Otra de las grandes trampas de la narrativa derechista -difundida desde grupos de poder y medios de comunicación convencionales contra la Cuarta Transformación de México- radica en desvirtuar el papel central y ejemplar de las mujeres en la conducción e implementación de las políticas y programas que están generando un cambio social, económico y cultural desde el México profundo, y a favor de los sectores históricamente excluidos y desprotegidos.
Desde los orígenes del obradorismo como fuerza social del pueblo organizado en los años noventa y después en los años de la resistencia al neoliberalismo durante el cambio de siglo, las mujeres han sido el alma de nuestro movimiento, y las verdaderas protagonistas de una estructura social forjada a ras de tierra que han sostenido las luchas sociales, culturales y políticas que alumbraron la victoria del pueblo en 2018.
En el México contemporáneo, de las experiencias de las mujeres estudiantes de los movimientos universitarios de 1968, 1971, 1986-87 y 1999-2000 entre otros, de las luchas del movimiento urbano popular para buscar vivienda digna para sus hijos y familias, de las luchas de las costureras encabezadas por Evangelina Corona tras la negligencia gubernamental tras los sismos de 1985, de las luchas cívicas del Barzón cuando las mujeres y sus familias perdieron su patrimonio por el desastre económico priista, de las luchas en defensa del voto ante los fraudes electorales de 1988, 2006 y 2012, de la lucha contra el desafuero de AMLO en 2005, de la resistencia civil pacífica impulsada por el obradorismo en tiempos de la Convención Nacional Democrática, el Gobierno Legítimo de México, de las Casas del Movimiento, de las “adelitas” en defensa del petróleo en 2008, de todas esas mujeres que participaron, dieron su tiempo y vida, sacaron adelante a sus hijos, y también defendieron sus convicciones, enseñaron a luchar a sus vecinos, amigos y familiares, de todas ellas abrevamos todos, para seguir soñando y construyendo un México más justo, libre y fraterno.
“Yo soy una mujer embarazada que viene a defender la patria y el patrimonio de mi hijo que viene en camino y de mi hija que está en mi casa”, decía una pancarta de una mujer anónima de la bridada “Enaguas Profundas” que defendía el petróleo como patrimonio del pueblo en las manifestaciones del 2008.
No se podría entender la edificación de un Estado de Bienestar con enfoque de derechos sociales sin el papel de las mujeres en movimiento del cambio de milenio; gracias a esa larga lucha hoy 13 millones de 25 millones de personas beneficiarias de programas sociales son mujeres.
Más allá de discursos oportunistas, y de los desplantes de los conservadores para buscar montarse mañosamente en las luchas de las mujeres, hoy los hechos son los que hablan: nueve mujeres son gobernadoras en sus estados, más que nunca en la vida pública del país son mujeres las que dirigen gobiernos locales.
En la 4aT por primera vez una mujer ha sido presidenta del Senado, también por primera vez una mujer dirige el Banco de México, y una mujer encabeza la prioritaria Secretaría de Seguridad a nivel federal.
Por primera vez existe un gabinete paritario, se avanzó de la visión de las “cuotas de género” devenida de la “transición pactada” a la verdadera paridad. El principio de paridad es uno de los pilares fundamentales de la transformación. Para resolver los problemas y problemáticas de una sociedad que el neoliberalismo condujo a la degradación y la violencia, hoy las mujeres están en el centro de la toma de decisiones, para regenerar las condiciones básicas de vida con su sello, y que nunca más persista desde las altas esferas una visión complaciente o cómplice de la violencia hacia las mujeres.
Desde las nuevas masculinidades, nos corresponde respetar y reconocer todas y cada una de las luchas de las mujeres por sus derechos, y de cómo ellas decidan expresar su feminismo; y en el ámbito más general nos toca a todos seguir luchando por la paridad, por el reconocimiento a las contribuciones sociales, políticas y económicas que en todos los órdenes de la vida ejercen las mujeres.
Falta mucho por hacer ante un sistema judicial que sigue teniendo características emanadas del viejo régimen, pero a partir de la clasificación en 2021 de los homicidios de mujeres como feminicidios, y reconocer la gravedad de esta lamentable realidad, se ha reducido este delito en 35.7%. Ahí está uno de los grandes retos de nuestro tiempo, abatir este y otros indicadores y brechas que nos remiten a la vulnerabilidad de las mujeres. En la lucha contra la violencia social, las desapariciones forzadas, los feminicidios y el machismo, cuenten las mujeres con el pueblo organizado.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios