Lógica y política

Desde la infancia, las personas van formándose poco a poco, sobre todo en el arte de la Lógica, ya que es un conocimiento indispensable para la convivencia social. 

Se empieza a aprender cómo un «algo» es único en sí mismo (principio de identidad). Por ejemplo, en el futuro, no habrá otro miércoles 11 de enero de 2023. Se vive en un día que jamás se volverá a repetir.

Por otra parte, del principio de identidad se deriva otro, del cual se hablará ahora, es decir, el principio de no contradicción.

Pero antes, para comprender en su completud dicho principio, primero hay que tener presente otro más: el principio de tercero excluido. 

Este principio consiste en que  determinar la veracidad o falsedad de algo. Esto quiere decir que una oración como: “está lloviendo”, será verdadera, siempre y cuando, efectivamente, esté cayendo agua de las nubes. Y será falso si eso no acontece.

Esto quiere decir que no hay una tercera opción (por eso el nombre). Si algo no es verdadero, entonces es falso; y si algo no es falso, entonces es verdadero (lo mismo aplica en términos morales: entre lo bueno y lo malo; o correcto e incorrecto).

Y es esto lo que lleva al principio de no contradicción. Un «algo» no puede ser verdadero y falso al mismo tiempo (recuérdese que se habla en los términos de la lógica formal).

Por tanto, si se clasifica algo como una acción equivocada, incorrecta, mala, etc., como fue, por ejemplo, no concretar la detención de Ovidio Guzmán («Culiacanazo» 2019) no habría por qué decir lo contrario ahora que las fuerzas armadas lograron concretar su detención.

Sin embargo, aquí es donde entra la política. Porque, por más contrario que sea a la lógica, en la política (no la ciencia política, sino el entorno político) el principio de no contradicción no opera como tal; es nulo.

Hace unos días, por ejemplo, se decía que la apreciación de la moneda nacional (el peso) era contraproducente. Un mal augurio. Pero antes de eso, se decía que la depreciación también lo es.

Entonces ¿si sí, mal y si no, también? Al parecer, en la política no importa si no se respeta el principio de no contradicción, o al menos eso demuestra la actual oposición, la cual parece estar en contra de todo lo que proponga la administración pública actual, aunque eso signifique entrar en contradicción (Peña, diría otra cosa).

Si llegara a presenciar esto Lakatos, seguramente diría que estamos ante elementos característicos de la pseudociencia. Algo que no extrañaría, pues la época actual permite un abundamiento de meras opiniones sin ningún sustento científico.

Por lo mismo, de acuerdo con el húngaro, la pseudociencia se caracteriza por no aportar nada al conocimiento científico, porque no se atreve a dar traspiés. Por tanto, en lugar de aceptar los fallos, se inventan mil excusas para explicar el por qué no pasó lo que se dijo que pasaría.

Y esto último también ha pasado en los últimos días (pero que no es nada nuevo). En los medios, por ejemplo, se hacen afirmaciones que tras no cumplirse, se tratan de justificar. 

Pasó ahora con la llegada de Biden a México. Se dijo no aterrizaría en el AIFA, y eso fue lo terminó por pasar. Ante el fallo, surgieron las excusas.

Y este es un problema que también hay que atender. Popper decía que «aprendemos del error», pero cuando no se está dispuesto a cometer errores, nada se aprende.

Al final, no solo es lógica y política, sino también ética. Pero eso será tema para otra ocasión. Eso sí, en nada contribuye en descalificar todo lo que afirma un contrario y pensar que uno mismo es el que poseedor de todas las respuestas. Ya Sócrates había advertido sobre las consecuencias de esa actitud.

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