A través del tiempo, las diversas historias de la mitología griega nos han deleitado con sus moralejas a las problemáticas que atañen a la naturaleza del ser humano. Cronos, por ejemplo, nos cuenta del padre que se come a sus hijos antes la ambición de gobernar el universo que obtuvo, cuando él mismo traicionó a su progenitor. Al final del relato, los hijos junto a su madre conspiran contra él, para arrebatarle el poder y librarse de su mandato, no sin antes provocar rencor entre sus propios descendientes. De esta manera, el mismo Cronos se vuelve víctima de lo que causó con sus propios errores y ambición mientras gobernaba el universo y sucumbe ante un joven Zeus, que representa los vientos de cambio ante una realidad poco favorecedora para sí y los suyos.
En días pasados, en el festejo de los veinte años de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), presidida por el Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, se llevó a cabo, en el cierre de eventos, la ponencia de los expresidentes de México Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, José María Aznar por España y Sergio Moro (exministro de justicia) de Brasil.
Durante aquella reunión, y como no podía ser de otra manera, los exmandatarios mexicanos arengaron contra el actual gobierno federal nacido de un triunfante movimiento de izquierda, que se ha compaginado con sus símiles por todo el continente americano. En su ponencia, Zedillo alzó la voz para alegar que en América Latina se tendrá otra década perdida, refiriéndose a un crecimiento mediocre en economía, políticas públicas equivocadas al momento de crear reformas y la vuelta al pasado en cuanto a actitudes e ideologías, que conllevan al fracaso de dicho movimiento.
Calderón por su parte realizó una premonición alarmante y cual Nostradamus en sus mejores épocas vaticinó que, a más tardar en un mes, la democracia en México caerá. Los dos coincidieron en que los personajes populistas, es decir los líderes emanados del pueblo, que están más asociados y ligados a la gente y no a la élite de un país, utilizan la “democracia que ellos dejaron” para llegar al poder y desde ahí, destruirla.
Calderón además pintó un México apocalíptico en el cual, existe sumisión de los otros poderes que conforman al Estado Mexicano; en otras palabras, sumisión de parte de los jueces que en repetidas ocasiones durante lo que va del sexenio, han parado importantes obras de trascendencia nacional, mediante el uso de amparos y suspensiones o bien las dos cámaras, de diputados y senadores, en donde, por ejemplo, se echó por tierra la reforma en materia energética que resultaba en la no dependencia de transnacionales extranjeras para el consumo de electricidad o hidrocarburos.
Resulta curioso poder observar que, la derecha mundial cuenta consigo misma para provocarse lo más alucinados sueños húmedos cuando de “defender” lo que entienden por democracia, se trata. Realizan foros entre ellos, para escucharse a sí mismos tener la razón de acuerdo a su manera de pensar y en consecuencia, aplaudirse por haber tenido la grandiosa idea de autoinvitarse a dichos eventos, añorando las viejas glorias de que fueron integrantes y aplaudir sus logros para saquear los países que gobernaron mientras omiten mencionar, convenientemente, los reproches de los pueblos, a los cuales quieren volver a someter a la esclavitud de sus mandatos. Personas y realidad, por cierto, que desconocen.
El también exconsejero de Iberdrola, mencionó a Carlos Loret, enalteciendo su oficio de presentador de noticias, que no periodista, a quien hizo mártir de este gobierno, al que responsabilizó de su exilio a los Estados Unidos cuando Loret era el más prestigioso conductor de la cadena Televisa. Por supuesto, desde su trinchera conservadora, eludió mencionar que durante su participación como conductor en esa empresa, Loret fue junto con las autoridades, creador de telemontajes dirigidos por el entonces secretario de seguridad pública de Calderón, Genaro García Luna, hoy preso en Estados Unidos por complicidad con el crimen organizado. Durante su intervención, al exmandatario michoacano se le notó por momentos fúrico, nervioso y también temeroso, detrás de su fachada de bravucón y provocador, la misma con la que comenzó una guerra contra el crimen organizado, de la que, a la fecha, seguimos viviendo sus consecuencias.
La derecha mexicana, tal vez como en otros países, es sinónimo de corrupción, engaño, manipulación y saqueo de bienes; hacen libros que no leen, realizan protestas sin gente, escriben cosas que no piensan, se dicen liberales, pero buscan volver a los regímenes monárquicos y a la subyugación hacia las grandes potencias mundiales. Son falsos liberales que llegaron al poder marcados por el famoso “dedazo” o por fraudes electorales, defienden instituciones como el INE, antiguo IFE, al que no le ha quedado más remedio que ser demócrata cuando no ha tenido de otra.
El mito de Cronos nos enseña que todo mandato llega a su fin, que por muy fuerte y poderoso que hayas sido, no serás capaz de mantener el poder eternamente, que el tiempo nada lo perdona. Uno escucha la perorata de dichos expresidentes y supuestos líderes de ultraderecha y lo único que demuestran es su avaricia, su ambición por volver a los fueros que los hicieron mandamases, los dirigentes del destino de millones a los que condenaron a la miseria y muerte. Si acaso de lo que no se han dado cuenta esos supuestos líderes es que, hace algunos años, las palabras que ahora emplean en sus discursos fueron vencidas y ellos condenados al ostracismo por la gente, por el tiempo, y por sus propias acciones.
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