A 100 días de estar al frente de la presidencia de la república, Claudia Sheinbaum consolida un gobierno que destina sus esfuerzos al cumplimiento de todos los planteamientos hechos en campaña, especialmente los relacionados con las reformas constitucionales que crisparon el ambiente político, dada la resistencia de la cada vez más desdibujada oposición de este país. 100 días han bastado para dejar en claro que el proceso de transformación tiene liderazgo firme de la mano de la presidenta, al mismo tiempo de que cuenta con el respaldo popular como se demuestra en los recientes ejercicios demoscópicos.
Por supuesto que, en el ejercicio de gobierno, todas las acciones deben medirse periódicamente para constatar los alcances de las políticas públicas implementadas, y si bien es cierto que 100 días podrían considerarse para algunos como una golondrina que no hace verano, también hay que recordar que este gobierno es la continuidad del anterior y que aspira a establecer el famoso segundo piso de la Cuarta Transformación. Así que 100 días de logros tangibles son un buen comienzo que exige de la Dra. Sheinbaum mantener el paso hasta su consolidación definitiva.
Ahora bien, lo más destacable es que el nivel de aprobación se encuentre en ese margen (algunos lo sitúan entre el 78 y el 80%) porque refiere la identidad de una buena parte de la sociedad con su presidenta alejando la narrativa falsa de la polarización, pues esto refleja que las campañas de desinformación y calumnias orquestadas desde las esferas de las redes sociales no rebasan en lo absoluto ese ámbito. Quizá sea hora de que la clase política amorfa pero aglutinada en el bloque opositor, se ponga a trabajar realmente en propuestas que beneficien a las mayorías si no quieren desaparecer.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, la herencia desastrosa que nos dejó el periodo neoliberal requiere de mucho más que un sexenio y 100 días para revertirse. Dos rubros requieren especial atención: la inseguridad y el campo. En el primer caso, propios y extraños deben reconocer que en el sexenio anterior se priorizaron las causas y eso no puede estar mal, todo lo contario; a partir de este periodo de 100 días se transita a una nueva fase en la que se siguen atendiendo las causas, pero también se implementan acciones frontales y contundentes encabezadas por la presidencia y su gabinete de seguridad, pero ejecutadas por García Harfuch que, en el balance, parece tener un saldo positivo. Ojo aquí: acabar con los vínculos corrupción-narcotráfico-violencia en el orden que quieran someterse, va más allá de 100 días, pero insisto, para muchos pareciera que se va por el camino correcto.
El segundo caso es de suma relevancia: la crisis en el campo no es tema menor cuando ésta se ahonda cada vez más y pareciera que, en el caso mexicano, puede empeorar con el arribo de un Trump recargado a la presidencia del país vecino en el norte. Apenas hace dos días, Luis Hernández Navarro publica un artículo imperdible en el periódico “La jornada” (https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/01/07/opinion/campo-mexicano-nadar-con-los-tiburones-2445) que deja dos sentencias de miedo para una obligada reflexión. Uno: que nuestra autosuficiencia alimentaria se ve cada vez más lejos y dos: El riesgo que corremos de quedarnos con un campo sin campesinos.
Ambas posibilidades no pueden achacarse a otra cosa que no sea el modelo neoliberal porque las evidencias de sus efectos están latentes en las parcelas de cada pequeño y mediano productor. Digamos entonces que la crisis no puede someterse a la responsabilidad de este gobierno y el anterior que buscaron atender las causas primeramente, pero lo que si se puede someter a escrutinio es el qué hacer de aquí en adelante para revertir el abandono.
Con responsabilidad y con la sensibilidad que caracteriza a Claudia Sheinbaum en temas como este, pareciera haber llegado la hora para que el gobierno dé un giro entorno a la interacción con las organizaciones campesinas sin que eso signifique regresar al viejo esquema clientelar que caracterizó a muchas de ellas y que dejó plena evidencia de un manejo nada transparente de los programas destinados para el campo. Parece que ha llegado la hora de que se dé paso a nuevos colectivos con una visión más progresista y con verdadera vocación campesina y ambiental que dejen atrás el viejo estilo corporativista que vio nacer cientos de cacicazgos, algunos grandes y otros pequeños, pero caciques al final de cuentas.
Este gobierno ha planteado una serie de políticas públicas para el campo desde la Firma del Acuerdo por la Soberanía Alimentaria en Chinameca y quienes confiamos y respaldamos dicho acuerdo suscribiéndolo en su totalidad, tenemos claro que para poder materializarlo, debemos entenderlo como el último llamado a las verdaderas organizaciones campesinas con tradición de lucha y otras nuevas que habrán de emerger para participar en un diálogo abierto, respetuoso y fraterno para ser partícipes de la política pública. Sólo así estaremos en condiciones de hacer frente al apocalíptico futuro que se le puede presentar al campo. Mientras tanto, todos al zócalo el próximo domingo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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