Excepto hablar de cara al pueblo e interesarse por la solución de sus necesidades, la oposición ha hecho de todo por desacreditar la labor de la 4T. Sembrado de noticias falsas que terminan desmigajadas al poco tiempo.
Trinquetes legaloides para ganar más que el presidente. Mecanos a cargo de panistas para demostrar la corrupción del hijo del presidente. Para la oposición, lo que sea vicioso y despreciable es válido para obtener en los medios y en las redes lo que no obtiene en la realidad.
En este elenco de fracasos guarda un notable primer lugar la famélica marcha con el exagerado argumento de que “el INE no se toca”. Pero sí, el INE y cualquier otra institución del Estado mexicano sí se toca si así conviene a los intereses de la mayoría y ésta aprueba los cambios.
En reciente conferencia matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador refirió de pasada al Artículo 39 constitucional como el fundamento para realizar los cambios políticos que el pueblo considere necesarios. Dicho Artículo dice textualmente: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.
Ajá. ¿Con que todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste? ¿Así es que el pueblo tiene (…) el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de gobierno? Entonces, ¿cuál es el problema para tocar al INE o a cualquier otra institución y hasta el régimen político si así lo decide el pueblo? Cierto es que no soy jurista para interpretar la Constitución, pero también es cierto que no se necesita serlo para invocarla. Basta con que sea ciudadano con goce de sus derechos políticos. Ese Artículo, por cierto, fue inscrito en los carteles propagandísticos del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) en su primera participación electoral, en 1985. Amparado en la letra constitucional, el pueblo podía hasta cambiar a una sociedad socialista si así lo determinara.
Es en el pueblo, entonces, donde reside el poder que se expresa, sí, a través de las instituciones (Artículo 41.- El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión (…). Pero no son éstas, ni los desmayados partidos políticos de oposición, ni las cúpulas empresariales camufladas de activistas sociales, ni los deplorables medios de comunicación que padecemos, los que tienen el poder.
Puede que a algunos les duela considerar que el obrero, el campesino, el empleado, el profesor, el habitante de colonias populares trepadas en los cerros o de unidades del Infonavit, el taquero, el taxista, el franelero, el ama de casa, el jornalero, la voceadora, el vendedor de tamales, la enfermera, el comprador de chatarra, el recogedor de PET y los muchos que faltan en este recuento de pueblo de a pie que sostiene al país son los verdaderos dueños del poder.
Que durante décadas se le haya humillado, saqueado, engañado por los bobalicones de los noticieros, bocabajeado, insultado, pata-rajeado, naquizado, ninizado o indianizado, no le quita nada al poder que se encuentra inscrito en la Constitución y que desde luego debería ampliarse todavía más, como aspira a hacerlo la 4T mediante el impulso a la participación popular en consultas y encuestas.
La astucia política del presidente López Obrador logró que su Plan A, presentado como Plan B para darles a los opositores la sensación de haber ganado el debate y haber obtenido una menguada victoria, demostró que las instituciones no están por encima de la gente y que éstas se encuentran al servicio del pueblo, y no al revés.
Y bueno, luego de tanto innecesario revuelo y reflexiones que sólo escondían insidia a cargo de un inspirado senador, vino a resultar que el INE sí se toca. No es revancha, como dicen los consejeros. Es que –hasta las encuestas del propio INE lo evidencian- así lo quiere la gente.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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