Hace unas semanas, durante su ya tradicional conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo referencia a esta expresión, después de que un grupo de comunicadores y pensadores de oposición convocaran a una marcha para pedir no votar en la revocación de mandato, planeada para el pasado 3 de abril, la cual contó con una participación reducida de simpatizantes. En dicho acto de comunicación a la ciudadanía, el mandatario expresó que, si bien no es un grupo representativo de toda la sociedad mexicana, los seguidores de dichos personajes de derecha, sí se sienten identificados con los ideales que estos representan. Pero, ¿cuáles son? Aquí unos ejemplos:
Sin duda, anhelan pertenecer a ese 1% de la población en México dueña de medios de trabajo, cuyos ingresos suman más de la mitad del poder adquisitivo del resto de todos los mexicanos. Algunos de ellos tienen la posibilidad de estudiar en las mejores universidades del país y tal vez del mundo -con becas de por medio- y a pesar de ello, cometen faltas de ortografía, usan frases incongruentes y sus reclamos carecen de lógica. Se burlan si no hablas inglés, pero no son capaces de articular un buen discurso en español o una pancarta que sea inteligible.
Su fuerte no es el amor a México. De hecho, en algunos casos, sus raíces no tienen nada que ver con lo mexicano y se jactan de ello y lo que aman de vivir aquí es poder explotar, tanto recursos como mano de obra, para incrementar el dinero en sus arcas. Algunos ni siquiera conocen bien el himno nacional.
Su fuerte no es ayudar al que menos tiene. Durante años se aliaron a la clase política para obtener ganancias al margen de la ley y mantener una pobreza sistémica, que tuvo como consecuencia que generaciones completas de connacionales no tuvieran la posibilidad de salir adelante mediante estudios o trabajo bien remunerado.
Su fuerte es tergiversar, dividir, provocar encono entre la gente, repitiendo lo que dicen los medios de comunicación. Les molestan los que menos tienen, pero sin ellos, sus negocios se vendrían abajo, sus casas permanecerían sucias y sus autos en las cocheras. Los prefieren pobres, sumisos e incultos porque de no ser así, ¿a quién van a mandar? Su fuerte es hacer creer que, por nuestras posibles diferencias, somos enemigos.
Desde luego, no todos son así. Están quienes son buenos ciudadanos, buenos patrones, aquellos que contribuyen al crecimiento del país y al empoderamiento del trabajador, los que se hartaron de la corrupción. Los hay quienes han pensado más allá del discurso de discriminación y odio presente en televisión y radio, patrocinados por el mencionado 1%. Lo cierto es que, para el resto de la sociedad mexicana, el hartazgo que encaminó el cambio en el rumbo político del país, tiene más que ver con un enfoque de acción del gobierno que llegue hasta los que más necesitan.
El pueblo en general no ve como algo malo tener más de lo que ya se tiene, siempre que esto no signifique oprimir al necesitado. Nadie quiere apoderarse del fruto del trabajo del otro, mientras dicho fruto se haya obtenido de manera digna. La gente quiere que existan más fuentes de empleo, después de todo, son indispensables para que la economía fluya, siga su curso, pero también quieren condiciones de trabajo justas, un sueldo aceptable y un trato decente con su patrón, que vaya más allá del clasismo y racismo. Entender lo contrario, lo que ideólogos, pseudo intelectuales, políticos y comunicadores en la oposición pregonan, es el principio real de la polarización, porque detrás de ellos tienen a seguidores que fanatizan, a los que exacerban el odio, haciéndoles creer que la inmensidad del pueblo busca quitarles todos sus privilegios. Nada más lejano a la realidad.
Mientras ese grupúsculo de seguidores de la oposición permanezca cegado por la cólera que sus propios líderes les generan, seguirán saliendo a las calles a marchar sin saber muy bien porqué, continuarán haciendo ridículos en redes sociales y lamentablemente, vendrán más ataques a personajes de izquierda. Después de todo, esa es la función real que buscan de ellos, quienes manejan las riendas económicas y políticas de la oposición: cegarlos de ira para defender sus intereses, mientras les hacen creer que son los de la moronga azul.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.