que no pudieron saborear quienes fallecieron a su espera, durante los sexenios más oscuros de los gobiernos neoliberales.
Que no se repita otro Gertz, ni Lilly Téllez, ni Germán Martínez, ni Chana ni Juana. Estamos hartos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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