Múgica y el Zócalo del 18 de marzo

En la historia contemporánea quizá no hay plaza en el mundo que haya albergado tantas movilizaciones populares encabezadas en distintas etapas de una larga lucha por el mismo dirigente, como lo ha sido el Zócalo en los movimientos de resistencia y consolidación de la transformación de México encabezada por Andrés Manuel López Obrador -desde el Éxodo por la democracia en los años noventa hasta el 18 de marzo de 2023- que nos incita a la consolidación “sin medias tintas” de los cambios logrados con el empuje del pueblo organizado. 

El Zócalo es el obradorismo, aunque hoy esta plaza ya queda chica a un movimiento que desborda y toma toda la ciudad capital en sus últimas convocatorias; ha sido el Zócalo la casa del pueblo, lugar natural desde dónde se reflexionan y definen las decisiones más significativas para nuestro porvenir.

En los momentos determinantes de nuestra historia podemos encontrar las lecciones de cómo se abordó la coyuntura, -no siempre los resultados fueron los esperados-, pero sin duda el pasado significa una guía para entender mejor donde nos ubicamos en el presente, es la historia la maestra de la política y de la vida. 

Desde esta majestuosa plaza, que incendió de entusiasmo la tarde pulcra que antecede a la primavera, en función del discurso que atestiguamos en aras de la consolidación del proceso de transformación -que tanto incomoda y sacude a los rancios poderes fácticos del viejo régimen corrupto-; hoy podemos parafrasear y discernir sobre tres momentos de nuestra historia, que se alumbran coordenadas a la luz de la visita simbólica del General Francisco J. Múgica este 18 de marzo -baluarte de la revolución mexicana-, y de las definiciones que pronto habrán de convocarnos para radicalizar la Cuarta Transformación de México -más allá del 2024-.

Juarismo popular 

En los años posteriores a la etapa dónde Benito Juárez condujo el país y tuvo el mérito de separar el poder político del poder religioso, tan solo cuatro años después de su último periodo presidencial comenzó la Dictadura de Porfirio Díaz, un personaje emanado del propio liberalismo, quien asumió el legado liberal desviándolo hacia un proyecto personal edificado en torno a la oligarquía y la acumulación de poder político y económico. 

Paradójicamente, la semilla de la resistencia a la Dictadura -que décadas más tarde fue el germen de la Revolución mexicana-, surgió de todos esos personajes, grupos, habitantes de pueblos, rancherías y pequeñas comunidades que se formaron política e ideológicamente en torno a Benito Juárez durante el periplo del oaxaqueño por diversas regiones del país en defensa de la República, ante la intervención francesa.

El pueblo que observó, escuchó, atendió, conoció, aprendió y supo de los principios y obra de Benito Juárez de viva voz en la mayoría de las veces, o de voz en voz, significó la construcción de una amplia base social y popular que a lo largo de México asumió como suyo el ideario juarista en la búsqueda de justicia, igualdad ante la ley, respeto a los derechos, libertades, y amor a un régimen republicano, y que debido a la magnitud de la congruencia del presidente indígena -porque los hombres mueren pero las ideas perduran-, representó en el subterráneo de la historia toda una corriente de pensamiento liberal, que podemos caracterizar como el juarismo sin Juárez, y de dónde surgen los clubes liberales primero y anti reeleccionistas después, precursores de la tercera gran transformación de México.

Cárdenas y Múgica 

Una duda que ha quedado para la historia -cuyos alcances volvió a dilucidar el presidente AMLO en el Zócalo del 18 de marzo-, que sigue siendo fuente de diversas teorías para explicarla, basadas en la interpretación de los usos políticos de la época es: 

¿Por qué el general revolucionario Lázaro Cárdenas del Río, siendo presidente de México no optó por apoyar al general Francisco J. Múgica como su sucesor natural en la silla presidencial, quien representaba la radicalización del proceso emanado de la revolución social de 1910-1917 y que precisamente en el cardenismo había observado -ya como proyecto de gobierno- el momento más luminoso a favor de los intereses del pueblo?

Algunas voces establecen que fueron las presiones de los grupos de poder económico, tras el desgaste ante intereses muy fuertes nacionales y extranjeros por la determinación de Lázaro Cárdenas de expropiar el petróleo en 1938, por cierto, decisión en la que la opinión del propio Múgica fue definitoria.  

El mismo general Cárdenas escribiría en sus Apuntes que “la candidatura del general Múgica representó las tendencias radicales de la Revolución Mexicana: su definida convicción en materia educativa, su actitud combativa frente a la labor del clero y su indiscutible honradez habrían hecho de él un buen gobernante, pero las circunstancias del país no le fueron propicias”.  

A la postre la sucesión presidencial recayó en Manuel Ávila Camacho, quien fue presidente de México de 1940 a 1946, y dio un cambio de rumbo a los construido en el periodo cardenista. La historiadora Anna Ribera sintetiza: “Así las cosas, Cárdenas dejó la decisión en manos del partido cuya inclinación a favor del poblano ya se había manifestado. Veinte años después Cárdenas confesaría: “pensé que rectificaría el camino iniciado […] pero jamás esperé un viraje de ciento ochenta grados.” Y la analista concluye:

“Las polémicas elecciones de 1940 dieron el triunfo a Manuel Ávila Camacho, y los almazanistas, que habían parecido dispuestos a todo, se replegaron al verse abandonados por su candidato. La maquinaria de la Revolución y su partido se impusieron para frenar el ascenso de la derecha, pero de forma simultánea para moderar y frenar las políticas sociales, cuya honda huella iría configurando paulatinamente el mito del cardenismo. “Cada seis años el país se vuelve otro país”, dice José Emilio Pacheco. Pero nunca lo hizo de manera tan evidente como en 1940”.

La contribución de Heberto Castillo

El Ingeniero Heberto Castillo con su declinación de la candidatura presidencial a favor de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 mostró un gesto de enorme patriotismo y altura de miras que quedó grabado en la memoria del movimiento democrático y en la historia de las luchas políticas y electorales; con este acto Heberto aglutinó a las hasta entonces irreconciliables corrientes de las izquierdas (algunas en su momento promotoras del abstencionismo electoral o la vía armada), con la corriente de signo nacionalista revolucionaria que defendió -primero desde el PRI y luego fuera del organismo-, los logros sociales producto de la revolución mexicana y la Constitución de 1917, incluidos la reforma agraria, el petróleo como bien de la Nación, la separación Iglesia-Estado y la educación gratuita, que serían la base programática del amplio movimiento condensado en el Frente Democrático Nacional del 88, y raíz ideológica de nuestro movimiento.

De estos tres momentos: el país de Juárez sin Benito Juárez físicamente, el dilema de Lázaro Cárdenas sobre Francisco Múgica y la altura histórica de Heberto Castillo, podemos inferir algunas claves para sacar cada quien nuestras propias conclusiones, pues el presidente Andrés Manuel López Obrador al recordar a Múgica nos alerta a todos nosotros, a los posibles participes en la encuesta o definición de la candidata o candidato presidencial del movimiento de 2024, la responsabilidad de no equivocarnos, esta será una decisión que pesa en los hombros de AMLO pero sobre todo en nosotros, en los asiduos al Zócalo desde tiempos de resistencia: la respuesta está en el corazón de la Patria, en las lecciones de la historia y en el viento de primavera…

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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