“Las puertas del infierno las abrió Felipe Calderón”

Opinión de Humberto de la Garza

La coalición PRI-PAN-PRD ha mostrado a los mexicanos la degradación a la que se llegó en este país como fruto de la violencia, la corrupción, el odio, la ambición, el poder, la injusticia. Es un descenso a los infiernos de las pasiones más viles que llevaron a millones de mexicanos a la muerte, la tortura, al sufrimiento, la zozobra, el desarraigo, el ultraje, la violación, la pérdida de libertad; en fin, al desconocimiento de la dignidad humana.

Son miles de páginas, cientos de testimonios, decenas de reportajes donde se relata el terror y el horror vivido durante el calderonato, donde las víctimas fueron convertidas en monedas de cambio, mientras se les ultrajaba y vejaba de forma pavorosa.

Retención ilegal de personas por parte de la PFP,  toma de rehenes y otras privaciones graves de la libertad por parte del ejército, nos han mostrado que fueron delitos atroces, crímenes de guerra y de lesa humanidad, agravados por homicidios, tortura, desaparición y violencia sexual, que bien podría juzgar la Corte Penal Internacional; pero que nunca fueron investigados a nivel nacional, por lo contrario, todo fue ocultado, incluso por los medios de información. De los más de 5,000 secuestros que en su momento se documentaron durante el sexenio de Felipe Calderón, 2860 serían víctimas de desaparición forzada estando en cautiverio, y 1627 asesinados por sus captores, cifras que no concuerdan, ya que solo en el periodo comprendido entre diciembre de 2006 y enero de 2012, murieron alrededor de 121,000 personas mediante ejecuciones, enfrentamientos entre bandas rivales y agresiones a la autoridad. 

Cierto ex capitán de la zona militar de Sinaloa (me reservo el nombre por su seguridad) comentó en su momento, al confesar los horrores de la violencia de la que fue partícipe: “El daño que hicimos en esta guerra es demasiado grande”. Existieron muchas víctimas directas que fueron trasladadas a uno de los campos de detención y hay que reconocer  que ellos estaban cerca de los marranos, les llegaba el olor constante y que no tenían agua suficiente y los marranos sí. Tenían sed, eran vilmente humillados. 

Se multiplicaron los relatos sobre tocamientos y gestos obscenos, golpes con las culatas de las armas, burlas e insultos, cobros millonarios por rehenes que terminaban matando, jornadas de caminata encadenados y sin alimento o, incluso asesinato de quienes no podían seguir el paso de estos traslados. A todo esto, se sumaban las amenazas de muerte y los simulacros de fusilamiento como castigo, intimidación y humillación…. (un) secuestrado narró que en una oportunidad le pusieron a cavar un hueco con una pala, como si fuera una tumba, mientras le decían que lo iban a matar: “sentía que en cualquier momento que fuera a terminar de cavar, ellos dispararían”, comentó el ex militar.

El abuso sexual por parte de militares y policías federales fue también una práctica abominable, una “detenida” narró como “Jonás” de la PFP, “la amenazó con armas, la violentó sexualmente y la privó de su libertad para violarla en repetidas ocasiones, diciéndole que, si no se iba con él, tomaría represalias contra su familia”. 

A finales de la segunda mitad del sexenio de Calderón, se implementó la política para desarrollar criterios para el pago de recompensas por la captura o abatimiento en combate de cabecillas de las organizaciones armadas al margen de la ley, material de guerra, intendencia o comunicaciones e información que sirvieran de fundamento para la continuación de labores de inteligencia y el posterior planeamiento de operaciones.

El ex capitán describe en qué consistía ese “falso positivo”: “La víctima de un falso positivo fue cualquier NN cuyo cadáver sirviera para inflar las estadísticas de las Fuerzas Armadas y para recibir una prima (dinero), un ascenso o unos días de licencia. Es un crimen que por eso no se puede comparar ni tratar de la misma manera que las desapariciones forzadas, las torturas, las masacres, los sicarios, los secuestros, las violaciones, las ordeñas de ductos de combustible o los incendios. Una inmundicia no justifica jamás otra inmundicia, pero los falsos positivos fueron el gran aporte del gobierno de México a la historia de la inmundicia en una guerra infame. O por lo menos yo no sé de otro país donde tantos hubieran sido asesinados para poder decir que estaban muertos.

