Gratamente sorprendió que el pasado 15 de noviembre, las juventudes apartidistas desbordaran las calles de las principales ciudades mexicanas para exigir acciones concretas contra la violencia y la inseguridad. Lo que no sorprende, es que los aplaudidores de la destrucción de la democracia liberal y los privilegios de la clase privilegiada, pongan el acento en el hecho de que no fueron juventudes, ni apartidistas y no desbordaron las calles —se estima un máximo de 85 mil asistentes en todo el país, menos del 30% pertenecientes a la Generación Z, en más de la mitad de las ciudades donde hubo manifestaciones se juntaron menos de 200 personas, y en 15 ciudades ni siquiera alcanzaron a ser 50 manifestantes.
Para algunos resulta más importante la realidad que el fantaseo de la opositora oposición. No entienden que joven es quien se auto percibe joven, que los años que alguien tiene sólo sirven para encasillarlo en un constructo sociocultural estrecho, que la edad es subjetiva, que la brecha generacional se diluye cuando los privilegios de unos pocos, el 0.065% de la población, que no pidieron nacer con privilegios, se ven amenazados por la irrupción violenta, salvaje y desmedida de las mayorías en la vida pública. Si la generación Z se ve menos joven de lo que el gobierno y sus huestes esperaban, es problema del gobierno, sus huestes y sus prejuicios y no de la impostura geriátrica de la sociedad civil apartidista que no es de izquierdas ni de derechas, sino antes todo lo contrario.
Y es que ese es otro tema, resulta que sólo porque algunos políticos militantes participaron activamente en la marcha, haciendo que las protestas nepalíes sonaran como siempre ha sonado el berrinche de la oposición prianista, la marcha no fue apartidista. Es más, dicen que sólo porqué Edson Andrade, uno de los principales impulsores y convocantes de la marcha, tenía un contrato con el PAN por más de 2 millones de pesos, Edson Andrade no es apartidista. Como si cobrar por realizar servicios a favor de un partido político generará un conflicto de intereses, como si recibir pagos mensuales del PAN comprometiera el pedigrí apartidista.
Entrados en gastos
Insistir en que la marcha de la Generación Z no desbordó las calles por el simple hecho de que no desbordó las calles, resulta mezquino. Cuando la gente bonita se manifiesta, necesita espacio, la clase aspiracionista, acostumbrada a comer las migajas que caen de la mesa de la clase privilegiada, no puede participar en marchas hacinadas. Cada manifestante aspiracionista que salió a defender los privilegios de sus patrones, vale por más de 200 chairos, hagan cuentas. La indignación está indignada y nadie podrá callarla, otra cosa será —desde luego— que alguien logre escucharla.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima
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