Los padroneros del PAN: negocios, traiciones y el control que no suelta

Jorge Romero y su clan mantienen el control del padrón panista mientras las alianzas y traiciones marcan la historia del partido blanquiazul.

El Partido Acción Nacional (PAN) hoy parece más un club de negocios y traiciones que un partido político. Al frente, Jorge Romero, líder de las juventudes panistas en la Ciudad de México entre 2001 y 2003, ha consolidado el control del partido junto a su camarilla, conocida como Los Padroneros, por manejar los padrones en las 32 entidades del país.

Romero y su grupo —integrado por figuras como Mariana Gómez del Campo, Ricardo Anaya, Christian Von Roehrich y Santiago Taboada— comenzaron su ascenso bajo el sobrenombre Los Ocean, inspirado en sus reuniones en la cantina del mismo nombre en San Ángel. Desde ahí, tejieron alianzas políticas y económicas, sumando influencia hasta ocupar la dirigencia nacional del PAN.

El legado panista de acuerdos oscuros se remonta a Gustavo Madero, exdirigente, cuando los negocios internos se potenciaron, dando paso a traiciones, desplazamientos y control absoluto sobre candidaturas y nóminas locales. Incluso exmandatarios como Felipe Calderón han denunciado la colusión de líderes panistas con intereses privados y alianzas cuestionables con el PRI, dejando al partido en un constante ciclo de malos resultados electorales.

El caso más sonado de corrupción interna fue el llamado Cártel Inmobiliario, donde se destaparon sobornos y empresas fantasma en la alcaldía Benito Juárez, involucrando a funcionarios y exfuncionarios como Christian Von Roehrich. A pesar de los escándalos, Romero ha mantenido su posición y planea un relanzamiento del partido, prometiendo cambio, aunque muchos líderes ven las prácticas de siempre: acuerdos económicos, tráfico de influencias y lealtades dudosas.

Hoy, mientras el PAN presume “renovación”, su historia reciente recuerda que la política blanquiazul es un tablero de negocios y traiciones, y que los padroneros siguen siendo los amos del juego, burlándose de cualquier intento de reforma real.

Con información de Elia Castillo Jiménez para El País

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