Durante ese período y con la finalidad de “justificar el ataque frontal y decisivo en contra del crimen organizado” se evidenció en diversas modalidades con la intención de mostrar a la sociedad y al gobierno de EU que la efectividad de la estrategia implementada por el gobierno de México era la adecuada y con ello se tendría mayor financiamiento y apoyo para combatir a las diversas células delictivas.

Las víctimas escogidas y, muchas veces engañadas con oportunidades laborales, fueron generalmente jóvenes humildes, indocumentados, menores de edad, miembros de una comunidad indígena, estaban en situaciones de precariedad (habitantes de calles, vendedores ambulantes, recicladores), tenían alguna discapacidad, era desmovilizado de algún grupo armado o una persona LGBT. Una vez asesinados, los disfrazaban de camuflado de algún grupo armado, casi siempre con las siglas del Cártel de Sinaloa, Cártel de Juárez, Cártel del Golfo, Zetas y CJNG. 

Al extrañar la no presencia de sus hijos, de sus familiares, de manera especial las madres que comenzaban a indagar y preguntar por la desaparición de sus seres queridos y posteriormente cuando se les identificaba, se les indicaba que “eran presuntos sicarios o miembros de cierto cártel y que habían caído en combate, y se les “invitaba” a rechazar y denunciar o mantenerse callados. 

Hubo incluso muchas madres que se dirigieron hasta donde muchos jóvenes fueron trasladados, lugares denominados  “sitio de operaciones” , hasta donde los llevaron con engaños y después fueron asesinados vilmente. Hay relatos donde se señala que el responsable de dichos lugares, descalificaba totalmente a estas madres y además señalaba que sus hijos asesinados, tendrían “propósitos delincuenciales… no iban a tomar café”, de esa manera se pretendió justificar lo injustificable. Relatos que prueban que la guerra en contra del narcotráfico  fue una política criminal. Son evidencia contundente de que esos asesinatos fueron sistemáticos y generalizados, bajo el ala criminal de un gobierno que vendía ideas falsas de seguridad a cambio de beneficios para quienes entregaran resultados macabros. 

Durante los años en las que las Fiscalías de cada estado conocieron estos y miles de casos más, aplicaron la estrategia de establecer la línea de abajo para escalar y llegar a los niveles altos; sin embargo este método llevó a que el ente investigador se constituyera en un mecanismo de impunidad, toda vez que la persecución penal se quedó en la base de los soldados y los agentes de las diversas corporaciones policiacas (municipales, estatales y federales) que recibieron las órdenes, y así no determinar la responsabilidad de los comandantes que daban las órdenes criminales. Todas estas conductas y prácticas, derivaron en la creación de diversos grupos delincuenciales que hoy en día están presentes en los diversos estados de la república, debido a la expulsión, deserción y persecución de muchos de quiénes participaron en tales hechos, sin mencionar aquellos que por decisión propia, ya sea por temor a las amenazas o por el pago por sus servicios, tomaron la decisión de incorporarse a las filas del crimen organizado.

Todavía, hoy en día, los mexicanos esperamos que las máximas autoridades de justicia logren llegar a los máximos responsables de estos atroces asesinatos. Desde las organizaciones de Derechos Humanos, organizaciones civiles, ciudadanos y colectivos de madres y padres que, desde hace años están en busca de sus hijos, en busca de justicia, en busca de respuestas , y asimismo, de conocer quién dio la orden, refriéndonos expresamente a todos esos casos de asesinato de civiles indemnes e inocentes, para hacerlos pasar como narcos, pandilleros o sicarios muertos en combate, por parte de la Fuerza Pública..

¿Quién dio la orden? ¿Quiénes participaron? ¿Por qué los medios nunca hicieron cobertura especial de ello? ¿Quiénes son cómplices?” Muchas y diversas preguntas que mantienen abiertas profundas heridas en la sociedad mexicana. 

¿Cuándo se cerrarán las puertas del infierno y los demonios regresarán a sus calderos hirviertes?

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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